Reconozco que soy bocazas y que prefiero tener amigos bocazas que me acompañan en mi eterno deslizar por los enjabonados caminos de la logorrea. Quien mucho habla o escribe está condenado a ofender o a herir, pero no obedece a ningún cálculo. Por eso no me importa que alguien me diga: "cállate la boca que estás más guapo"; ¡suele tener razón! Y estoy acostumbrado a disculparme, enmendarme y corregirme. La espontaneidad tiene un precio: planchazos y resbalones.
En cambio, no soporto a la gente que calcula sus palabras en función del efecto que cree que pueden y deben tener. Que es precisamente la virtud de los trepas en política o en el seno de las grandes organizaciones: callar, callar, callar y no decir más que lo que se cree que hay que decir.
Ese estudiado silencio es el origen de nuestra corrupción. No son muchos los que cometen delitos, pero todos enmudecen, y no creo que por sacar tajada de ignotos botines sino por miedo, porque piensan que el que se mueve no sale en la foto. Así el pecado de uno enfanga a todos los demás. Algunos silencios son dolosos y la Iglesia lleva dos mil años hablando del pecado de omisión.
Los medios son en gran parte responsable de la falta de espontaneidad de políticos y famosos. Metes la gamba y ya estás grabado e inmortalizado para siempre jamás, y por eso estamos condenados al triste espectáculo de políticos que parecen autómatas, leyendo palabras pre-masticadas. Hasta los chistes parecen de encargo... Lo que más me gustaba de Sarkozy es que a un imbécil le podía decir tranquilamente "
casse-toi, pauvre con", sin despeinarse. Sarko es humano. Los demás a su lado son como pescadilla congelada.
La gente calculadora es antipática y además, peligrosa. Recuerdo la descripción que hacía Mme. de Volanges de aquella famosa basura, el vizconde de Valmont:
"Encore plus faux et dangereux qu'il n'est aimable et séduisant, jamais, depuis sa plus grande jeunesse, il n'a fait un pas ou dit une parole sans avoir un projet, et jamais il n'eut un projet qui ne fût malhonnête ou criminel. [...] sa conduite est le résultat de ses principes. Il sait calculer tout ce qu'un homme peut se permettre d'horreurs, sans se compromettre; et pour être cruel et méchant sans danger, il a choisi les femmes pour victimes".