Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

martes, 14 de octubre de 2008

Liberales sí, franquistas no

Criticar una postura no significa elogiar la contraria

No quisiera tener que repetir lo que ya expresé en un artículo sobre la Memoria Histórica. Precisamente, lo que menos le perdono al actual gobierno, además de su desprecio por la vida de los no-nacidos, es su morbosa tendencia a evocar la España del 36 en lugar de  resolver los problemas de la del 2008, dando alas a aquellos que viven en el pasado o del pasado.

Dos Españas igual de mentirosas

El revisionismo que nos pinta una II República celestial y una izquierda inocente de toda culpa, ha despertado a los revisionistas azules, a los propagandistas de Franco, de sus pompas y de sus obras, que le ponen cuernos y rabo a los republicanos. Ambos revisionismos son igualmente mentirosos y fanáticos, y cada cual tiene su hinchada, su público y sus lectores

Franquistas de razón, de corazón y sociológicos
Así, en España quedan todavía millones de personas con sentimientos franquistas. Se trata de gente que realmente cree que Franco hizo cosas bien, que nos salvó del comunismo internacional y tal. Muchos de ellos han vivido en directo o a través de los relatos de sus familiares las atrocidades cometidas en la “zona republicana” —en particular la persecución anticlerical— y recuerdan conmovidos el momento en que se acabó aquel terror y empezó el otro, el que no les afectó a ellos, sino a los vencidos.
La gran mayoría de los franquistas en España son franquistas de corazón. Se suman a ellos un puñado de franquistas de razón, empezando por los más respetables que son los bien nacidos, es decir, los agradecidos: de todos los que hicieron buenos negocios gracias al Régimen, algunos, demasiado pocos, tienen el pudor de no hablar mal de quien les hizo ricos. Finalmente existen numerosos franquistas sociológicos: los últimos quince años del Régimen, merced a los gobiernos tecnócratas, fueron prósperos. España creció, se asentó la Seguridad Social, se consolidó una clase media y pudieron regresar los millones de emigrantes que el primer franquismo, el de la autarquía, había condenado al exilio económico.
En aquella época el trabajo era seguro, el paro mínimo, no existía la delincuencia callejera y se podía uno comprar un piso con el sueldo de dos o tres años, mientras que ahora es imposible, como patentiza la actual crisis. Resulta lógico que ese periodo sea recordado con simpatía por muchos de quienes lo vivieron, simpatía a la que no es ajena la nostalgia por la juventud perdida, con sus playas, sus moças de corpo dourado y las mejores canciones de toda la historia. Para la mayoría, los sesenta fueron años alegres

La España de hoy también es la España de Franco
Los sentimientos pertenecen al ámbito privado, pero los artículos de opinión no. Nuestro compañero en liberalismo, Pedro López Arriba, se quejaba del tufo profranquista de un artículo publicado en Asturias Liberal. Leído el artículo de marras la verdad es que me molesta más que se llame cobardes a los vencidos en la Guerra Civil que la exaltación de un personaje como Franco, dado que la España de hoy es la España de Franco, nuestro Rey es su sucesor y la estructura económica y social de nuestro país es en gran parte la que heredamos de 37 años de dictadura que son 37 años de historia de España, nos guste o no.
La Transición no fue una ruptura con el franquismo, fue un cambio a otra cosa desde el franquismo oficial. La genialidad de la Transición consistió en que un ex-ministro de la dictadura como  el Sr. Fraga se compraba un bombín en Londres y se nos convertía en demócrata, mira tú qué bien; en que el marqués de Paracuellos se volvía jovial y simpático y en que el carnicerito de Málaga, siempre tan sensible, dejaba caer una lagrimita al anunciar la muerte del dictador. Reconozcámoslo: la Transición fue una comedia estupenda, un milagro permanente que deja corto al de Santo Domingo de la Calzada, cuando cantó la gallina después de asada. Lo fascinante de la Transición es que si hubiera que repetirla, probablemente habría que seguir los mismos pasos, esa mezcla de cinismo y de amnesia, pero sobre todo de inteligencia, que permitió traer el sin duda mejorable pero nunca bastante alabado régimen de libertades que todavía disfrutamos.

El facherío que se presenta como liberal

Uno de los fenómenos más preocupantes del liberalismo español es la cantidad de fachas que, para hacerse con algún tipo de tarjeta de visita presentable, no dudan en presentarse como liberales. Como el facherío ha sido incapaz de crearse una base política sólida —hay tantas Falanges como falangistas, ni se sabe cuántos partidos carlistas y luego un buen montón de gente rara que pega voces— los fachas se apuntan a lo que encuentran y se infiltran donde les dejan. Debiera ser obvio que no se puede ser franquista y liberal al mismo tiempo. No existe un fascismo liberal igual que no existe un socialismo liberal, ni un comunismo liberal, ni un carlismo liberal. Los estatalismos y los integrismos sólo a regañadientes toleran la libertad. Ya he recordado aquí el aborrecimiento de los “nacionales” por los liberales y cómo acuñaron aquel horrible mostrenco, demoliberal, que siguen utilizando algunos catedráticos de derecho político españoles, no precisamente ilustrados.

Antifranquistas... después de Franco

Escribir contra Franco en el 2008 suena a exhibición de Capitán Araña. Antifranquista había que serlo en 1938, 1948, 1958, 1968 y si me apuráis, incluso en 1978. Pero el artículo dominical de Pedro López Arriba —que, por cierto, fue antifranquista en tiempos de Franco y tuvo el honor de ser procesado por el TOP en el 75— nos recuerda que si Franco ha muerto, su club de fans sigue vivo y que los liberales tenemos la obligación de marcar posiciones si no queremos que un anti-izquierdismo global acabe asimilándonos con el facherío.



El peculiar patriotismo de Franco
En primer lugar, nunca he comprendido que personas patriotas y leídas alaben el patriotismo de Franco, y no me refiero sólo a la gran traición que supuso el Glorioso Alzamiento Nacional. Franco fue un general que utilizó cuerpos de élite de nuestro ejército como Legionarios y Regulares para matar españoles, que organizó una Cruzada a base de tropas moras, que instauró una interminable represión y que acabó con la Edad de Plata de la cultura española; Franco fue un africanista que no dudó en ceder el Rif a Marruecos —incluido el Gurugú, regado de sangre española— dejando inermes a Ceuta y Melilla, y que para hacerse aceptable no dudó en ofrecer a los Estados Unidos un montón de Gibraltares en forma de bases americanas. La España franquista ocultó la guerra de Ifni, fue incapaz de conservar el Sahara con sus valiosísimos fosfatos y regaló al ínclito Macías y a su familia la más rica provincia de África.
El patriota Franco ganó su guerra contra los otros españoles, pero perdió la totalidad de sus aventuras exteriores, empezando por la invasión de Rusia como socio vergonzante de Hitler, siguiendo por el ya referido Ifni y acabando con el Sahara, cuando ya no era más que un espectro pero gobernaba en su nombre Arias Navarro. Trituró el ejército peor que cualquier Azaña, humillándolo, convirtiéndolo en una especie de gran policía armada, sin recursos ni medios.
Esa brillante política impidió que España ingresara entonces en una alianza entre iguales como la OTAN, así que tuvimos que subordinarnos a un mero papel de comparsa de los EE.UU. Dicho vasallaje fue incapaz de conseguir para nuestra patria ayudas equiparables a las del plan Marshall, y España tuvo que esperar a que transcurrieran veinte años de autarquía para recuperar el nivel económico del que gozaba en 1936.

Algo bueno hizo Franco, y es que su régimen salvó más judíos que cualquier otro país de Europa y acogió a miles de pieds noirs huidos de la saturnal argelina, como subraya Gastón Segura en un libro estupendo. No deja de resultar asombroso que el mismo régimen que amparó a miles de hebreos en Hungría, entregara sin embargo a miles de republicanos españoles —mujeres y niños incluidos— a los hornos de Mauthausen. Hasta allí llegó el patriotismo de Franco: no sólo exterminó él mismo a millares de españoles sino que toleró que una nación aliada y amiga, la Alemania de Hitler, acabara con la vida de miles de compatriotas en sus campos de exterminio… Con patriotas como Franco, ¿quién necesita traidores?



Franquistas y chaqueteros

Añadiremos que el análisis del franquismo permite decir que lo peor de Franco no fue, con todo, el propio Franco sino el franquismo oficial, esa gusanera de camisas azules que evolucionaron en demócratas y que fueron los padres de la Transición. Los que despedazaron España en nombre del principio autonómico eran los mismos de la España Una, chaquetas viejas que supieron renovar el vestuario, afeitarse el bigote y dejarse la barba progre…
Para concluir esta larga diatriba, afirmo que condenar el franquismo no significa ensalzar al régimen derribado por la Guerra Civil ni aplaudir a ningún chequista. Condenar las matanzas y asesinatos llevados a cabo en la “zona republicana” tampoco significa extender una patente de inocencia a los franquistas.
Pero eso resulta difícil de entender en España: corazones duros y molleras de granito.
Luis Español Bouché
Publicado el 14.10.2008 en Asturias Liberal

lunes, 7 de julio de 2008

La libertad como sensibilidad: Guillermo Oncíns

El liberalismo es ante todo la expresión política de una libertad personal.

El confuso significado del término "liberal"
La palabra liberal la usan hoy día franquistas impenitentes, sicópatas austriacos, constructores marbellíes o la infecta ralea que defiende la prostitución infantil o la venta de órganos humanos en nombre del libre mercado. Liberales se consideran los que amparan a la dictadura china en nombre del progreso económico, hay esclavistas liberales, explotadores liberales, criminales liberales, para los cuales el dinero es el alfa y el omega de cualquier ética y de cualquier moral; y me han dicho que Hannibal Lecter estaba pensando en crear un partido liberal.
También se autonombran liberales los medios que confunden la crítica de la izquierda con el elogio de la ultraderecha. Los liberales de verdad, en España, somos muy pocos, cuatro gatos y pare Vd. de contar. A nivel mundial el liberalismo ha muerto, es un significante con demasiados significados y para mí ya sólo es un sentimiento, una sensibilidad, una forma de abrirse a un mundo que brinda generosos racimos, un mundo lleno de libros que leer y de quesos por probar, un mundo en el que caben las blancas playas tailandesas y los campanarios toscanos, un mundo de amores y de sabores, lejos, muy lejos, de la gris uniformidad de nuestros gulags culturales. No sé si existirá una estética liberal pero uno de los grandes maestros del liberalismo, Edmund Burke, indagó acerca de lo sublime y de lo bello; y lo que parece claro es que el eclecticismo es una consecuencia de la libertad personal. Vaya Vd. a ser ecléctico en Corea del Norte y luego me lo cuenta…


Guillermo Oncíns: una personalidad única
Un representante de esa sensibilidad podía ser mi amigo Guillermo Oncíns, que se reunió con el Gran Cocinero del Universo el 7 de julio del 2007, hace justo un año.
A Guillermo le pilló la muerte en su casa, su guarida sentimental, en cuyas paredes había colgado sus amores: masones célebres, pastores evangélicos, fotos de sus familiares, imágenes de algún monarca, y una habitación entera para su biblioteca, el corazón de su casa. Su vida giraba alrededor de varios ejes: su familia, la masonería, su iglesia y un montón de libros que atesoraba en su estupenda biblioteca. Ateneísta, espíritu curioso, devorador y bibliófilo, maniático de las encuadernaciones, al cabo de los años hablaba español, árabe, francés, inglés, ruso, portugués, griego moderno, griego clásico, italiano, búlgaro, rumano, algo de armenio, algo de hebreo...  Y aunque traducía a Ovidio de corrido y podía improvisar versos latinos a voluntad, sólo le interesaban las lenguas vivas. Poseía un extraño don: si dejabas a Guillermo un mes en mitad de Asia Central o en la jungla de Borneo, seguro que al cabo de los treinta días aprendía el idioma local, fuese kazajo o dayako. En España sólo he conocido a alguien con esa capacidad, el padre Moreno Reixac (S.J). ¿Quién sino Guillermo era capaz de coleccionar antiguas biblias en eslavo eclesiástico, biografías de santos armenios, novelas de Kipling y discursos de Castelar? ¿Quién podía emocionarse con una procesión de religiosos montenegrinos, rememorar al gallardo rey Óscar llevando la estrella amarilla o relatar con todo detalle su propia visita al monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí?
Guillermo sentía auténtica pasión por el mundo judío, pero también por las iglesias ortodoxas o los musulmanes ahmadíes. Viajero infatigable, jefe de carga, durante años de una compañía aérea, Güili recorrió el mundo de polo a polo descubriendo recetas nuevas y cultos misteriosos y siempre quise verle escribir un libro, “Oraciones y ollas” dedicado a esas dos grandes emanaciones culturales del Hombre: la Cocina y la Religión.
Su poderosa personalidad sólo podía generar envidia en los mediocres y en los grises; pero también le conquistó adhesiones inquebrantables. He conocido a pocos como Guillermo, o para ser más justo, no he conocido a nadie como él. Creo que se daba cuenta del enorme respeto que sentíamos algunos por su persona y por eso nos aguantaba, porque le escuchábamos. ¡Tenía tanto que decir, tanto que contar! Cuando nos veíamos, me hablaba de mundos que yo desconocía, de aquel universo suyo de logias y de rituales, de los países que había visitado y de los platos que se había zampado… Recuerdo sus carcajadas cuando me enseñó aquella canción de los carlistas que tiraban al suelo las biblias de los misioneros protestantes: “Fuera fuera protestantes, fuera fuera de la nación, que queremos ser amantes del Sagrado Corazón”. Sus convicciones reformadas eran tan firmes como su fe en la monarquía o en los Estados Unidos, país que idolatraba. Guillermo se sabía páginas enteras de la Biblia y conseguía conmoverme con alguna cita oportuna del Libro. A Guillermo el mundo de hoy le parecía un jeroglífico: hombre enamorado de la vida, no podía comprender el aborto, y en la cadena que le sujetaba al pasado, cada eslabón era un sentimiento. En su cabeza la monarquía era algo serio y las princesas eran primas de las hadas; un día me espetó: “Luis, yo soy de otro tiempo, de cuando los hombres eran hombres y los reyes eran reyes”. Sin embargo, ese “hombre de otro tiempo”, lejos de entrar en bucles sentimentales, sabía utilizar Internet, recibía y mandaba correos electrónicos de medio mundo, participaba en foros armenios o sefardíes, compraba sus libros en línea, se interesaba por todo, sin disciplina de ningún tipo, con la pasión de su ilimitada curiosidad.

Ideas políticas versus sensibilidad
Sus ideas políticas no tenían nada que ver con su sensibilidad, Güili era más bien carca y contradictorio —¿quién no ofrece contradicciones?— pero su actitud abierta ante la vida decía bien alto que la libertad consiste, ante todo, en la posibilidad de elegir, en esa libertad interior al lado de la cual las libertades políticas son como mucho una coartada, apenas un pretexto, ni siquiera una excusa.
El tan criticado régimen de libertades que hoy disfrutamos en nuestra sociedad abierta occidental permite que personas de distinta fe, gustos y creencias, personas difíciles de etiquetar, y categorizar, puedan vivir sin miedo y desarrollar sus vocaciones, atendiendo a sus gustos y manías. Convendría recordarlo.

Luis Español Bouché
Publicado el 7 de julio de 2008 en Asturias Liberal.

lunes, 14 de abril de 2008

Adiós al Ministerio de Medio Ambiente


Un gobierno del PSOE acaba con un Ministerio de Medio Ambiente creado por el PP.

Todos saben que los sapos son grandes filósofos. Con sus labios espesos, sus párpados hinchados y su mirada indescifrable, mi viejo amigo Colás se parece mucho a un senador americano de la vieja escuela, como el Charles Laughton de Tempestad sobre Washington. Colás vive en una charca del Guadarrama y se pasa horas y horas quietecito sobre su nenúfar tomando el sol; sólo se molesta en moverse para zamparse una mosca despistada. Durante todas esas horas de quietud, Colás reflexiona y medita como un yogui en las orillas del Ganges. El otro día me decía el bueno de Colás: “Algo se cuece en Medio Ambiente”, y acto seguido chupó el puro y apuró la copa de coñac. Y, efectivamente, el relativamente nuevo gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero se inaugura con una serie de sorprendentes decisiones, siendo una de ellas la disolución del Ministerio de Medio Ambiente, que pasa a integrarse en el de Agricultura.

Insuficiencia de los clichés "derecha" e "izquierda"

España es el mundo al revés, y un carnaval permanente. No me diga nadie que había previsto que algún día Almería iba a saciar la sed de Barcelona. Los que sabían que la derecha española es golpista, y militarista, ¿se olían acaso que Aznar suprimiría el servicio militar obligatorio? Los que sabían que nuestra derecha es machista y paternalista, ¿cómo se explicaron que las primeras mujeres en presidir el Congreso y el Senado fueran, respectivamente, Rudi y Aguirre, abominables criaturas del Partido Popular? Finalmente, se supone, también, que la derecha española, ese cáncer de la civilización, se come cada mañana un filete de oso panda mientras arrasa el último hayedo para poner en su lugar un campo de golf y una estación de esquí. ¿Quién iba a decir que con el mismo gobierno Aznar surgiría el Ministerio de Medio Ambiente? Fue la primera de sus ministras, doña Isabel Tocino quien, por cierto, firmó el protocolo de Kioto.
Mira tú qué cosas, ahora resulta que el segundo gobierno Rodríguez Zapatero ha suprimido el Ministerio de Medio Ambiente, incorporándolo a un Superministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación, Medio Ambiente y de los Grandes Expresos Europeos. Para disimular le han puesto el Medio Ambiente delante, ahora el engendro se llama Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, que de entrada es una solemne tontería puesto que el medio rural y el marino son parte del medio ambiente general. Es como hacer un Ministerio de la Fruta, las Peras y los Higos.

Regreso al pasado

Se trata de un virtual regreso al pasado: antes del primer gobierno Aznar, las funciones y competencias que asumiría más tarde Medio Ambiente estaban dispersas entre el Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, y el Ministerio de Agricultura. Aquel Ministerio verde vino al mundo, cargado de esperanzas, un 5 de mayo de 1996. Unas semanas más tarde, un real decreto de 21 de junio precisaba sus competencias en materia de conservación de la naturaleza y parques nacionales. Vale la pena recodar las que son o más bien fueron:

  • Formulación de los criterios básicos para la ordenación de la flora, la fauna, los hábitat y ecosistemas naturales; elaboración de disposiciones generales en relación con dichas materias, así como la coordinación con las Comunidades Autónomas para su aplicación.
  • Estudio e inventario de los espacios naturales, de las especies amenazadas, de los ecosistemas y elaboración del banco de datos de la naturaleza, al objeto de mantener y reconstruir el equilibrio biológico y establecer planes coordinados de recuperación de la flora y fauna silvestres, en colaboración con las Comunidades Autónomas.
  • La declaración de impacto ambiental, en los términos previstos en la legislación vigente.
  • Realización de estudios y estadísticas en materia de conservación de la naturaleza
  • La elaboración, en colaboración con el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, de las disposiciones generales relativas al desarrollo sostenible del monte.
  • La elaboración, en colaboración con las Comunidades Autónomas, de los planes y programas de restauración hidrológico-forestal, reforestación y preservación y mejora de la cubierta vegetal.
  • La colaboración con las Comunidades Autónomas para la elaboración de planes de lucha contra incendios y realización de las actuaciones que correspondan en esta materia.


Leídos esos artículos, ¿habrá quien dude todavía de la necesidad y oportunidad de crear y mantener el Ministerio de Medio Ambiente? El efecto de los referidos artículos fue temperado al diapasón de algunas resoluciones judiciales en el tema de los Parques Nacionales, y algunas reformas posteriores, pero en esencia, se conservó hasta que el día de ayer, Moncloa decidió acabar con él. El pretexto para finiquitar un Ministerio que sólo habrá vivido doce años es la política del agua, dicen los sabios. Que es como decir que la última titular del Ministerio no se ha debido lucir al respecto, ¿no?

Despolitización de la ecología

El final del Ministerio es también la guinda al proceso de despolitización de la ecología, el entierro de una identificación abusiva entre ecología e izquierda. Ya nadie se va a creer que la actitud política respecto de la naturaleza venga definida por derechas e izquierdas. Y eso es bueno, porque la visión partidista de las cosas sólo puede beneficiar a los pescadores en aguas turbias; al contrario, la superación de la perspectiva partidista permite que nos fijemos en los resultados concretos y en los proyectos singulares desarrollados o abortados a nivel local o nacional. La ecología ya no es de izquierdas, lo cual no significa que sea de derechas. Sencillamente, hay políticas acertadas y desacertadas, hay ministros o consejeros eficaces y otros desastrosos; las ardillas no votan por Zapatero ni los urogallos por Rajoy.
La única sombra sobre nuestra optimista perspectiva son los efectos de la memez autonómica: la Generalitat quiere obligar a que las oropéndolas hagan pío pío en catalán y el Sr. Touriño pretende convertir Lugo en puerto de mar a golpe de decreto. Los ministerios con competencias sobre el suelo, el aire y las aguas se encuentran desarmados ante nuestra genuina imbecilidad constitucional; en el fondo andar cosiendo y descosiendo ministerios no es más que una treta para disimular el fracaso rotundo de la administración territorial de nuestro manicomio nacional.
Lo único que puede interesarnos ya de la política medioambiental es lo concreto: en materia de Medio Ambiente hay que ser como Santo Tomás y poner el dedo en la llaga... Se marchó Narbona, cuya gestión se puede resumir en la disolución del Ministerio. Après moi le déluge, habrá pensado doña Cristina. Pero no hay diluvio, no, sino pertinaz sequía. Cruzo los dedos para que la flamante superministra Espinosa no permita que se demore por más tiempo el Parque Nacional de Guadarrama, un parque que la mejor España viene reclamando desde hace noventa años. Es la última oportunidad...

Luis Español Bouché
Publicado el 14.04.2008 en Asturias Liberal