Luis XV, siendo todo un rey de Francia que nombraba a los obispos en virtud de los grandes privilegios del Trono de San Luis -luego recibían la investidura del Papa- se pasó muchos años sin comulgar. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que era consciente de que su vida extramarital le impedía acudir a la Eucaristía.
Pocos días antes de su muerte, cuando su salud ya estaba extremadamente deteriorada, su última amante, la condesa de Barry se marchó discretamente de Versalles. El Rey tenía que romper con esa relación para poder confesarse con sinceridad, que sin propósito de enmienda una confesión no es más que una consulta gratis al sicólogo o una forma de entretenimiento un pelín peculiar.
Madame du Barry se fue. El rey se confesó. Recibió los Sacramentos y cascó tratando de ser, en esa última función de su vida, un ejemplo de Rey Cristianísimo...
L.F. Pérez Bustamante |
Leo hoy un artículo del director de Infocatólica, Sr. Pérez Bustamante, que cuenta (ver aquí) la increíble historia de un párroco que, cumpliendo con su deber, recuerda por carta a sus párrocos, de cara a las primeras comuniones de mayo, que los divorciados vueltos a casar civilmente no pueden comulgar, son lentejas, o las tomas o las dejas. No se trata de ninguna opinión peculiar del Sr. Cura Párroco, sino de la mera aplicación del principio de que los divorciados vueltos a casar viven en adulterio; y si eres adúltero, no puedes comulgar, punto pelota.
Ese dignísimo párroco se ha encontrado con una verdadera campaña en contra de su persona y de su iniciativa por parte de una manga de anónimos capullos.
Somos el país de la hipocresía en que alguien como Esperanza Aguirre -que convirtió Madrid en el primer abortorio de España- se atreve a unirse a manifestaciones pro-vida. Los cien mil niños sacrificados en Madrid en sólo cinco años sin duda aplaudirían la decisión de la Sra. Aguirre de no ser porque al haber sido troceados durante el sueño embrionario, todavía no tienen manos...
La señora Aguirre no es más que un ejemplo entre millones de nuestra idiosincrasia; en España hay más aprecio por las formas que por el fondo de las cosas, nos encantan las ceremonias y, tratándose de presumir, el modelo matrimonial son las bodas de Camacho: ¡comilona al canto! ¡Mil invitados! ¡Elefantes asados rellenos con chorizo! ¡Uno por invitado!
En España se celebran bautizos laicos, porque el personal lo que quiere es mostrar poderío económico, reunir a la familia y organizar un festejo. También hay quien quiere para sus hijos comuniones laicas porque más importante que la santa Eucaristía es el hecho de vestir a los nenes de almirante y a las nenas de Barbie Princesa. También he asistido a matrimonios civiles en que el alcalde, por imitación del sacerdote, se extendía echando la charla a los desposados y casi te daban ganas de besarle el anillo y llamarlo Monseñor. Y es que dentro de muchos españoles ateos, agnósticos o anticatólicos late el inconfesable deseo de ser el primer obispo laico de Mondoñedo...