Lo que más me molesta de este asunto es lo contentos que están los antidemócratas de siempre con el tema de la corrupción. Me refiero a todo el rojerío y todo el facherío, la gente que siempre pone una cara displicente y descreída cuando le hablan de las virtudes de la democracia y que nunca ha luchado por ella; gentuza que desprecia a los demás y sólo cree en el ordeno y mando, en Franco o en esas feroces dictaduras que llaman "democracias populares" o "democracias directas", gentuza que añade sonriendo con sorna la palabra "burgués" o "burguesa" a cualquier progreso y a cualquier libertad.
¡Qué gordos se me han puesto todos los chavistas, falangistas, carlistas, blaspiñaristas y marxistas de toda la vida, todos los capullos enemigos de las urnas! ¡Como reluce su abultada tripa al sol de tanta amarguísima noticia! ¡Cómo les brilla el hocico de pura satisfacción!
Los chorizos, las sabandijas y sus jefes -del ex-Rey abajo, que por lo visto eran todos mudos sordos y ciegos, en el supuesto de que no trinquen también, de que no sean los mayores trincones- le han hecho a nuestra patria, a su proyección y a su imagen un daño que con ser gravísimo, no es tan grande como el asesinato de la ilusión de los jóvenes en los que se cifra nuestro futuro, que mientras preparan las maletas para largarse se convencen a sí mismos de que la democracia es sinónimo de corrupción y que España no tiene remedio. Y los que ya no pueden largarse se disponen a entregar su voto y su futuro a quienes montarán la primera dictadura chavista de Europa. Y si no, al tiempo. Yo sólo le digo a todos, ¡Viva España! La mía, la tuya, la nuestra, la de los que vivimos de nuestro trabajo... Viva la España de los patriotas de verdad, los chavales es-tra que estudian y trabajan, los padres que crían y educan y quieren a sus hijos, los hijos que se ocupan de sus padres mayores. ¡Viva España! ¡Viva mi España! Viva la España de los que no colocamos amiguetes y primos en el Consejo de Bankia, de los que seguro que no tenemos un jaguar en el garaje, pero si lo tuviéramos, lo veríamos. ¡Viva España! Y para que España viva tenemos que hacer el vacío a todos los corruptos, del ex-Rey abajo, a todos los ministros que se han callado, a los ex-jefes de gobierno que no tomaron medidas para acabar con esta sangría. El vacío.
Yo no tengo un duro, no tengo cargos y vivo al día; mis únicas armas son mi voto -en las elecciones- mi aprecio -que no regalo a quien no lo merece- y mis amigos.
No quiero que me presenten un solo ministro o consejero de ninguna comunidad. No quiero estrechar la mano repugnante de quien roba o deja robar. No quiero simular por educación o buenos modales mi total y absoluto desprecio por los ladrones del futuro, los saqueadores de la ilusión. Tendrán mi voto, quizá, pero no mi respeto, ni mi admiración.
Y no me callo. Releamos a los clásicos y sea Quevedo nuestro bardo: “No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca o ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo. / ¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”.