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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

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jueves, 8 de julio de 2010

Valor nutritivo de una gorra

Para ver fútbol es aconsejable el uso de ropa comestible

Los que me conocen saben muy bien que no veo fútbol en directo, y más estando de por medio una selección nacional. En 1998 pasaba el mes de julio en Francia y me perdí deliberadamente la final del Francia-Brasil, para ahorrarme el infarto correspondiente; hasta ahora sólo he visto de la selección española quince minutos del España Paraguay y ayer unos ocho minutos del España Alemania.
Conócete a ti mismo, dijo el sabio, y la verdad, desde aquel España Malta memorable en que me revolqué literalmente por el suelo y medio desfondé a saltos el sofá del salón, tomé la resolución de renunciar al fútbol, a sus pompas y a sus obras, porque esos partidazos representan para mi alma futbolera una adicción tan destructiva como pueden ser las copas para el alcólico* o la farlopa para Maradona.
Hablando de adicciones, confieso que de niño apreciaba mucho el sabor de alimentos exóticos como las tizas de la pizarra o las gomas Milán, aquellas que olían a nata y que devoraba con fruición entre cuentas, lecturas y dictados.
Esa mala costumbre de comer cosas insólitas en momentos de distracción no he conseguido quitármela del todo. También es cierto que no era el único en casa, ya que mi gato Mejillón era un gran cazador de calcetines. Mejillón acechaba el momento en que te dejabas medio abierto el cajón, y luego se dedicaba a la delicada pesca del calcetín, y una vez  que cobraba alguna presa, la llevaba hasta su platito de croquetas y de vez en cuando masticaba algo a su víctima, aunque nunca llegara a tragársela.
El caso de Mejillón no es excesivamente raro; los bichitos que acompañan nuestras vidas tienen una gran afición por los alimentos más variados: hay perros que se han comido tarjetas de crédito, memorias usb o pelotas de tenis. Y otros animalitos menos afectuosos, como los tiburones blancos, son grandes aficionados a mordisquear tablas de surf. Lo malo es que de vez en cuando se meriendan también al surfista.
Ayer durante los escasos minutos que dediqué a la mayor ocasión que vieron los siglos, tuve la oportunidad de comerme una gorra -bueno, exagero, de mordisquear la visera-  y me dejó mal sabor de boca. La ropa ya no sabe como antes, y dudo mucho que ningún tipo de sombrero tenga las proteínas, vitaminas y minerales recomendados por los nutricionisas.
Como no quiero guardar egoístamente mis ideas, os hago una sugerencia, por si podéis convertirla en dinero:  puesto que la ropa se hace básicamente en China, ¿no podrían los fabricantes añadirle algún tipo de sabor a los tejidos? ¿Estaría bien una camisa con sabor a tallarines fritos con gambas o costillitas de cerdo? De este modo, los temperamentos nerviosos podríamos unir lo útil a lo agradable y alimentarnos correctamente mientras duren los partidos. Ya en su día se lanzaron unos calzoncillos comestibles para parejas divertidas, o el Candy Bra compuesto de caramelitos; no habría más que extender la idea a los pantalones, camisas, jerseys de punto, etc.
Podría yo -pensará alguno- optar por ver desnudo los partidos, para evitar la ingesta de fibras artificiales, pero no sé si no acabaría hincándome el diente y devorando el brazo hasta el codo en un momento de distracción.
Ante la duda, el próximo domingo procuraré ir al cine. Es más agradable el sabor de las palomitas.

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* ¿Por qué escribir alcohólico si todos pronunciamos alcólico?