Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

Mostrando entradas con la etiqueta mal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mal. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de julio de 2011

Buenos, malos y perversos

Siento decepcionaros, pero la verdad es que todo era mucho más sencillo de lo que creíamos. Hay buenos, hay malos y hay perversos. Y podéis aplicar el análisis a lo que queráis. ¡Funciona!

El bien absoluto
El bien absoluto es ese niño que está al borde del mar, haciendo un castillito de arena.
Está concentrado en algo tan creativo como efímero. Sus manitas algo torpes levantan desiguales murallas y con un cubo de plástico moldea flanes que son torrres.
Yo no sé lo que piensa el niño, mientras levanta su castillo. El niño quizá esté imaginando mil batallas, con guerreros y almenas, o al contrario, sólo piense en hacer un foso profundo para desviar el agua...
En cambio sí sé que que en algún momento, el niño se aburrirá y dejará el castillo, o le llamará su madre para cenar, y que, finalmente, el mar se lo llevará todo. Pero por ahora, el niño sigue levantando su castillito, sin meterse con nadie. A veces el niño no está solo, son varios los que levantan el castillo. ¡Un equipo! Quien no haya levantado un castillo de arena con otros, ¿qué puede saber de la vida?

El mal absoluto
El mal absoluto es ese otro niño que se acerca. Es un poco mayor que el otro, más fuerte quizá. Se aproxima, observa al chiquito abstraído en sus arenas, y, de repente, le pisotea el castillo. Sí, se lo pisotea bien pisoteado. El otro niño se echa a llorar. Fin de la historia.
Levantamos empresas y naciones, traemos hijos al mundo, levantamos amores y escribimos libros. Castillitos de arena... Viene uno, y nos lo pisotea

Autopisoteo
Todo no se reduce a una historia de buenos y malos. También nos gusta pisotear nuestra propia obra. A veces el bueno y el malo coinciden en la misma persona, y el niño que se aburre destroza él mismo el castillo que levantaba. Pero entonces no llora, se recrea en su obra de creador/destructor. A los niños les gusta jugar a ser Dios y hacer pis sobre un hormiguero a ver qué pasa.
Cronos devora a sus hijos, esposos que se engañan y se mienten, una chica deja a su enamorado, se abortan niños, se abortan amores, se abortan primaveras y Franz Kafka quiso quemar sus manuscritos.
Te pueden pisotear de muchas formas, y puedes pisotearte tú mismo, con auténtica profesionalidad. Conozco niños de cincuentaytantos que llevan toda la vida pisoteando sus más ínitimos castillos... Podemos ser muy malos con nosotros mismos, podemos maltratarnos mucho, y para empezar ser infieles a nuestra vocación, hacer cosas de las que avergonzarnos. Pero hay algo mucho peor que el mal absoluto: los perversos.

El perverso
El perverso no es el que te pisotea el castillo; es el que te dice que es inútil levantarlo; el que te recuerda la inutilidad de todo, que cualquier castillo acabará tragándoselo el mar.
Perverso es el que te cuenta que los Reyes son los padres...
Perverso es también el que justifica el malo y te explica que en el fondo aquel niño que pisoteaba tu castillo, te estaba haciendo un favor...
El perverso te ataca en lo más profundo, te quiere quitar tu fe; en Dios, en tí mismo, en el amor, en tus ideas. Y empieza por los castillos de arena... Que Dios nos guarde de los perversos...

viernes, 1 de octubre de 2010

Valor ofensivo del dinero


Para el sádico, el dinero posee un gran valor ofensivo

Abordamos hoy la Segunda jornada del Seminario de Economía Real, "¿Quién se queda con la pasta?"
En la entrada anterior, dedicada a la Teoría del Hijoputa, pudimos aclarar algunos aspectos de las motivaciones de quienes se recrean en el sufrimiento ajeno. Obviamente, para toda esa categoría de individuos -que no de personas- el dinero, medio por antonomasia, tiene que tener algún tipo de valor ofensivo sin el cual carecería de interés. En esta segunda jornada del Seminario, vamos a ahondar en el tan escasamente estudiado Valor Ofensivo del Dinero

Potencialidad dañina del dinero
El dinero posee un potencial valor ofensivo que va mucho más allá de las habituales consideraciones de los economistas; además de sus funciones más conocidas, también sirve para humillar y dañar -incluso de un modo irreversible- a otros seres humanos.
Todos recordaréis la película Una proposición indecente en que un millonario Robert Redford, se complace en tentar a una joven pareja: les ofrece un millón de dólares a cambio de que ella pase la noche con él. ¿Qué necesidad tenía el millonario de hacerlo? Ninguna. Pero introducir el gusano de la tentación en una pareja feliz es lo que le hace gracia al  personaje. Destruir, romper. Siempre habrá gente mala dispuesta a pisotear los castillos de arena, adultos que consideren divertido contarle a los niños que los Reyes son los padres o reventar un amor naciente con alguna sibilina insinuación. En este sentido, recordemos otra película, la obra maestra de Frank Capra, Qué bello es vivir en la que George Bailey (James Stewart) era llevado al borde del suicidio por el Sr. Potter (Lionel Barrymore), uno de los malos más requetemalos de la historia del Cine. Siempre habrá malvados Potter dispuestos a convertir apacibles ciudades en Pottersville.

El sadismo del hijoputa activo
En la entrada anterior dedicada a la Teoría del Hijoputa, subrayábamos la existencia de legiones de envidiosos que sufren del bien ajeno, y también de indeseables que gozan del mal ajeno: los hijoputas. Hijoputas hay de dos categorías:

- Hijoputas pasivos: los que se limitan a gozar de la desgracia de otros sin hacer nada para aumentarla.

- Hijoputas activos: aquellos que en su búsqueda del placer no dudan en causar ellos mismos el sufrimiento ajeno. También reciben el nombre de sádicos a secas puesto que el sadismo no es más que el recrearse uno en el sufrimiento que provoca en otro. De todas las manifestaciones de sadismo sin duda la más sutil no se conforma con azotes, latigazos, o mutilaciones sino que goza intelectualmente infligiendo sufrimiento psíquico y moral.
Una explicación del sadismo
Una morcillera tentativa de explicación del sadismo en clave sicológica podríamos buscarla en la infancia y sus frustraciones: el niño siempre trata de aumentar su sensación de poder, y cuando no puede disputárselo a los adultos -que son los que mandan- se vuelve contra los seres más vulnerables de su entorno, empezando por los animales -las mascotas- y luego las personas. El niño sádico que maltrata bichos practicará el llamado bullying con sus compañeros de clase y luego, de mayor, le hará mobbing a sus compañeros de trabajo. Esta explicación no es en ningún caso una justificación, y la verdad es que los malos, bien mirados, sólo poseen una valor residual, como abono del campo.

La hijoputez envolvente
La hijoputez si no se corrige en un estadio temprano de la vida, se vuelve crónica; no hay que fiarse del Reverso Tenebroso de la Fuerza, decía Yoda, con toda razón. De hecho, en innumerables ocasiones, al preguntar sobre cómo son Fulano o Mengana nos contestan, resumiendo: "¿Fulano? Un hijoputa". Si quien nos informa es argentino, suele alargar algunas vocales y marcar bien los artículos "un hiiijo de puuuta" para caracterizar sin lugar a dudas el sujeto.
Confesaréis todos que esa información suele ser mucho más valiosa que cualquier curriculum: no me interesa saber si Fulano tiene tres carreras, sabe idiomas o se mete el dedo en la nariz durante los atascos; la información clave es que Fulano es un hijoputa; y por lo tanto cuidadito con él, que a la primera de cambio, te las hará cuadradas... El carácter envolvente de la hijoputez consiste en eso precisamente, que acaba ahogando cualquier otro aspecto de la personalidad hasta que se alcanza el estadio de lo que un distinguido profesor de geografía definió como el hijoputa esférico "aquel que, lo mires como lo mires, es un hijoputa".
La acción del sádico en el mundo económico es de tipo catastrófico porque el único objetivo que persigue es el de infligir sufrimiento, y podemos ver juntos ejemplos indiscutibles que afectan a la sociedad: lo que sucede hoy en muchas salas de espectáculos y las bases del inmenso negocio de la prostitución.

Los ángeles desplumados de la ópera
Una ilustración obvia de la humillación a la que el sádico somete a su entorno son los infinitos abusos que hoy día tienen que soportar músicos y actores por parte de directores sádicos y productores hijoputas. Confieso que tengo especial simpatía por los cantantes, esos profesionales que se tiran años y años mejorando la voz, aprendiendo música e idiomas, a moverse en escena, que nos dan placer a todos interpretando obras que conmueven hasta las piedras. El poder de la música es muy superior al de las bombas nucleares, ¿quién no recuerda la auténtica conmoción que sintieron los británicos cuando el humilde Paul Potts, escasamente atractivo y con un diente cabalgado se sacó del fondo del pecho el Nessun Dorna? Y eso que no era Mario del Mónaco, estaba nervioso y le vibraba la emisión...  La música, la fe, los sentimientos nobles y amorosos, despiertan el ángel que duerme en algún rincón del pétreo corazón, nos hacen mejores, distintos, nos recuerdan que somos Hijos de Dios, que aunque borrosa y manchada, nuestra naturaleza es divina. Pero cuando un sádico ve a un ángel, sólo piensa en desplumarlo...
Los artistas son pobres como ratas, porque por cada Pavarotti o Domingo hay diez mil que malviven con papeles secundarios a los que los productores se olvidan de pagar y que derrochan su talento en bodas y funerales para calentar el puchero. Nada hay más vulnerable que los artistas, y por eso tienen que tragar con los caprichos de quienes les pagan. De ahí que directores de escena y productores enloquecidos les fuercen a adoptar posturas humillantes, desnudos o cubiertos de sangre para satisfacer algún recoveco obscuro de su alma perversa -que dirían los escritores antiguos- o su hijoputez absoluta, que digo yo.
También los nazis hicieron ceniceros con pelvis de judíos muertos, y debían pensar que era Arte; si es que al final va a resultar que Hannibal Lecter es un artista incomprendido (véase una de sus obras a la izquierda).
Pero claro, imagínate uno de nuestra chusma política que sólo sabe de comisiones, recalificaciones, software cautivo, hoteles, manteles y gurteles al que le cuentan que el Guguenjaim ha costado no sé cuantos millones y pregunta en qué equipo juega, pues claro le dices a esa acémila que tiene que ir a ver una obra geniaaaal, y que hay que ver qué bien quedó la escena en que al enano lo cortaban en dos y se le derramaban las tripas, o la fantaaastica imagen de Pedro desvirgando a Heidi con la pipa del Abuelo fijateee. El talento auténtico no necesita de grandes sumas, como el simpátíco Guitar de Peter Nalitch. Pero los que necesitan escandalizar -y que demuestran, en consecuencia, su carencia de talento- tienen que gastar mucho para justificar sus caprichos.
Claro, los politicastros y banqueros que financian la casquería cultural suelen ser pobres paletos acomplejados y les dices que sacarle a un tío el hígado por la boca es Arte y los tíos van, tragan y pagan porque no quieren que se piense que no son chanchipirulis. Sin duda no leyeron al Conde Lucanor, y su tantas veces plagiado ejemplo De lo que sucedió a un rey con unos farsantes que tejieron un paño.
El comportamiento de los referidos sádicos conlleva, además del sufrimiento de sus víctimas directas, una consecuencia esperable pero no por ello menos grave: el hundimiento de teatros y salas de espectáculos, que sobreviven gracias a generosas subvenciones porque el público de verdad -me refiero al público al que no le regalan su entrada- huye despavorido de espectáculos siniestros por mucho que la bien pagada crítica anime a la asistencia.

La prostitución y la industria pornográfica
En pocos ejemplos se puede contemplar la capacidad ofensiva del dinero como en la prostitución. Recuerdo que un ex-amigo -dejó de serlo cuando me confesó que era putero- me daba detalles acerca de lo que les hacía a las putas. Por cinco mil pelas -hoy serían treinta euros- les hacía esto, y aquello, y luego terminaba de ese modo... En el fondo, el verdadero placer para ese putero y los de su misma calaña no consiste en la obtención de un orgasmo que unas oscilaciones digitales le proporcionarían sin más problemas; el placer lo obtiene al dominar a otro ser humano a cambio de un dinero, un puto dinero, y nunca mejor dicho. El dinero es lo que hace que chicos y chicas jóvenes se abran de piernas e incluso posen en películas porno. No sólo los prostituyen sino que además los filman y distribuyen las películas por toda la red. Quien quiera sustraerse a las poderosas garras de la pornografía sólo debiera realizar un sencillo ejercicio espiritual: imaginar que los actores que aparecen en la película, en la foto, son personas. Que tienen un nombre, una historia, unos padres, unas ilusiones...
Os confesaré un secreto judeomásonico: ninguna mamá del mundo quiere que su hija sea puta ni su hijo bujarrón. Quien lo afirme, miente. Y lo de que "la prostitución es una profesión" es también mentira. Puta no es una profesión, es un insulto ritual, como el de hijoputa que venimos usando desde la entrada anterior. Es la amargura de vidas tiradas a la basura, y todo por el dinero.
A mí el diario Público no me cae simpático porque es muy de izquierdas, muy abortista, muy guerracivilista y muy anticatólico. Pero me encanta que Roures se niegue a publicar en sus periódicos anuncios de prostitución. Y en cambio la Asociación de Editores de Prensa han quedado peor que fatal al defender su "derecho" a percibir parte del pastel del puterío -ellos prefieren llamarlo "contactos" que suena más fino-  en forma de anuncios. Unos milloncetes de euros, a cambio de tanto sufrimiento. Pues mira tú por dónde, Público tiene razón y el resto de la Prensa se equivoca.
En Suecia empezaron a atajar la prostitución penando al cliente, porque si no hubiera gentuza para pagar no habría gente vendiendo su cuerpo, aceptándolo todo por un puñado de euros.
En la pornografía podemos incluir, por ejemplo, las actividades de la revista Interviú que lleva treinta años pagando a gente para que se desnuden. Actrices que pasan por un mal momento, se despelotan por un montón de euros. "Hoy desnudamos a Pitita Bárcenas", mira tú qué interesante. Por eso nunca me gustó Antonio Asensio ni el Grupo Z que formó con las beneficios... Catalán del año, lo nombraron, y Su Majestad Católica, a propuesta de Piqué, le concedió la Gran Cruz del Mérito Civil. Lo que me extraña es que en nuestra pobre España no le hayan concedido el Toisón de Oro a Madame Claude. Que todo se andará...
Consecuencias del sadismo económico
Muchas empresas cascan  por circunstancias naturales y estudiadas que todos los economistas y empresarios conocen perfectamente, siendo la más frecuente, la de toda la vida: cuando gastas más de lo que ingresas; pero también existen causas externas: catástrofes naturales, ciclos de recesión o gobiernos socialistas.
Pienso yo que quizá no sean pocos los casos en que el hundimiento se debe a un comportamiento sádico: hay quien despide personal de un modo masivo no para hacer negocio sino para reforzar su sensación de poder. Ese comportamiento es ajeno a cualquier lógica empresarial, no se trata de ganar más o de gastar menos sino de chafar vidas... En la peli El Quinto Elemento, el malvado Zorg despedía a un millón de trabajadores, en lugar de medio millón porque en el fondo, disfrutaba más con ello. Todos habréis observado que generalmente, el que crea una empresa suele tener afecto por su gente, porque sus empleados son compañeros de viaje de su vida, y muchas empresas se mantienen porque ese afecto se sobrepone a la lógica empresarial de máximo beneficio: son miles los empresarios que sacan adelante o mantienen vivas durante años a empresas chungas o chunguísimas porque se sienten responsables de lo que le pase a su gente.
Al contrario, hay otros que gozan, literalmente, destruyendo como nuevos Atilas los imperios que otros montaron; hijos que hunden aposta la empresa que creó su papá, por aquello de vengarse del viejo... No es inhabitual encontrar a sádicos más o menos camuflados entre los altos escalafones; y el sádico no se detendrá hasta hundir el cotarro porque toda su personalidad está abocada a ese único objetivo: infligir dolor.

SOB Detector
En conclusión os diré que Mirameba lleva años trabajando en su Detector de Hijoputas, en inglés Son of Bitch Detector (SOB-Detector en acrónimo) un dispositivo extraordinario que sin embargo todavía no ha conseguido calibrar porque basta con salir a la calle, chico, y se le disparan todas las alarmas...
Si tan insigne genio consigue llevar a cabo su loable propósito, no tengo la menor duda de que la economía mundial se recobraría de golpe.

martes, 17 de agosto de 2010

Judicial no viene de Judas, pero...

Quienes crucificaron al Hijo del Hombre matan hoy a los hijos de los hombres..

El bien perseguido y difamado
El relato de la pasión de Cristo debe ser la verdad pura, porque suena demasiado auténtico para ser falso. Si Cristo fuera un personaje de cuento, se habría casado con la Princesa Frambuesa o retirado a la isla de Avalon; si fuera una leyenda más o menos bienintencionada, tras dar la vista a un ciego o devolver la movilidad a un paralítico, Jesús habría acabado sacándose una pasta curando los achaques de los ricos y habría envejecido cubierto de honores a la sombra del Emperador, en un chalé en las afueras de Roma con enanitos en el jardín y un jacuzzi en la terraza.
Pero la realidad que traducen los evangelios es demasiado sencilla para no ser veraz: viene uno que proclama la Buena Nueva, la remisión de los pecados, limpia los leprosos, multiplica los panes, los peces y los milagros, camina sobre las aguas, nos promete la Vida Eterna, proclama las Bienaventuranzas y resucita a los muertos. Resultado: acaba clavado en un madero. ¡Como la vida misma!
A los mejores, a los más nobles, siempre los clavamos en una cruz y recuerdo perfectamente las campañas amarillas de la prensa británica contra Teresa de Calcuta; y es que todo acto bueno genera la envidia y el aborrecimiento de los malos, incapaces de imitar o siquiera de admirar el talento, la bondad o la belleza; les hablas de Kipling, y te salen con que era "imperialista"; ponderas una película de la Disney y sólo se les ocurre comentar que el tío Walt era "racista"; admiras a Verdi y te dicen que su música es vulgar, les hablas de tu última excursión a Canencia y sólo se fijan en el barro de las botas, y así todo. Son los grises, los mediocres, la inmensa escuadra del fracaso, los carentes de talento pero sobrados de malicia que acaban sus vidas sentenciando pleitos imaginarios en los desvencijados sillones de la Cacharrería del Ateneo.

Fueron jueces quienes condenaron a Cristo
Hablando de sentencias, los cristianos sensatos deben mantener una prudencial distancia de la ley y un moderado entusiasmo por jueces y magistrados porque tienen que recordar que Jesús no fue crucificado por una pandilla de hinchas a la salida de un partido de fútbol, sino que fue juzgado por los sabios de su tiempo y lugar. El Sanedrín era un órgano judicial respetable y respetado, muy semejante a lo que son hoy día -en todas partes- esos tribunales de sabiondos especialistas en la llamada ciencia del Derecho, cómplices necesarios de toda injusticia.
Porque un abuso, para convertirse en verdadera injusticia, necesita de una sentencia judicial.
Jueces fueron los que condenaron al más Inocente: le hicieron flagelar, le hincaron una corona de espinas y lo clavaron en una cruz. Ni siquiera tuvieron el valor de hacer ellos mismos el trabajo sucio; se limitaron a remitirlo a otros, para no mancharse las manos, como hacían los señores Inquisidores cuando "relajaban" sus víctimas al "brazo secular", que los malos, por definición, son cobardes.
Sus émulos, hoy, gozan de escolta, pensión vitalicia e imparten cursos de verano en Nueva York o en la Magdalena. Caifás Fernández de las Mismísimas o Vellido Dolfos, hijo de de Dolfos Vellido, no se bajan del Opel Senator más que para pisar espesas alfombras. Hacen lo que les mandan ministros y banqueros como fieles mamporreros de los poderosos, de quienes les confirieron sus magistraturas o les pagan millones por conferencias improbables, y ¡viva mi señorito que me ha colocao! Me encantan al respecto las esculturas de Arellano y en particular la que dedica a los jueces: sobre cada juez hay otro individuo que susurra intereses al oído...

El concepto mismo de alevosía
Si consideramos que quienes condenaron Dios a muerte eran un tribunal y además eclesiástico, para más Inri -nunca mejor traído lo de Inri- la injusticia cometida con el Hijo del Hombre ilumina las atrocidades que se cometen hoy con los hijos de los hombres para impedirles nacer.
¿Y es que puede imaginarse algo más inocente que el niño dormido en su cálido sueño fetal, cuando no ha despertado todavía a la vida? ¿Puede concebirse mayor alevosía que la de romper el nido materno para despedazar al chiquito por nacer? No tiene todavía pulmones para gritar de terror, no se da cuenta de lo que le hacen, está dormido, es vulnerable, y cuando es tan pequeño como una lenteja, no puede siquiera sentir nada porque ni nervios tiene; ¿es imaginable algo más cobarde y más ruin que cortar en pedazos a esa personita en gestación? ¿Acaso hemos olvidado de dónde venimos? ¿Hemos olvidado que fuimos un día exactamente como él, como ese minúsculo embrión o ese feto más desarrollado? Yo y tú y todos hemos pasado exactamente por las mismas etapas, todos los nacidos fuimos antes zigoto embrión y feto antes de ser bebé, niño y adolescente. Son etapas de la vida y nadie puede decir en qué etapa nos convertimos o dejamos de ser humanos. Igual que esos que matamos, que dejamos matar, que renunciamos a defender. Pero los razonamientos son inútiles: la ética siempre será vencida por la estética, la esencia por la apariencia y el fondo por la forma.

La iniquidad judicial
Un tribunal eclesiástico condenó a Juana de Arco por brujería y otro a Giordano Bruno por herejía; jueces alemanes se pusieron al servicio del hitlerismo y mandaban castrar o ejecutar a los untermensh, en nombre del Reich; Stalin tuvo sus jueces, igual que Franco a los suyos; podrían haber intercambiado horrores como hacen los niños con los cromos: te cambio mi Miranda de Ebro por tu Lubianka. Yo tengo repe Paracuellos y Buchenwald, ¿tiene alguien un Auschwitz II? ¡Yo, yo! Pero a cambio quiero el de Armenia, el de Darfur y el de Ruanda.
Hoy en China, un estado caníbal, se utilizan los trozos de las víctimas de la opresión -sus riñones y cristalinos- para transplantárselos a algún jefazo el día de su cumple o vendérselos a los ricos; y los jueces colaboran siempre -¡señor, sí señor!- mecanismo necesario, digo más, ¡indispensable! de la estructura diabólica. Y es que a los tiranos, cuando se aburren, les da la manía de pretender legitimarse, y no sólo quieren ser lo que son sino además tener razón, y como eso es imposible al final se conforman exigiendo que se la den. Siempre encuentran algún magistrado bendiciendo y legitimando desde su poltrona la más ilegítima y maldita de las opresiones.
Recordemos que en el tinglado estatal el juez ni pretende ni se pretende que sea justo o que haga justicia sino que adopte el papel de dócil herramienta al servicio de la coherencia del propio conjunto. Se supone que los jueces deben ser buenos lectores y buenos lógicos. Si una ley dice que puedo comerme asados los niños rubios pero que a los morenos hay que hervirlos, los jueces dedicarán largos considerandos a dictaminar cómo se deben cocinar los pelirrojos, los improbables calvos o los castaños; y tras muchos años de praxis magistral una contradictoria jurisprudencia reflejará sentencias abordando el tema de los niños teñidos o la nutritiva cuestión de determinar a partir de qué edad se es niño y cuándo se deja de serlo...
Pero no es su papel resolver nada sobre la maldad intrínseca de la Ley; ser justo no es una de sus atribuciones, ni siquiera de sus íntimas aspiraciones, que sólo tienen devoción por el tándem de santos preferidos del ente funcionario: San Sueldo y Santa Pensión, ora pro nobis.

Doce apóstoles de la Muerte
Doce apóstoles de la Muerte interinaron la Ley del Aborto de 1985, y han costado ya un millón y medio de vidas, un millón y medio de españolitos que no han nacido porque los han cortado a cachos, aspirado o triturado; y si os preguntáis por qué estamos tan viejos y hay tan poca gente joven en la calle, tenéis una respuesta en esa cultura del genocidio que sostienen los falsos profetas del Progreso y sus fieles lacayos de la magistratura.
Si un puñado de hombres y mujeres permitieron hace un cuarto de siglos que se contraviniera el derecho a la vida, otro puñado de hombres y mujeres dieron hace dos meses una nueva vuelta de tuerca al esquema del horror negándose a suspender la ley Aído mientras no se resuelva. Por un solo voto salió adelante el negocio de los abortorios.
Qué duda cabe que necesitamos magistrados profesionales, que entre tanto miserable servidor de la injusticia siempre habrá algún juez puro y sencillo que se servirá de la Ley para proteger aquel valor absoluto que no permite ningún tipo de relativismo: la vida humana; qué duda cabe que tanto en 1985 como en 2010 algunos miembros del Sanedrín Constitucional votaron en contra de la injusticia y dictaron sendos votos particulares; qué duda cabe que la responsabilidad de la aplicación de una ley injusta es fundamentalmente del legislador. Pero cuando contemplo la dimensión del mal infligido, cuando pienso en los cien millones de mujeres asesinadas en la tripa de sus madres por no haber sabido tener el sexo adecuado -véase la portada de The Economist- me pregunto asombrado quién puede todavía tener fe en la Justicia y recuerdo que, en mi crasa ignorancia, durante mucho tiempo pensé que judicial se derivaba de Judas.