No hay nada que me satisfaga más que el correo de un lector como Daniel García de Arce corrigiéndome o proporcionándome algún dato que yo desconocía. No se trata de la vanidad del autor que está encantado de tener lectores, es algo absolutamente sincero: agradecimiento de verdad, no para quedar bien.
Obsolescencia
Los que tenemos publicados algunos libritos sabemos perfectamente que
todo lo que hoy es actual y noticia mañana estará superado y no
interesará a nadie. Nada envejece más deprisa que un libro de ensayo o de historia. Además, los datos son frágiles, los conocimientos
siempre están colgados de hilos tenues y es fácil cometer errores o
incurrir en erratas. Hoy, merced a potentísimas herramientas como Google Books y las hemerotecas digitales,
trabajos que antes te llevaban diez años puedes acabarlos en pocos
meses. No digo que no necesites el trabajo de archivo, el de toda la
vida, pero sí consigues pistas valiosas. Por lo menos si lo que te
interesa es la Historia Contemporánea. Es más difícil encontrar
hemerotecas medievales o de tiempos de los fenicios.
Erratas y errores
El precio a pagar por esas facilidades es la posibilidad de escribir demasiado deprisa, de fiarte de una fuente y no comprobar otra. La facilidad estimula la pereza y la pereza genera descuidos. Y al final vas coleccionando erratas de alcantarilla, horribles y peludas.
Conservo
una carta muy divertida de Daniel Devoto tomándome el pelo por un
magnífico "jauría de perros" que había detectado en un rollo mío de
1999. Daniel, para mejor azotar mis nalgas ignorantes con sus
sapientísimas manos me escribió: "La jauría de perros pasó ladrando
delante del manicomio de locos y entró en el hipódromo de caballos".
A los plagiaros sólo les interesa vender
Los falsarios habituales de nuestras universidades, las encarnaciones vivas del plagio que cultivan nuestras grandes editoriales, dado que viven del esfuerzo ajeno no podrán jamás aprender nada nuevo. Para ellos el correo con los lectores no es más que una medida estadística del éxito de su último robo.
Los falsarios habituales de nuestras universidades, las encarnaciones vivas del plagio que cultivan nuestras grandes editoriales, dado que viven del esfuerzo ajeno no podrán jamás aprender nada nuevo. Para ellos el correo con los lectores no es más que una medida estadística del éxito de su último robo.
En cambio cuando investigas de verdad, cuando manejas papeles, aprendes varias cosas:
1-
A valorar el trabajo de los demás. Reconoces inmediatamente a un
investigador de raza -da igual que sea profesional o aficionado- por la
calidad de sus referencias, por la seriedad de su curro.
2- A valorar negativamente el refrito.
3-
A detectar fraudes. Cuando ves que un experto sobre Azaña comete un
gran error sobre un personaje coetáneo de Azaña, te das cuenta de que el trabajo
que ha firmado lo ha redactado un negro y que él ni se ha molestado en
revisarlo. También detectas los abusos de bibliografía, los que añaden libros que no han leído en la lista final.
4- A agradecer cualquier ayuda.
5- A agradecer mucho cualquier ayuda.
6- A agradecer muchísimo cualquier ayuda.
Por
eso me encanta que amables lectores se pongan en contacto conmigo para
indicarme erratas o explicarme aspectos que yo no había tratado. A todos, gracias.