Siento decepcionaros, pero la verdad es que todo era mucho más sencillo de lo que creíamos. Hay buenos, hay malos y hay perversos. Y podéis aplicar el análisis a lo que queráis. ¡Funciona!
El bien absoluto
El bien absoluto es ese niño que está al borde del mar, haciendo un castillito de arena.
Está concentrado en algo tan creativo como efímero. Sus manitas algo torpes levantan desiguales murallas y con un cubo de plástico moldea flanes que son torrres.
Yo no sé lo que piensa el niño, mientras levanta su castillo. El niño quizá esté imaginando mil batallas, con guerreros y almenas, o al contrario, sólo piense en hacer un foso profundo para desviar el agua...
En cambio sí sé que que en algún momento, el niño se aburrirá y dejará el castillo, o le llamará su madre para cenar, y que, finalmente, el mar se lo llevará todo. Pero por ahora, el niño sigue levantando su castillito, sin meterse con nadie. A veces el niño no está solo, son varios los que levantan el castillo. ¡Un equipo! Quien no haya levantado un castillo de arena con otros, ¿qué puede saber de la vida?
El mal absoluto
El mal absoluto es ese otro niño que se acerca. Es un poco mayor que el otro, más fuerte quizá. Se aproxima, observa al chiquito abstraído en sus arenas, y, de repente, le pisotea el castillo. Sí, se lo pisotea bien pisoteado. El otro niño se echa a llorar. Fin de la historia.
Levantamos empresas y naciones, traemos hijos al mundo, levantamos amores y escribimos libros. Castillitos de arena... Viene uno, y nos lo pisotea
Levantamos empresas y naciones, traemos hijos al mundo, levantamos amores y escribimos libros. Castillitos de arena... Viene uno, y nos lo pisotea
Todo no se reduce a una historia de buenos y malos. También nos gusta pisotear nuestra propia obra. A veces el bueno y el malo coinciden en la misma persona, y el niño que se aburre destroza él mismo el castillo que levantaba. Pero entonces no llora, se recrea en su obra de creador/destructor. A los niños les gusta jugar a ser Dios y hacer pis sobre un hormiguero a ver qué pasa.
Cronos devora a sus hijos, esposos que se engañan y se mienten, una chica deja a su enamorado, se abortan niños, se abortan amores, se abortan primaveras y Franz Kafka quiso quemar sus manuscritos.
Te pueden pisotear de muchas formas, y puedes pisotearte tú mismo, con auténtica profesionalidad. Conozco niños de cincuentaytantos que llevan toda la vida pisoteando sus más ínitimos castillos... Podemos ser muy malos con nosotros mismos, podemos maltratarnos mucho, y para empezar ser infieles a nuestra vocación, hacer cosas de las que avergonzarnos. Pero hay algo mucho peor que el mal absoluto: los perversos.
El perverso
El perverso no es el que te pisotea el castillo; es el que te dice que es inútil levantarlo; el que te recuerda la inutilidad de todo, que cualquier castillo acabará tragándoselo el mar.
Perverso es el que te cuenta que los Reyes son los padres...
Perverso es también el que justifica el malo y te explica que en el fondo aquel niño que pisoteaba tu castillo, te estaba haciendo un favor...
El perverso te ataca en lo más profundo, te quiere quitar tu fe; en Dios, en tí mismo, en el amor, en tus ideas. Y empieza por los castillos de arena... Que Dios nos guarde de los perversos...