Hijoputez y envidia son dos de los motores de las realidades sociales
Antes de proseguir con nuestro Seminario de Economía Real ¿Quién se queda con la pasta?, y abordar la Segunda Jornada, conviene aclarar conceptos y como pretendemos dilucidar los verdaderos resortes de la realidad social -y por lo tanto de la Economía- resulta forzoso el estudio miramebiano sobre la envidia y la hijoputez, continuación del hoy perdido Discurso sobre los Medici de Maquiavelo. Y es que, ¿de qué sirve ser rico si no puedo humillar a otros? Esta pregunta no se la hicieron Ludwig von Mises ni Maurice Allais; es la primera frase de un estudio secretísimo y judeomasónico custodiado por la Comisión Trilateral, el Club Bildelberg y la Peña Madridista del Liceo Francés: nada menos que la Teoría del Hijoputa de Mirameba; ¿de quién si no?
El sacrificio de un ateneísta
Cuando Mirameba organizó su Comité para el Cambio Horario en las Bárcenas, todavía era un hombre libre, quiero decir que no era huésped de las instalaciones sanitarias de Ciempozuelos. Habiendo nuestro Académico Corresponsable observado que el pollo con patatas le sabía mejor cuando la televisión daba noticias de espantosas hambrunas en Etiopía, Mirameba fue consciente de que algo no andaba bien en su mecanismo interior; le disgustó alegrarse de las desgracias ajenas, se sintió malo, perverso, una mezcla de teórico marxista y ultraliberal; en una palabra, se sintió como se siente cualquier mandatario chino: "Menudo cacho hijoputa soy..." constató el líder del movimiento Pro Independencia de Alcobendas; pero como en el fondo -muy en el fondo- Mirameba es bueno, se arrepintió, y para congraciarse con Yahvé, sacrificó a un ateneísta muy pesado en Valdemoro, que es lo más parecido que puedes encontrar en Madrid al monte Moriah.
De hecho el sacrificio ritual de ateneístas pelmazos fue lo que llevó a Mirameba primero a los calabozos de los juzgados y luego a las celdas acolchadas de Ciempozuelos, aunque también es justo reconocer que le hizo un favor a la Docta Casa y también se lo hizo a sí mismo: durante las horas de asueto que le ofrecían sus forzados encierros, Mirameba confeccionó su famosa Teoría del Hijoputa, que se estudia ahora en todas las Universidades de Fuera de España (UFE), allí donde no se intenta relacionar el Fuero del Baylío con la Guerra Civil ni las Nuevas Corrientes Historiográficas con el Juez Garzón.
Medibilidad de la Envidia y de la Hijoputez
Mirameba intuyó que lo que los cristianos llaman el Mal es una realidad polifacética aunque responda a un fondo común, el albañal de lo maligno; en palabras de San Juan Crisóstomo, "hay muchos gusanos en la gusanera, pero cada uno lleva un collar distinto". ¿Quién se alegra de las desgracias ajenas? Un hijoputa. La Envidia y la Hijoputez son funciones de lo ajeno, pero la Envidia crea un desvalor mientras que la Hijoputez crea un valor. Me explico:
Envidia: sufro al saber del éxito ajeno
Hijoputez: me alegro de la desgracia ajena.
Luego alcanzaremos mayor felicidad reduciendo nuestra envidia -fuente de infelicidad- y aumentando nuestra hijoputez -fuente de satisfacción- (corolario de Sade).
Por otra parte, si la envidia que yo pueda experimentar me produce insatisfacción, me causará siempre satisfacción saber que los demás me tienen envidia. La demostración de esta proposición es instantánea: el que me tiene envidia es menos feliz, así que si me alegro de la desgracia ajena, me alegraré de que me tengan envidia; en consecuencia la maximización de la hijoputez subsume la máxima envidia ajena, puros néctar y ambrosía para el hijoputa auténtico.
Fórmula del Perfecto Hijoputa
Nota importante: usamos aquí sumas y restas para simplificar, pero en realidad el estudio original de Mirameba utiliza derivaciones, logaritmos, vectores deslizantes y funciones exponenciales que representan el fenómeno con mayor fidelidad. Donde, en las fórmulas, ponemos el símbolo "=" debiéramos poner otros garabatos que no se pueden conseguir en Blogger y que significan "equivale a" o "tiende a" según el caso.
Notación: Fp = felicidad propia; Ep=envidia propia; Hp= hijoputez propia; Fa = felicidad ajena; Ea = envidia ajena. En esta notación consideraremos que la envidia propia es la envidia que tengo de todos los demás y la envidia ajena es la envidia que todos los demás me tienen.
Formulación: Fp es f(Ep,Hp), y
maxFp = maxHp - minEp
2) Por otra parte, y como hemos apuntado:
es decir mi función hijoputa alcanza un máximo cuanto más infeliz es el otro y mayor es su envidia. Luego retomando la primera fórmula:
maxHp = minFa + maxEa
es decir mi función hijoputa alcanza un máximo cuanto más infeliz es el otro y mayor es su envidia. Luego retomando la primera fórmula:
maxFp = maxHp -minEp
es equivalente a
maxFp= minFa + maxEa - minEa.
es equivalente a
maxFp= minFa + maxEa - minEa.
Resulta obvio que si maximizo Ea entonces minEa = 0 y, simplificando, obtenemos la Ecuación del Perfecto Hijoputa:
maxFp = minFa + maxEa
Traducción: cuánto más infelices y envidiosos son los demás, más feliz soy yo.
Esta ecuación es realmente sorprendente porque supone que mi felicidad es función directa de algo que, en principio, no me es propio como son la felicidad y la envidia ajenas.
Pero claro, recuerdo al agudo lector que hemos considerado inicialmente que por envidia ajena entiendo la que los demás me tienen a mí y que, en consecuencia, la felicidad y la envidia ajenas no son variables independientes de mí. En este sentido la intuición de Mirameba es de carácter einsteniano. Al igual que el tiempo y el espacio no son independientes, tenemos algo semejante en el caso de las relaciones de envidia e hijoputez: lo propio no es independiente de lo ajeno. De hecho, la envidia supone la existencia de Otro. No puedo tener envidia de mí mismo aunque sí puedo hacerme putadas (autosabotaje, suicidio, etc.).
Podríamos pensar que la fórmula miramebiana sólo es exacta en el supuesto de que dos sujetos A y B fueran los únicos habitantes del planeta Tierra. A sólo podría tener envidia de B y viceversa. Pero, ¿qué ocurrirá cuando consideremos más individuos? Y es que el inteligentísimo lector intuirá que amén de la envidia que me tienen a mí, los demás pueden tenerle envidia a otros. Ahora bien, si tenemos tres sujetos A, B y C, ¿aumenta la felicidad de A el que B tenga envidia de C? Rotundamente: sí. ¿Por qué? Porque la felicidad de A aumenta en función de la infelicidad de B y como la envidia que B le tiene a C disminuye la felicidad de B, entonces aumenta la felicidad de A. Luego la fórmula miramebiana conserva esencialmente su validez en el caso de tres individuos. Por inducción se demostrará que lo que es cierto para 2 o 3 individuos también será cierto para n superior a 3.
La Teoría del Hijoputa no es en sí misma ninguna lección pero nos abre perspectivas insospechadas hasta ahora sobre el Valor Ofensivo del Dinero, objeto de la segunda jornada de nuestro Seminario.