Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

Mostrando entradas con la etiqueta alfonso XIII. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta alfonso XIII. Mostrar todas las entradas

jueves, 22 de octubre de 2009

Memoria histórica del colegio Reina Victoria

Un siglo de enseñanza en Madrid

El Ayuntamiento de Madrid quiere devolver su primer nombre a la centenaria escuela Reina Victoria, hoy Colegio Público General Mola.

El Distrito de Salamanca ha iniciado los trámites para devolver su nombre al centenario colegio Reina Victoria, memoria viva de un siglo de evolución pedagógica, vicisitudes políticas y progreso social. No se trata tanto de aplicar las disposiciones de la Ley de Memoria Histórica como de rescatar del olvido los albores de la enseñanza pública en la capital.

Origen de un colegio

El origen remoto de ese centro -cuya historia contamos en una obra todavía inédita- se encuentra en la voluntad de la reina María Cristina. La Regente quiso conmemorar la mayoría de edad de don Alfonso XIII con una obra digna y fructífera: la inauguración de diez colegios públicos en Madrid. Consiguió convencer al Alcalde de la capital, entonces Alberto Aguilera, y al primer teniente de Alcalde, Eduardo Vincenti, que se adhirieron al proyecto con entusiasmo. No fue fácil vencer las inercias esterilizadoras: de todos los colegios proyectados salieron adelante sólo tres, y uno ellos el sito en el hoy número 61 de Príncipe de Vergara, cuya primera piedra se puso a las seis de la tarde del 13 de mayo de 1902, con toda solemnidad.
La inauguración del colegio, hasta entonces innominado, previsto para 288 niños y 100 adultos en clases nocturnas, rubricó las fiestas conmemorativas del matrimonio de Alfonso XIII, y se le puso entonces el nombre de la real consorte. No fue fácil reunir los fondos; el donativo más importante fue el de los terrenos, valorados en 40.000 pesetas -de las de entonces- que hizo Eugenio Esteban y Fernández del Pozo, segundo marqués de Torrelaguna. Los vecinos más pudientes de Madrid y del Distrito no llegaron a reunir ni 39.000 ptas. y la Real Casa aportó también su óbolo, 12.500 ptas. Lo que permitió coronar la labor fueron las casi cien mil pesetas aportadas por el Ayuntamiento. Una década más tarde el colegio dejó de depender de la junta de fundadores y del distrito de Buenavista -hoy Salamanca-, pasando bajo directo control municipal.

Cambios de nombre

Escuela Reina Victoria o Grupo Escolar Reina Victoria -y no Reina Victoria Eugenia, como algunos creen- se llamó el colegio durante 25 años de Monarquía, hasta que el 14 de abril de 1931 se proclamó la II República. Dos días antes, a la sede del colegio acudían a votar los electores, entre los cuales prohombres del nuevo régimen como el Sr. Azaña, vecino de la calle de Hermosilla, o Miguel Maura.
Meses después el centro fue rebautizado con el nombre del ilustre humanista republicano Eduardo Benot (1822-1907). El cambio de nombre le trajo mal fario: unas prolongadas obras cerraron las instalaciones durante el año escolar 1933-1934. Apenas concluidas las obras, estalló la Guerra Civil, y el espacio otrora destinado a los niños se convirtió en sanatorio. En la posguerra se instalaron en él las oficinas del Juzgado Especial de Prisiones Militares. En 1949 regresa a manos municipales y como la calle Príncipe de Vergara se llamaba a la sazón General Mola, pasó el colegio a tomar el nombre que ha sido el suyo durante seis décadas.

Recuperando un siglo de historia

No se trata ahora de borrar esos sesenta años, sino de recordar y asumir la integridad de un siglo. La historia de la escuela Reina Victoria es la historia de la enseñanza en Madrid y también la de la utilización pública de unas instalaciones. Fue no sólo escuela de niños, niñas y párvulos, pero también de adultos y aula de conferenciantes ilustres . Finalmente, hay una intrahistoria de este centro como colegio electoral desde los albores del siglo XX, hasta la actualidad.
Entre los distinguidos pedagogos que pasaron por este ilustre colegio, mencionemos a su directora, durante décadas, Dolores García Tapia -hermana del célebre otorrinolaringólogo- y a Ángel Llorca.

Una oportunidad contra la pobreza

El Reina Victoria respondía a los desafíos de la cuestión social que se planteaban los distintos gobiernos y personalidades del regeneracionismo.
En el paupérrimo Madrid de principios del siglo XX, donde las necesidades eran muchas y los recursos escasos, a una educación deficitaria o nula, se sumaban las carencias nutricionales e higiénicas. En el Reina Victoria se introdujeron las Cantinas Escolares organizadas por Carmen Rojo e instituciones como los Desayunos Escolares amparados por la generosidad de Jacinto Benavente. Un tazón de leche y un bollo mejoraban sustancialmente la dieta de los pequeños, y no todos podían disfrutarlos: ¡había lista de espera!
Fue escuela modélica donde se lavaba a los niños y niñas, proporcionándoles la higiene de la que carecían en sus hogares. Allí aprendieron las primeras letras y también un oficio con el que ganarse la vida. Por las tardes, cuando los niños estaban en casa, venían los mayores a instruirse por medio de conferencias o a aprender mecano-taquigrafía, corte y confección o francés.

Apuesta por la modernidad

Hoy dicho grupo escolar es un colegio más de los de Madrid pero en su día representó una apuesta por la modernidad en el sentido de educar a las mujeres y de proporcionar a los menos favorecidos los beneficios de la educación. Cuando en 1931 las españolas obtenían el derecho al sufragio, se consagraban décadas de esfuerzo pedagógico.
Fue también de los primeros centros de España en introducir la educación graduada, es decir, la educación tal y como la conocemos ahora. Antes los profesores tenían que atender en la misma clase o aula las necesidades de niños de distintas edades y niveles.
Fue, igualmente, un centro experimental técnico y pedagógico; allí hicieron sus primeras armas profesores de la Escuela Normal y en 1928, se efectuó en sus instalaciones la primera captación de emisoras de radio extranjeras llevada a cabo en un colegio madrileño.
Donde hace décadas hubo un gallinero para ilustración de los niños, ahora llegan Internet y la educación bilingüe; el colegio Reina Victoria representa la integración del pasado en el presente, un presente que fabrica el futuro en las mentes de los niños, que son nuestro porvenir.

Artículo publicado originalmente en el desaparecido portal suite101.net el 21 de octubre de 2009 y recuperado el 28 de noviembre de 2016.
Puede leerse aquí una copia en archive.org

martes, 24 de junio de 2003

Hace noventa años en La Granja (nacimiento de don Juan de Borbón)


La historia de La Granja es la historia de nuestra Corona, la historia de nuestra Casa de Borbón, la historia, por tanto, de trescientos años de España.

A principios del siglo XVIII —el siglo de la Monarquía por antonomasia, el siglo de los despotismos ilustrados— no había ordenadores ni satélites ni fútbol ni televisión, pero se trabajaba rápido y bien. Prueba de ello es que en 1720 Felipe V compró a los frailes jerónimos del Parral los terrenos de su granja y terrenos colindantes, en la villa de San Ildefonso, y no habían transcurrido seis años cuando se levantaba allí un hermoso palacio, proyecto de Teodoro Ardemáns, rápidamente habilitado para que pudieran vivir en él los Reyes. Felipe V e Isabel de Farnesio se trasladaron a La Granja cuando les fue posible, y allí nació el 11 de junio de 1726 la infanta María Antonia, malograda Delfina de Francia, a la que casaron con el primogénito de Luis XV. Le seguirían muchos otros Infantes a lo largo de la historia, y el último en nacer allí, hace ahora 90 años, era hijo de un Rey, don Alfonso XIII y padre de otro Rey, don Juan Carlos I, pero nunca llegó a ser Rey. Hablamos, claro está, de don Juan de Borbón.

20 de junio de 1913

A la una y media de la noche del día 20 de junio de 1913, una inocente criatura dejaba el confortable abrigo del vientre materno y recibía del ya anciano Conde de San Diego —eximio obstetra y médico de la Real Cámara— el consabido azote en la nalga, echando a la vez su primera lágrima y su primer aliento: ¡el mundo no es ninguna broma! No sería éste el único azote en su vida; años después recibiría alguno más en la escuela naval de Dartmouth, donde aprendió su oficio de marino bajo la férula de la disciplina inglesa. Y la vida se encargó de propinarle mayores disgustos que unos azotes: su padre fue destronado así que él y su familia pasaron la mayor parte de su vida en el exilio; el matrimonio de sus padres hizo aguas; su hermano mayor, don Alfonso, y el más pequeño, don Gonzalo, eran hemofílicos, y su otro hermano varón, don Jaime, sordomudo; de sus dos hijos varones el más pequeño murió trágicamente, jugando con una pistola; hijo de Rey y padre de Rey, la voluntad del general Franco lo excluyó a él del trono; fue traicionado incansablemente por sus propios partidarios e insultado incansablemente por sus adversarios; para salvar su dinastía tuvo que entregar, como los antiguos Atridas, su propio hijo en holocausto a su peor enemigo; y el final de su vida se encargó de amargárselo un largo y doloroso proceso cancerígeno. Pero todo esto vino después...
Volvamos a La Granja, hace 90 años. A los pocos minutos de nacer el sexto vástago de Sus Majestades, se izaba la bandera en el mástil del palacio, y se colocaba un farol rojo en su fachada del principal. Esa fue la señal esperada para que una batería del regimiento de guarnición en Segovia emplazada en Las Peñitas iniciara la salva de 21 cañonazos reglamentarios que despertó a los pacíficos habitantes de San Ildefonso anunciándoles que la Reina había alumbrado un varón.

Ceremonial

Seis años antes Alfonso XIII había firmado el Decreto fijando las normas de ceremonia ante el entonces inminente alumbramiento del primer retoño de la Reina Victoria Eugenia, que sería el malogrado infante don Alfonso. El decreto, —reproducido por don Enrique Juncedo Avello, de quien tomamos muchos datos— especificaba en su artículo primero que "Asistirán a la presentación del Príncipe de Asturias o de la Infanta que nazca los Ministros de la Corona, los Jefes de Palacio, los Presidentes de cada uno de los Cuerpos Colegisladores, los Comisionados de Asturias, una Comisión de dos individuos nombrados por la Diputación de la Grandeza, los Capitanes Generales del Ejército, los Caballeros de la Insigne Orden del Toisón de Oro [...]" Mucha gente, desde luego, a la que se advirtió del nacimiento del Infante y que estaba presente en el salón llamado pieza de música a las ocho de la mañana cuando —según escribe González Doria— "apareció Alfonso XIII llevando en los brazos, sobre un cojín de terciopelo granate, la figura del Infante recién nacido, y con su habitual desenvoltura lo fue mostrando a todos diciendo, sencillamente: aquí tenéis a un Infante, que acaba de presentarse".


Cinco días después el infantito recibía el bautismo de manos de don Jaime Cardona y Tur, Patriarca de Indias y obispo de Sión, en un altar portátil instalado el centro del Salón del Trono cuyo elemento más notable era la pila de Santo Domingo de Guzmán que en numerosas ocasiones ha contenido el agua traída del río Jordán con la que se hacen cristianos los Infantes de España, que por algo el Rey de España es también Rey de Jerusalén. Recibió los nombres de Juan, Carlos Teresa, Silverio y Alfonso.

Hijo de rey y padre de rey

Noventa años no parecen muchos si consideramos la vida de un hombre que nació justo antes de la I Guerra Mundial y cuyo destino está intrínsecamente ligado al de nuestro país. Hijo de Rey, padre de Rey, don Juan no reinó más que en los sellos privados o los puños de camisa de algunos monárquicos impenitentes, tan valientes como escasos, que se complacían en lucir en sus botones el "J III", la insignia de Juan Tercero. Todavía guarda mi padre los suyos...
Don Juan no era el primero de sus hermanos en nacer en el Real Sitio de San Ildefonso; le habían precedido, siempre en el mes de junio, los Infantes don Jaime (23 de junio de 1908) y doña Beatriz (22 de junio de 1909), recientemente fallecida. Sólo en ocasiones volvió a poner los pies en San Ildefonso. Una de esas ocasiones la tuvo —recién cumplidos los 12 años— el 28 de junio de 1923, cuando la Diputación Provincial de Segovia entregó los nombramientos de hijos predilectos de la Provincia a los tres infantes nacidos en la Granja: don Jaime, doña Beatriz y don Juan.

La real ausencia

Me gustaría decir que de alguna forma quedó marcado don Juan por sus orígenes, pero esto resultaría falsísimo. Don Juan estaba enamorado del mar y ni la más poética imaginación podría ordeñar de nuestras sierras y de nuestro claro cielo segoviano la imagen del océano, como no sea la visión de la meseta desde los altos de las Dos Castillas; porque en estas provincias castellanas la tierra es nuestro mar y las ciudades son islas aisladas unas de otras por leguas de yermos y cultivos.

Don Juan no fue muy asiduo de la Granja. Las vacaciones solía pasarlas en San Sebastián o Santander. Luego, de 1931 a 1975 España no tuvo Rey. Cuarenta y cuatro años sin Rey, para un Real Sitio, no es ninguna bicoca. Se podría escribir mucho acerca de la decadencia de El Escorial, La Granja o Aranjuez durante aquellos años. Y es que con Constitución o sin ella, la presencia regia es la presencia del poder, de la tradición y de la historia. Dónde los reyes van, se desplaza la función del poder, en invierno Baqueira y en verano Mallorca. No deja de ser sintomático que durante los años en que en España no hubo función real desapareciera el único teatro de La Granja, como si por falta de actores se hubiese suspendido la velada.

Luis Español Bouché

Publicado el 24.06.2003 en El Adelantado de Segovia