Vuelvo a ocuparme de mi blog

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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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domingo, 13 de febrero de 2011

¡Viva San Valentín!

Leo mi entrada anterior y me digo: ¿estaré chocho o sólo resabiado? ¿Cómo se puede hablar mal de San Valentín, del día en que aunque muchos estemos solos nos alegramos de que otros no lo estén?
Para mí, que tengo que tomar más el sol, le mejor medicina del alma. ¡Ajenatón tenía razón! Una pena que el Sol sea sólo una estrella sin conciencia,  un inmenso reactor de fusión al que le traen sin cuidado nuestras penas y alegrías, porque me gustaría agasajarlo, inmolar en su honor alcaldes y ministros o cantarle una jota de acción de gracias por sus muchas virtudes.
Ahora que lo pienso, la mayor experta sobre magia en la Antigüedad  es la profesora Vázquez Hoys; debiera preguntarle qué conjuro practicaban los egipcios, los hititas o los cananeos para que sólo lloviera por las noches y de día tuviéramos siempre despejado el escandaloso cobalto madrileño.
Los que no creen en los milagros son ciegos, sordos y mudos, no contemplan el milagro obvio y constante de lo vivo. En otoño, en los pinares de la Sierra de Julio Vías -que es como debiera llamarse Guadarrama para hacer justicia a quien mejor la cuenta y la siente- ocurre que tras una temporada de lluvia pertinaz, con el veranillo de San Martín se produce el milagro de las setas y surgen de la nada los famosos boletus edulis, que al horno, con aceite y ajo, o en un buen revuelto, son un manjar suculento.
En la capital, y más específicamente en la Complutense, ocurre un fenómeno parecido. Llegan los primeros días luminosos de febrero y de repente, los almendros que hay junto a Periodismo o Historia se visten de punta en blanco, y en los verdes céspedes que separan el Derecho de la Filosofía, la Física de la Química o la Medicina de la Farmacia, ves a grupitos de gente joven y sonriente, de buen humor, que surgen como setas de la nada. Resulta aleccionador contemplar con qué poco nos ponemos todos contentos, basta con que brille el sol. Nada más; ¡y nada menos! A los grupos de amigos y compañeros se suman las parejitas. Las parejitas del año pasado y las de este año; ¿cuánto durarán? Quizá sean amores de temporada, o quizá para toda la vida. Vaya Vd. a saber...
También el Retiro amable y sonriente acoge toda clase de amores. Parejitas, siempre, por todas partes, hasta en las barcas del Estanque, pero también parejas más añosas y viejitos cogidos del bracete, matrimonios que han superado felizmente las bodas de platino; ves también el animado fruto del amor juvenil: niños corriendo hasta reventar, o sentados a horcajadas sobre los hombros de Papá o mirando de reojo a Mamá mientras descubren, maravillados, la primera violeta de la temporada...
Los días de sol, por todo Madrid desfilan los afortunados en la lotería del amor, algunos recatados y otros exhibicionistas, paseando su buena suerte y enseñándosela a los demás. Los italianos a darse piquitos en público lo llaman "contar dinero delante de los pobres"...
También te pone de buen humor contemplar la evolución de las costumbres, que ¡por una vez! no es mala: hoy día por Gran Vía ves subir a dos señores cogidos de la mano o comiéndose a besos sin que nadie les diga nada ni les hinche a guantazos. En ese sentido, hemos progresado, somos algo menos bestias.
No siento envidia de la felicidad ajena porque en cierto modo la comparto: cada beso, cada caricia, cada lento compás de la carne en los sencillos nidos del amor, son una bendición para todos, una gota más en el Océano Divino y le arranca una sonrisa al Creador, un Dios que no se parece un pelo al Gran Castrador que se inventaron los teólogos.
El otro día le dije a mi buen amigo Obélix, "Mon cher, da igual que Falbalá no te haga caso, ¡mejor enamorarse y equivocarse que la certeza cobarde de quien no se arriesga! Y los que no echan su corazón sobre el tapete, ni ganan ni pierden, sólo se consumen y marchitan mirando como gira la ruleta".
Así que mañana, al ducharme, cantaré la vieja receta: El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuideeee, la salud y la platita, que no las tire, que no las tireeeee. Pues eso, que Viva San Valentín, ¡carallo!

viernes, 11 de febrero de 2011

¡Muera San Valentín!

Mi santo más odiado

Esta mañana recibo una puñetera tarjeta de publicidad de una puñetera marca de tarjetas virtuales que me recordaba que el próximo lunes cae el puñetero San Valentín, día en que todos los puñeteros periodistas rebuznan lo que encuentran en la puñetera wikipedia y te explican cosas que maldita sea si te importan.
No quiero que me vuelvan a contar la leyenda dorada de San Valentín, ni que nadie me lea poemas de Charles d'Orléans, ni que me expliquen por enésima vez cómo en los pueblos se enparejaban echando suertes mozos y mozas, Valentines y Valentinas; y me trae sin cuidado que San Valentín salga en obras de Chéspir. Ya lo sé todo. Y me la repampinfla.
Y es que siento odio africano por dos santos, San Chinarro, que es un nombre muy feo para un sitio horroroso, y San Valentín, el puñetero santo de los enamorados, de las parejitas felices y de los cursis, un día en que hasta me caen gordos Brassens y sus bancs publics.
El 14 de febrero suelo encerrarme en mi búnker, rodeado por mis últimos fieles, y espero la llegada de los Persas. Es de esos días que habría que quitar del año, como Nochevieja o el día de tu cumpleaños, días hórridos y nefandos. ¡Muera San Valentín! ¡San Valentín, al paredón!
Cuando tu chica te quiere y te da besitos, te consideras algo así como el ombligo de Dios en la gloria, te fijas en que los árboles son verdes -mira tú qué bien- y te parece genial que los pajaritos hagan pío, pío. Son días felices en que Valentín te cae bien y hasta Chinarro suena simpático y afectuoso. No hay frase cursi y empalagosa que te parezca cursi ni empalagosa.
La mirada de Ella te pone el egómetro a niveles estratosféricos. Te miras la tripa y te dices: ¡qué bonito michelín, que lorza más tierna! Son los días del entusiasmo, en que el motorcito íntimo funciona a pleno rendimiento y en el fondo las cosas te importan tres narices porque lo único que te importa de verdad es que Ella sonríe cuando te mira.
Son días de luz y entrega, de admirable ceguera en que eres tremendamente vulnerable porque si Ella te explica que la olla es un jacuzzi -métete, mi amor, verás qué bien lo pasas- y va poniendo zanahorias y cebollas en el agua y añadiendo leña al fuego, a ti te parece genial, y no sospechas nada, ni siquiera cuando el agua empieza a hervir y un montón de gente empieza a bailar alrededor´cantando bonga, bonga, bonga...

Una buena película
Una recomendación: el otro día vi una película extraordinaria, "Manuale d'Amore" que te vendían con el periódico por un euro y que debiera adquirir todo aquel que no sea un capullo. Es una de las películas del siglo. Retrata las cosas como son, pero en clave positiva.
Al que no la vea le saldrán almorranas en el alma y sabañones en el cerebro.
Un gran regalo para San Valentín, y más original que una falsa rosa bacarrá que se marchitará al cabo de media hora.