Incoherencias de nuestros laicistas
¿Viviana o Bibiana?
¡Mira que soy despistado! Me olvidé anteayer de felicitar por su santo a doña Bibiana Aído, que lleva el nombre de una joven martirizada en tiempos de Julián el Apóstata, aquel progre avant-l'heure que tanto le pone a Gore Vidal. La grafía Bibiana me parece horrorosa; prefiero la de Viviana, que es además del nombre de una santa, el de un hada dulce y vital, la Dama del Lago, que educó a Lanzarote, le dió Excalibur a Arturo y enamoró a Merlín.
Una Gran Cruz para Bibiana
Últimamente no salimos de la joyería; después de la pulsera mágica de doña Leire Pajín, me manda una buena amiga el enlace con el BOE donde se publica la concesión de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III a doña Bibiana Aido. No es una noticia fresca: tiene un mes y ya hay blogs en que se comenta la noticia con cierta coña y hasta sangrante saña al insistir en los escasos méritos, -según sus autores- de la distinguida política.
Lo que me extraña es que no le concedan también un título nobiliario. No podemos hacerla Barona porque a ella le sonará machista -fue la inmortal creadora del término miembra- y seguro que nos monta el pollo: "Yo quiero ser hembrona, no barona". No, a doña Bibiana hay que hacerla al menos Marquesa de Matafeto, que es un título hermoso y eufónico, es decir, muy italiano. Si le redoblamos alguna consonante, puede pasar por bazofia para turistas en Roma: "Matafetti al pesto, Matafetti arrabiata". Podríamos meterla en la misma promoción que al Marqués de Paracuellos que acaba de ser nombrado hijo predilecto de Gijón, con el voto favorable de todos los partidos. El nombramiento es pura justicia si tenemos en cuenta que gracias a la obra lírica y musical del Sr. Carrillo, desde Manhattan a las Bárcenas Reales Gijón es palabra que se asocia al concepto de lo bello y de lo bueno, que habla de náyades ciclistas y evoca exquisitas alcachofas que saben a rosas, chorizo y miel. Hay ya sobre la mesa una propuesta para quitar el Asturias Patria Querida en Gijón durante las fiestas del Solsticio -ya no se atreve uno a decir que de Navidad- y sustituirlo por el Villancico de Carrillo, que tiene ese estribillo tan bonito: "Hay, Gijón, Gijón, Gijón, como me gusta tu turrón"...
No es ninguna noticia la alergia a la Cruz y a la Fe de unos tíos que dejan a los niños a la intemperie para castigarlos por objetar a las clases de Formación del Espíritu Irracional, o que dan el coñazo para quitar todos los crucifijos de los colegios, como si fueran de la Asociación Protectora de los Vampiros. Supongo que también pondrán en marcha un proyecto de ley para prohibir el ajo y las balas de plata. Si el símbolo cristiano por antonomasia les molesta tanto en las paredes, ¿a qué viene ponerse Grandes Cruces en la pechera? Resulta asombroso ver a nuestros cristoclastas poniéndose encima cruces e insignias con la Purísima Concepción. En efecto, la Gran Cruz, según el BOE correspondiente, incorpora (la negrita es mía):
"Como exergo, un óvalo en cuyo centro llevará la imagen de la Purísima Concepción en sus esmaltes y, a sus pies, la cifra de Carlos III, orlada de laurel, con el lema «VIRTUTI ET MERITO», sobre una cartela esmaltada en blanco, orlada de una franja de esmalte azul [...].
Lo de ponerle a la Abortera Mayor del Reino la medalla de la Purísima, ¿no os suena pelín blasfemo?
Según el DRAE, blasfemia es palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos. Por extensión del concepto se consideran blasfemas imágenes que pretendan un escarnio en el mismo sentido. Y digo yo, ¿hasta qué punto no resulta un escarnio utilizar cruces en el marco de órdenes civiles en nuestro Estado Guay? Los que desprecian a Cristo, ¿por qué no suprimen de una vez la cruz en las condecoraciones?
Que imiten a los soviéticos, que con indudable coherencia privilegiaron la estrella o la esfera sencilla en sus medallas y recompensas. Los soviéticos se inspiraron de la laica Francia donde aunque se conserva el grado de Gran Cruz en la Legión de Honor, se llaman cruces a lo que no son sino estrellas de cinco rayos dobles (art. R. 59 de su reglamento).
Ver a la Purísima Concepción sobre el pecho de Bibiana Aído resulta chocante, pero cosas más raras se han visto. A nuestro episcopado también le parece chanchipiruli que su Majestad Católica firme decretos ley que suponen la muerte de miles de inocentes en la tripa de sus madres. ¿Qué pensaría de ello Balduino? Fijaros en si la Iglesia Católica es comprensiva con los abortistas que Tony Blair bajo cuyo poder fueron exterminados millones de personas en estado embrionario en Gran Bretaña, se nos ha convertido al catolicismo, y lo curioso es que los católicos no lo han echado a patadas sino recibido con gran entusiasmo y solemnidad, con palmas y ramos de olivo. A lo mejor algún día lo nombran Camarero Secreto de Su Santidad ("Tony, querido, traeme un bocata de camalares y una caña pero no se lo digas a nadie"); vete tú a saber... Después de ver a doña Bibiana con su medallita de la Inmaculada, ¿quién me dice que no acabará de Abadesa de las Huelgas? Ah, no, de las huelgas se ocupa Pepiño.