Las peleas en la cúpula del Partido Popular permiten albergar esperanzas de ascenso a los mandos intermedios.
Queridos hermanos en Cristo y herejes adyacentes, sé que algunos de vosotros, ante las peleas del PP madrileño, lejos de entristeceros, os regocijáis infinito.
Queridos hermanos en Cristo y herejes adyacentes, sé que algunos de vosotros, ante las peleas del PP madrileño, lejos de entristeceros, os regocijáis infinito.
En verdad, en verdad os digo que las polémicas intestinas atufan mala cosa, porque ya se sabe lo que acarrean los intestinos, pero vosotros, extraviados por la ambición, me contestáis que os huelen a gloria, que toda agonía es promesa de herencia y que la única forma que tenéis de subir se cifra en que los de arriba, como los lemmings, acaben suicidándose en masa.
El enésimo asalto del combate entre Kid Espe y Gallardator resulta aburridísimo. Pero sé que a vosotros os entretiene, pérfidos. No me engañáis: os maliciáis de que si todos los superjefes se aniquilan por ahí arriba, habrá sitio para gente nueva, que los que no cuentan para nada debieran regalar a los galácticos algún tipo de arma letal para que se dieran bien y a gusto, y que no quedara ni uno, sólo nuestros amiguetes y contactos, los que subirían con nosotros para crear una nueva nomenklatura... ¡Es legítimo soñar!
Me confesó ayer un amigo, noble y bueno, pero víctima de nefandos apetitos, que cada vez que ve pelearse al Sanedrín genovés, su culo se agita, le empieza a hablar y a contar cosas; resulta que su culo tiene vocación de poltrona, y que a través del tiempo y del espacio, él adivina que quizá lejos, o quizá muy cerca, le espera la Gran Poltrona de su Culo, la Madre de todas la Poltronas, la que Dios pensó para él antes de todos los tiempos, y al meditar sobre la posible simbiosis entre sus poderosas nalgas y el fino cuero repujado old england, el tío se me pone místico; ayer, comentando lo de Cobo, y ante la perspectiva de un genocidio en las alturas del partido se le iluminó la cara, y llorando me recitó: Mi cargo, las montañas, los euros sonorosos...
Y además de ambicioso, impaciente; el otro día me insistió en su viejo argumento de que las decapitaciones y cargotomías deben ser instantáneas y no prolongarse ad libitum, haciendo sufrir al reo en el corredor de la muerte y decepcionando al personal.
Debierais tomar ejemplo de nuestro Sr. Presidente, hombre cabal y buena persona. Sólo malévolos desinformados podrían llegar a pensar que las peleas del PP producen infinito regocijo y sana alegría en Ferraz y Moncloa. ¡Es mentira! Sé de buena tinta, que cuando llegan a los finos oídos del Sr. Rodríguez las noticias de Madrid, nuestro amado caudillo le reza una jaculatoria a la Virgen de la Paz: "Señora, no saben lo que hacen, ilumínalos" y los encomienda al Corazón de Jesús. También sé, porque he visto fotos, que en esos rezos le acompaña el Sr. Blanco, que contrariamente a una infundada reputación, sólo quiere lo mejor para el PP.
No sé por qué esta mañana recordé aquellas palabras de Mirameba, que me confesó un día, saliendo del Ateneo, que quería adoptar una poltrona: "Luis, imagínate esa pobres poltronas melancólicas que cantan en las noches de invierno Et maintenant, que vais-je faire, maintenant que tu est partie..., piensa en ese cargo, en esa responsabilidad que nadie asume, en esa nómina solitaria ¿tendrás corazón para abandonarla, estómago para rechazarla? ¡No! ¡Mil veces no! No podemos sustraernos a nuestra obligación moral, nuestro compromiso ético con esos asientos hambrientos y sedientos de culo, esos sueldecitos que nadie gasta, esos euros desperdiciados. Primero hemos de adoptar la poltrona solitaria; y luego como desinteresados padres, tutores y curadores, administrar la nómina correspondiente. No debemos abandonar una poltrona, ¡ella no lo haría!"
Pero algo raro ocurrió esta mañana; tras leer las noticias de Madrid, del Ayuntamiento, de sus pompas y sus obras, al afeitarme noté que me habían salido muchos pelos y que la cuchilla no avanzaba sobre la piel; me creeréis o no, pero se me erizaron hasta las canas, cuando en el espejo vi reflejada la espantosa sonrisa de una hiena.
Luis Español Bouché