Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

viernes, 21 de octubre de 2011

Mis cachos íntimos

Hoy quiero hablaros de mis más fieles amigos, que son como yo mismo o, mejor dicho, son yo mismo, verdaderas partes de mí, mis cachos íntimos, mis entresijos.
Les tengo tanto cariño que estos días no leo la prensa, y así no me entero. Hay que cuidarse. Y es que decía Guareschi que hay cosas que el cerebro entiende pero el hígado no; y yo le tengo mucho cariño a mi hígado, nos hacemos compañía desde hace muchos años, y nos pasamos el día juntos. Con los años aprecias más esos fieles compañeros de celda que, contrariamente a las mujeres o los amigos, nunca te abandonan.

Por ejemplo, le tengo mucho respeto a mis cañerías internas, esos humildes pero eficaces intestinos que extraen lo mejor de cada alimento y no dan ninguna lata; amo mucho a mi valiente estómago, cementerio vivo de vete tú a saber cuántas piscinas de leche, cuantos rebaños de vacas y terneras, cuantas piaras de gorrinos, cuántos bosques de lechugas, cuántas arrobas de judías, garbanzos y macarrones, pozo sin fondo, agujero negro de insaciable apetito.
Le brindo verdadero afecto a mis pequeños pero eficacísimos riñones, que cumplen admirablemente su función; calculo que desde que Dios tuvo la ocurrencia de ponerme en este mundo, he debido evacuar cerca de treinta metros cúbicos de doradas aguas, mi pequeño Río Amarillo particular, el Hoang Ho de Luis. Treinta metros cúbicos es una piscina de chalecito.
Tengo, ya lo he dicho, auténtica reverencia por mi hígado, y también por mis pulmones, y por el pobre corazón que late todos los días más de ochenta mil veces, y no falla nunca... El día en que falle, no me enteraré porque unos segundos después, dejaré de estar.
Le tengo un gran amor a mi culo, esa carnosa y firme almohada que llevo incorporada, que me permite sentarme durante largas horas delante del ordenador para escribir idioteces.
Mis piernas son admirables, puedo andar kilómetros y kilómetros con ellas y me sostienen peñas arriba o peñas abajo a pesar de mi nada modesto tonelaje.
Le estoy muy agradecido a la vertebral columna que me sostiene sobre la base firme de mis enormes peanas. Tengo mucho cariño a mis callosas rodillas, mis codos, mi cuello, mi páncreas, mi píloro, mi bazo y hasta a mi ombligo, que todavía no le he visto utilidad pero algún día la averiguaré.
Por gustarme me gusta hasta Ulises, compañero inevitable de correrías, y traidor ocasional, que aunque no me sirve para nada, algo de compañía sí me hace; Ulises tiene ideas propias, un gran sentido de la independencia y el pobre cacarea por la mañana golpeándose el pecho como Tarzán, o se cimbrea cual elegante palmera, inútilmente, dicho sea de paso; pero el muy capullo todavía no se ha enterado...

La verdad es que hace lustros que no paso por la consulta del médico, ni falta que hace; todo me funciona como un reloj, pero no como un reloj cualquiera sino como los relojes de Ángel Manuel García, el Relojero Mayor del Reino, oiga.
Mis ambiciones se reducen a que durante las próximas décadas -la esperanza es libre- pueda seguir tomando mi tanque de café matutino y dormir como un saco de patatas por las noches, condición sine qua non de una salud perfecta. De hecho, como estoy tan harto de oír a los viejos hablar de sus achaques -que si la ecografía de la resonancia y la radiografía de la analítica- he decidido de una vez por todas que siempre estaré sano y de buen humor, hasta el día de mi muerte. ¡Me moriré sanísimo, seré el cadáver más sano del cementerio!
Hubo una época en que amaba a otros, ahora ya me limito a quererme yo mucho. Olé, olá, cada día me quiero más, como unidad de destino en lo universal y como conjunto de partes autónomas pero dependientes. Soy mi propia Península e islas adyacentes, un continente con un contenido que no te quiero ni contar.  Y como en breve no podremos gritar Viva España porque a nuestra patria le queda un telediario, pues yo gritaré, ¡Viva Luis Español! Y que viva por muchos años. Hala.

domingo, 16 de octubre de 2011

Los virtuosos carniceros

Me he pasado la semana pasada leyendo y releyendo las Meditaciones de Marco Aurelio. ¡Qué mente! ¡Qué luminosas consideraciones! Hay en Marco Aurelio una versión pagana de la caridad y un elogio constante de la paciencia. Muchas debieron ser las virtudes de aquel emperador, admirablemente educado primero como joven patricio y luego como heredero del Imperio.
Y sin embargo, fue durante su imperio cuando los primeros cristianos de las Galias, recibieron el martirio. En el año 177, para ser más exactos -Marco moriría en el 180- los Mártires de Lyon conocieron en su pobre y sufrida carne cuánto dolor podían infligir el emperador filósofo y sus secuaces a quienes no comulgaban con lo oficial. Resulta conmovedora la lectura de la Carta de los Mártires que reprodujo mucho tiempo después Eusebio (puede leerse aquí una versión francesa bilingûe con el original griego).

Hablamos del año 177 como podríamos hablar del 2011 en que la fe cristiana es perseguida en tantas naciones. Durante toda la semana hemos recibido noticias del martirio de los coptos egipcios entregados a la fiera islamista. El progreso es una farsa y la historia una interminable repetición.



Pienso también en Maximilien de Robespierre, aquel jurista cuyo apellido ha quedado para siempre ligado al Terror. Y sin embargo, recibió en vida los títulos de Virtuoso e Incorruptible. Para saber, más allá de la propaganda, lo que pensaba ese individuo, basta con leer su Informe sobre los principios del Gobierno Revolucionario, discurso claro, contundente y florido que pronunció un día de Navidad, para más Inri. Ah, perdón, no, que la Revolución abolió la Navidad, era el día 5 del mes de Nivose del año II de la Revolución...
Es curioso como Satanás siempre ha sabido revestirse de virtud. Virtuosos filósofos, virtuosos emperadores, virtuosos pontífices, virtuosos políticos, virtuosos caudillos, todos ejemplares carniceros. Calvino, Lutero o los Papas que combatieron, ¿qué enseñaron si no es a matar y odiar en nombre de Cristo? ¿Qué lecciones pueden darnos los fanáticos popes de las iglesias ortodoxas?
Y los virtuosos laicos, los grandes socialistas que han perseguido hasta la muerte todo aquello que diferencia el hombre de la bestia, su espíritu, su fe, su esperanza, su libertad, su arte, ¿qué lecciones nos pueden dar?
Afortunadamente, la testaruda vitalidad de la fe resucita aquello que se pensaba exterminar y erradicar para siempre, y comentamos aquí la reconstrucción íntegra de la catedral del Cristo Salvador en Moscú.
Y pronto, de aquellos virtuosos carniceros sólo podremos repetir la lapidaria sentencia de Séneca: [...] muy pronto se habrá olvidado todo lo de sus verdugos, hasta sus crímenes, que fue lo único que les conquistó fama (Consolación a Marcia).

miércoles, 5 de octubre de 2011

Nunca más la guerra... espero.


¡La guerra! Uno de los jinetes del Apocalipsis... Los dichosos jinetes que los teólogos no saben cómo interpretar. Uno de los pocos símbolos apocalípticos que no parece dudoso es el del caballo pardo: "Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: Ven. Salió un caballo pardo; al jinete le encargaron que retirase la paz de la tierra, de modo que los hombres se matasen. Le entregaron una espada enorme".
 La más segura fórmula para sufrir una guerra consitse en exhibir la propia debilidad. Yo no sé cómo está de verdad nuestro ejército, ni cuáles son las intenciones del sátrapa marroquí. Al fin y al cabo la ministra saliente sancionó a unos militares españoles por poner una bandera española en un monte español y todas sus aspiraciones se reducen a organizar cursillos sobre las diferencias de género en el ámbito artillero, que supongo que pepinazo es una expresión machista, retrógrada y discriminatoria.

Dejando de lado a los chifladoz y zuz miniztroz, podemos hacernos una serie de preguntas: nuestro ejército, ¿está bien? ¿Tiene los medios necesarios para defendernos? ¿Cómo anda de ánimos? ¿Qué ocurriría si nos ataca Marruecos?

Hace trece siglos, en el 711, los moros invasores no necesitaron de grandes batallas ni escabechinas: les bastó llegar a acuerdos con los nobles locales, que los privilegiados son sangre de Judas y carne de traición. Si Marruecos atacara, ¿podemos fiarnos de lo que harían los amos de algunas autonomías? ¿Entregaríamos Alicante, Canarias, Ceuta o Melilla con la misma facilidad con la que entregamos el Sahara?

El otro día oí al inmenso Juan Pando recordar en la radio algunas duras realidades acerca de la guerra, mientras evocaba la increíble matanza de la I Guerra Mundial: las guerras no paran por la noche, ni los fines de semana; las guerras matan, y mucho.

 Otras generaciones han conocido la peste, el hambre, la guerra... Mi generación es la primera de la historia de Europa que no ha conocido ni la guerra, ni la peste, ni el hambre.. Me gustaría que siguiera siendo así.

Los militronchos son gente seria, sobre todo los que tienen en su hoja de servicios el "valor acreditado" de quien ha vivido situaciones esdrújulas; nadie más razonable ni pacífico que quien ha visto y olido los cuerpos destripados y despedazados en un campo de batalla. Es un olor que te acompaña el resto de tu vida...

En cambio los que montan guerras  u organizan cacaos que sólo pueden desembocar en guerras suelen ser gente que no ha hecho ni la mili y para la que las batallas son un remedo infantil, una especie de videojuego que les permite jugar a los soldados.

Recuerdo a este respecto que cuatro días antes de la ofensiva americana en Irak, el 16 de marzo de 2003, el Papa Juan Pablo II, durante el rezo del Ángelus improvisó un discurso tan sentido como sencillo que se resume en "Nunca más la guerra".
"[...] io appartengo a questa generazione che ricorda bene, ha vissuto - e grazie a Dio  sopravvissuto - a [la] seconda guerra mondiale, e per quest, per questo ho anche il dovere di ricordare a tutti questi giovani, più giovani, che non hanno questa esperienza, di ricordare e di dire, mai più la guerra".
Traducido viene a ser:
"Debo decir que pertenezco a esa generación que recuerda bien haber vivido y gracias a Dios, sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, y por eso tengo el deber de recordar a todos estos jóvenes, más jóvenes, que no tienen esa experiencia, de recordar y de decir, nunca más la guerra.
Puede oírse en esta grabación la voz del viejo Karol, con su pila de años, su Parkinson a cuestas, y toda la lucidez de su experiencia.

El Papa se autoplagiaba. Ya había, en enero de 1991 leído una oración en el mismo sentido.
No pretendo con estas palabras decir que todas las guerras son malas: las hay si no justas, al menos necesarias, pero antes de soltar los caballos del Apocalipsis, conviene pensárselo y dar voz a quienes por su experiencia y vocación son los primeros interesados en mantener la paz; me refiero, claro está, a los militares.