Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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domingo, 10 de enero de 2021

Carta abierta al Capitán Haddock

Le Crabe aux pinces d'Or
ed. 1976, pág. 16

Por un artículo de Olivier Delcroix, en Le Figaro, me entero de que ayer se cumplían ochenta años de tu aparición, mi querido capitán Haddock, en el suplemento "Jeunesse" de Le Soir, diario belga controlado en aquel momento por los nazis. Yo no leí esa versión, ni soy coleccionista de los antiguos tebeos de Tintín. Me gustan más las versiones que leí de niño, ya todas retocadas o redibujadas, que aquellas primeras viñetas...
¿Qué te podría decir, querido Capitán de los días en que has acompañado e iluminado mi infancia? ¿Qué te puedo contar de cómo te veo, de cómo me río, de cómo me conmuevo cuando pienso en ti?
De niño me he divertido mucho con tus misteriosas palabrotas que no insultos, tus Bachibouzouk, tus Mille Sabords, tus Moules à Gaufres, tus Tonerre de Brest, pero de mayor me interesas todavía más.
Le Crabe au Pinces d'Or fue mi primer contacto con el alcoholismo y su redención: tú, mi pobre capitán vivías sujeto a una botella, estabas borracho al fugarte del Karaboudjan, con Tintín; te emborrachaste de nuevo en el bote salvavidas, donde las musas perversas del alcohol te sugirieron quemar los remos; te emborrachaste en el hidroavión y le arreaste un tremendo botellazo a Tintín, provocando un accidente... Décadas más tarde un buen amigo me habló de la labor admirable de Alcohólicos Anónimos y descubrí a muchos hermanos tuyos, que se redimen todos los días diciendo las palabras mágicas "Hola, soy Laura, y soy alcohólica", "hola soy Manuel y soy alcohólico". Quizá lo más bello que hizo jamás Hergé fue contar tu historia, de cómo caído una y otra vez, te levantabas, querido Capitán, siempre a una sola copa de volver a recaer... Quizá también para Hergé, que no fue precisamente un héroe de la resistencia belga, tú venías a cristalizar lo que él era, un hombre con debilidades, y Tintín lo que quería ser, vete tú a saber...
Tintín a veces le parece demasiado perfecto a mi alma imperfecta, pero si por algo Tintín entrará en la Gloria será sin duda por ser amigo de sus amigos, por hacerlos mejores de lo que son: es el amigo de Tchang, de Zorrino, de los Dupond Dupont, del gran Tournesol, de Milou, pero, sobre todo, es tu amigo, Capitán. Es tu ángel bueno, que amablemente, sin soltarte sermones, te da el buen ejemplo y cuando le ofrecen una copa, contesta siempre "jamais d'alcohol, vous savez". Tintín, con verdadero amor, hace lo posible para ayudarte a vencer los demonios de tu adicción...
Y tú, Capitán, eres la única familia de Tintín, el señor mayor que de algún modo compensa en ese pobre huérfano eternamente joven la ausencia de padres, de hermanos o de un amor... Tintín ha llenado ese tremendo vacío familiar con el afecto que depara a sus amigos. ¿Y qué mejor hijo que aquel que se convierte en padre espiritual de sus mayores, convenciéndoles de comportarse bien?
Y, tú, mi Capitán, eres un hombre agradecido. Lo pudemos todos leer en Tintin au Tibet: ninguna obra de la literatura corriente puede expresar, como esa, toda la devoción y toda la lealtad que le has brindado a tu simpático redentor. Un San Pedro marítimo, aunque no pescador sigue a su Maestro a través de las cordilleras del Himalaya... Cuánto pudor, cuánto afecto, cuanto amor verdadero... Suena raro decirlo así, el gallo canta tres veces, pero tú, Haddock, sigues allí, junto a tu Tintín, protestando, refunfuñando, haces amago de marcharte, te marchas, pero al final siempre regresas y hasta estás dispuesto a cambiar tu vida por la suya. Eres el mejor amigo del mundo, Capitán, y un modelo para mí. Bon anniversaire, cher Capitaine, que Dios te bendiga y que cumplas muchos más, ¡mille sabords!

lunes, 30 de diciembre de 2019

Españoles sin España, una esperanza

Fuente: ABC, artículo enlazado.

La identidad española sobrevivirá a la destrucción del Estado español.

Un artículo de ABC de hace cuatro años se hacía eco del hallazgo de una moneda de dos mil años de antigüedad, acuñada en Segovia, que llevaba las mismas siete letras de la vieja ciudad castellana. Y es que las cosas más arcanas a veces permanecen, en el duro metal de las monedas o en el durísimo acero de la memoria colectiva y heredada, superando el tráfago de los siglos... Tengo infinita simpatía por griegos, judíos y armenios que han demostrado a lo largo de dos milenios que las identidades podían sobrevivir a pesar de la destrucción de los Estados o de la persecución religiosa. La creación del Estado griego, en el siglo XIX, la independencia de la República de Armenia en 1991 o la creación del Estado de Israel en 1948,  tras los sendos genocidios experimentados por armenios y judíos, demuestran que la voluntad de permanencia supera con creces cualquier adversario cuando existe una base cultural o religiosa sólida. Y es que, como publiqué en alguna ocasión, el patriotismo es una historia de amor, y el amor permanece a pesar de todos esos odios que acompañan al nacionalismo.

La destrucción programada de España -me refiero al Estado español- con la anuencia y el aplauso de la España oficial y la complicidad de las autoridades políticas y judiciales europeas, no sé si se completará en esta legislatura o en las siguientes. Pero tengo fe y esperanza en los españoles, en la lengua española y en la identidad española que persistirá a pesar de que el Estado español es harto probable que acabe destruido por unos insensatos. Si el Estado español probablemente desaparezca en breve, España como realidad, sobrevivirá a todas las fantasías separatistas, a toda la locura de nuestras izquierdas, y a todas las divisiones de nuestras derechas.

Mi propio apellido tiene mil años y es muy anterior a la España unida de los Reyes Católicos, es de origen provenzal languedociano como demostró en un ya clásico artículo Aebischer, y surgió en el sur de Francia -quizá por la zona de Domezain- sin duda para denominar a lugareños que provenían de la península y cuyos descendientes regresaron a España como vasallos de los vizcondes de Bearn y de los reyes de Aragón...

Fuente: artículo a pie de página
He sentido una honda emoción, esta mañana, al leer un viejo artículo del Faro de Vigo que hablaba de unas monedas que yo desconocía, acuñadas en Sicilia durante el II siglo antes de Cristo, con la leyenda HISPANORUM. Fueron acuñadas por los descendientes de mercenarios hispanos que quisieron recordar su origen, en la lejana Sicilia. Gente oriunda de la Península mucho antes de que existiera nada parecido a un Estado español, quiso recordar su origen, su patria chica en un mundo en que no existían naciones sino ciudades e imperios.

Quizá este año que viene presida el Alcibíades socialista la destrucción del Estado español como lo conocíamos, o se inicie un nuevo proceso constitucional que acabe con la locura separatista respaldada por el desastroso modelo territorial. No lo sé. No soy optimista al respecto, porque el haber entregado la educación a los separatistas ha consistido en regalarles nuestro futuro. Pero nuestra lengua, tan perseguida en la España peninsular y en Baleares, sobrevivirá probablemente en las Américas, y nuestra identidad permanecerá. Millones de españoles con pasaporte extranjero se tomarán las uvas con otros relojes que no serán el de la Puerta del Sol, millones de extranjeros de origen español imitarán a aquellos magníficos republicanos que durante su largo exilio celebraban la Navidad añorando su patria natal, algo que plasmó Carlos Semprún en el título de su novela, L’An prochain à Madrid (1975), “El año que viene en Madrid”.

Os pongo un enlace (aquí) con la página donde podéis descargaros un fascinante artículo de Luis Amela Valverde sobre esas monedas sicilianas, por si fuera de vuestro interés.

domingo, 25 de febrero de 2018

Patriotismo: una historia de amor

El patriotismo es al nacionalismo lo que un koala a una hiena: ambos son mamíferos y tienen cuatro patas, pero ahí se acaba el parecido, o como sentenciaba el admirable Romain Gary, Le patriotisme c’est l’amour des uns, le nationalisme c’est la haine des autres. El nacionalismo es un monstruo conocido, al que los juristas, ensayistas e historiadores han dedicado ríos de tinta y por el que los nacionalistas han derramado océanos de sangre. Hablemos pues del patriotismo, que es algo bien distinto, puesto que consiste en una auténtica historia de amor.
El Diccionario de la Real Academia Española sólo ofrece dos acepciones de patriotismo, ambas congruentes, escuetas y muy interesantes si afilamos el lápiz. La primera es “Amor a la patria”. La segunda es “Sentimiento y conducta propios del patriota”. Así que el patriotismo es una historia de amor, y el amor exige una conducta porque obras son amores y no buenas razones.

El patriotismo es amor, decimos. ¡Pero hay muchos tipos de amor! Hay amores obsesivos, propios del que para amar necesita cargar al amado de cadenas. Ese sería el patriotismo de los que creen que amar a España consiste en esclavizarla.

Hay amores desesperados: el de quien profesa un amor que sabe imposible, como el infeliz desechado por su amor. Son los patriotas de las patrias perdidas en el tiempo, los exiliados que amaron la España a la que no pudieron volver, o los que, todavía hoy, aman la España de Franco o la de la II República, sin calibrar que el tiempo lo devora todo y el recuerdo de todo; que el amor es presencia y si no es presencia, es dolor.

Hay amores constructivos y sanos, el de quien busca crear una familia, entablar un proyecto, que sueña con compartir un amor, con amar y ser amado. Ese es el patriotismo inteligente de tantos millones de españoles que todas las mañanas salen a trabajar y darse de martillazo con la vida, que se casan, que tienen hijos y los crían y los quieren; que pagan sus impuestos, que se ocupan de sus padres mayores, que dedican su tiempo libre a los demás. España existe exclusivamente gracias a esos millones de españoles que dan sin contar, que sostienen nuestra sociedad, que edifican el presente. Y da exactamente igual que sean conscientes o no de que son patriotas, de que griten o no griten “¡Viva España!”. No por ello dejan de amar a España; y es que hay amores expansivos que vocean su esperanza y su entusiasmo por las plazas y por encima de los tejados, amores que ni pueden, ni quieren ni saben ocultarse; pero también hay amores tímidos y discretos, casi vergonzantes, pero no por ello menos intensos o menos auténticos.

El amor no tiene por qué ser exclusivo. Puedes amar a tu patria chica, a tu patria grande que es España, a tu patria enorme, la Hispanidad y a tu patria absoluta, la Humanidad. No son amores incompatibles, en absoluto. Sólo un mentecato puede pensar que no puedes amar a la vez Barcelona, Cataluña y España. ¡El amor es generoso!

Menos clara es la definición que nos da el mismo diccionario de la RAE de “patria”. La patria sería la “tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos” y en una segunda acepción, el “lugar, ciudad o país en que se ha nacido”. Así, en patria confluyen dos realidades, lo que viene dado y no podemos cambiar —allí donde nos nacieron— y los afectos o sentimientos que tengamos al respecto.

El patriota español es el español que ama a España. Que la patria sea una condición dada, anterior, como el lugar del nacimiento, explica que no llamemos compatriotas a quien ama a España sin ser español, como los hispanistas, maravillados desde hace siglos por nuestro ser, nuestras letras o nuestra historia, o como los millones de turistas que nos visitan y vuelven todos los años. Nos quieren, pero no los llamamos compatriotas porque no son españoles de condición, aunque sin duda muchos de ellos merecerían serlo.

Si compañero es, etimológicamente, quien comparte el pan conmigo, entonces compatriota será quien comparte patria conmigo. Pero mi compatriota no tiene por qué ser patriota. Muchos de nuestros compatriotas no son patriotas. Al contrario, muchos españoles odian serlo y los peores son los separatistas. Si el patriotismo es una historia de amor, el separatismo es un relato de odio, en estado puro. Es la peor forma de odio, la del que se odia a sí mismo y aborrece aquello que le vincula a los demás. El separatista no quiere que le demos algo a él sino que pretende quitárnoslo a todos; el único derecho que reivindica consiste en despojarnos de los nuestros sobre territorios que él considera suyos en exclusiva. El separatista es idéntico al chiflado que roba un cuadro de un museo, donde él también lo puede ver y disfrutar como todos los demás, y se lo lleva a su casa para ser él el único en contemplarlo. Su placer consiste precisamente en privarnos a los demás de ese derecho; y, por lo tanto, no debemos permitírselo. Nunca.

Publicado en El Español el 05.06.2017

miércoles, 1 de julio de 2015

Declinaciones del amor

Nominativo: Tu felpudito lo llamaremos.... ¡Astrakán!
Acusativo: ¡Zorra! ¡Me pusiste los cuernos! Y además, ¡con ese imbécil!
Genitivo: Mmmmmh oooooh, aaaaaah
Atributivo masculino: ¡Qué grande!
Atributivo femenino: ¡Que bonitas!
Determinativo: Esa cama, ¡la vamos a romper!
Ablativo: (sólo en África y morolandia)
Declinativo: No sé qué pasó, es el estrés, ¿sabes?

sábado, 24 de enero de 2015

La píldora Zuckerberg, ¿remedio del amor?

Algún autor de Ciencia Ficción hablaba de la píldora del olvido como un problema para la Justicia. Imagínate que te dieran una pastilla para olvidar o que sufrieras una terrible amnesia debida a un traumatismo. Eres un criminal, pero no eres consciente de tus crímenes. No recuerdas haber hecho daño a nadie. ¿Te pueden condenar por aquello que una persona que ya no eres tú hizo en otra vida, la que no recuerdas?
La píldora de la amnesia sería estupendo que funcionara como los bloqueos de Facebook. La podríamos llamar Píldora Zuckerberg en honor del peazogenio inventor de ese espacio. Que el borrado fuera selectivo. Que pudieras olvidar adrede lo que hace daño. 

Aplicación práctica: el problema del amor.
El problema del amor no lo ha resuelto ningún Einstein, ni creo que lo resuelva nadie porque en el fondo el problema del amor consiste en que TUS sentimientos dependen de ti, pero el éxito de tu amor depende de OTRO, es decir, del ser amado. Y por lo tanto la cosa no tiene remedio. La comedia se desarrolla  en varios actos:

A) Te has enamorado como un burro, como un chavalín todavía crudo, recién salido de la madriguera. Y le cantas a tu amorsito: "mientras las estrellas brillen en el Sielo te querré mi amooool, mientras haya peces en el maaaaar y mentecatos en Españaaaa, te querré mi amol, te querré con toas mis ganas, toas mis lorzas, mis cualidades, mis defectos, mis pelos, mi ombligo, etc., etc." El amor verdadero disculpa todas las cursiladas.

B) El amorcito te hace la cobra y te manda al carallo: "Ya no te quiero, ya no te junto, no sé qué me pasa y no le gustas un pelo a mi hermana, ni a mis padres ni a mi tía Nicolasa".

C) ¿Y tú qué carallo haces? Te puedes meter uno a uno los peces, las estrellas y los mentecatos aonde te dé más gustirrinín. Y le das al cacumen: Tienes varias alternativas:

1. Aceptas que cuando sentías y decías que la querías un huevo y la yema del otro, y que estabas loco por ella, en realidad no la querías, ni estabas loco por ella. O sea, que eres un mentiroso, o al menos, un exagerado.

2. Aceptas que no eres dueño de tus sentimientos, y que no te vas a olvidar de que la querías y la quieres, y que tu vida carece de significado sin ella. Y esperas que el tiempo borre lo imborrable. ¡Qué le vamos a hacer!

3. Te vuelves gilipollas y te vas de libro en libro de autoayuda y acudes a toda la chusma de consejeros espirituales, sicólogos, siquiatras y amigos bien intencionados, para que te ayuden a "asumirte". Asumir que todo es una mentira, que uno se miente a sí mismo cuando habla de amor, que todo es pura ficción. Nos imaginamos que queremos a la gente porque en realidad amamos la idea de estar enamorados. Y nos imaginamos el dolor, y nos imaginamos los recuerdos, selectivos, bla, bla, bla. Y en realidad no existimos, somos un recuerdo de otro, un yo profundo que nunca acabaremos de conocer...

4. Te vuelves cínico y amargado y entiendes que lo que realmente hace que uno sea casadero no son las palabras, ni las intenciones, ni las acciones, sino el importe de la cuenta corriente. Si eres rico ofreces seguridad, bla, bla -eso que nadie quiere decir pero todo el mundo piensa, empezando por los padres de la interesada, la interesada, los amigos de la interesada, etc.- Da igual que curres, si no ganas bastante tu sexapil disminuye mucho. Y además, currar por poco muchas horas es una forma de asesinato del amor, que se nutre de tiempo. Cuántas parejas que se querían han acabado pasando tan poco tiempo juntas que al final se han ido deslizando por el tobogán del desamor...

En cualquier caso la píldora de la amnesia sería estupenda. Fijaros que en todos los casos, borrar los recuerdos relacionados con una persona dada sería la solución perfecta. Borras lo que sentías, borras las ilusiones, borras las frustraciones, borras el cinismo, lo borras todo. Sería estupendo poder borrar a alguien de tu mente como el bloqueo de facebook, y espero que el señor Zuckerberg -que es más listo que el hambre- desarrolle el proyecto.

martes, 17 de junio de 2014

Imagínate a Julián Marías



Imagínate un español tan objetivo que sirviera lealmente al bando republicano durante la Guerra Civil pero que hiciera todo lo posible para contar la verdad, entonces y después; alguien capaz de inventar la fórmula "los que merecieron perder y los que no merecían ganar"; alguien capaz de mirar hacia atrás sin ira para mirar para adelante con esperanza.
Imagínate a uno que fue víctima del franquismo pero que nunca fue de víctima; que habiendo estado encarcelado durante meses y represaliado a lo largo de toda la dictadura, sin la menor posibilidad de gozar de cátedras, cargos públicos, prebendas y sinecuras del Régimen, era, sin embargo, tan discreto y tan modesto que jamás alardeó de su condición.
Imagínate al más brillante estudiante de su generación, al que por orden superior le suspendieron la Tesis en el mismo tribunal, caso único en la historia de nuestra Universidad.
Imagínate la excelencia: una persona que domina las lenguas clásicas y las modernas, lector infatigable y con curiosidad universal, con asombrosa capacidad para asimilar y comprender lo ajeno.
Imagínate el valor de un joven que fue a ver a su amigo el anciano Julián Besteiro para que no estuviera solo en el momento en que lo hacían prisionero los nacionales, y fue a verlo convencido de que, a su vez, lo harían prisionero a él también..
Imagínate a alguien tan veraz y tan auténtico, que no se pueda concebir que pudiera mentir en ninguna ocasión ni expresar un sentimiento que no albergaba; un hombre que siempre dijo lo que quería decir y lo que le parecía que debía decir cuando había que decirlo, a pesar de las presiones y de las amenazas.
Imagínate a un hombre honrado, sin cargos públicos, sin canonjías, que vivió toda su vida de su trabajo, de sus libros, de sus conferencias.
Imagínate a un católico abierto a la verdad, instalado en una visión de la fe tan sólida, moderna y personal, que, décadas antes del Concilio, nunca claudicó ante el miedo a la libertad del pensamiento tradicional; un católico discípulo del descreído Ortega, capaz de conjugar el catolicismo de Zubiri y de García Morente con las dudas de Unamuno, capaz de vivir su fe con ejemplar sencillez y veracidad.
Imagínate a un filósofo español que nada debe a la corriente marxista o estructuralista, un amigo de los EE.UU. en una época en que se edificaba la leyenda negra antiamericana, un filósofo completamente ajeno al fanatismo, al odio y a los prejuicios, un hombre de la Escuela de Madrid que siguió su propio camino, capaz de acuñar una Antropología metafísica, capaz de dedicar un espacio específico a la mujer en la visión del ser humano, capaz de centrarse en esa misteriosa realidad que llamamos persona, un hombre que rechazó de plano la visión deplorable que quiere reducir las personas al estado de meros animales o de cosas.
Imagínate a un historiador fascinado por la historia de España, por la forma de ser de los españoles, que se atrevió a dar un argumento de nuestra Historia, una España inteligible, un hombre que no participó de ninguna moda historicista, de ninguna visión negrolegendaria de nuestra realidad.
Imagínate a un escritor y conferenciante capaz de expresar las ideas más complejas del modo más sencillo y claro.
Imagínate a un hombre que vivió su siglo, y que comprendió que el Cine era un vehículo excepcional de miradas y de historias, otra forma de expresar la realidad y de inventarla, un señor miembro de varias Academias que hacía de crítico de cine...
Imagínate a un hombre recto y justo, permanentemente difamado por la ralea falangista y la caterva marxista, envidiado por los mediocres y los cobardes, sobre el que se hicieron circular bulos monstruosos porque siendo irreprochable y limpia su trayectoria, había que desacreditarlo como fuera...
Imagínate a un hombre entusiasmado por la Transición, que siendo designado Senador por el Rey, fue una de las pocas y sensatas voces que se elevaron contra la estupidez de nuestras Autonomías y que defendió la libertad de los centros educativos.
Imagínate a un hombre radicalmente enamorado de su esposa.
Imagínate a un liberal, casado con la libertad, alguien capaz de ser libre cuando nadie lo es y de elegir como divisa por mí que no quede.
Imagínate, el valor, la rectitud, la veracidad, la responsabilidad, la honestidad, la pulcritud, el sentido del humor, el cristianismo y el patriotismo, todo junto en forma de señor educado, con traje y corbata, un par de gafas y una frente despejada.

Te acabas de imaginar a Julián Marías. Nació hoy hace cien años en Valladolid.

domingo, 26 de enero de 2014

El amor nunca es cursi

L. Vivot "Le banc des amoureux"
Hay que ser magnámimo con el amor ajeno. Los amigotes más divertidos se vuelven mentecatos cuando les da el ataque. No puedes chotearte  de esa realidad, sólo sentir la ligera punzada de una envidia controlada. Y es que el amor es un aislante extraordinario. Ves una parejita en el Retiro, un par de novietes sentados sobre un banco en Rosales y comprendes perfectamente que en ese momento el resto del Universo no existe. Al enamorado de verdad le importa un ardite si parece cursi, rancio o soso, no le interesa lo más mínimo lo que opinen los demás: la lógica, los rancios modales o el sentido del ridículo quedan abolidos. No es exhibicionismo, es la impudicia de la felicidad en estado bruto. Es maravilloso poder ser muy, muy, muy cursi en la intimidad y decirle a tu dueña cositas tiernas que producirían sonrojo en cualquier otra circunstancia...
La escultura pertenece al Jardín Botánico de Montreal y es obra de Léa Vivot.

lunes, 7 de noviembre de 2011

España, patria del cinismo

En España ya no fabricamos casi nada, porque los chinos tienen las fábricas, pero seguimos produciendo cínicos como churros. Cada día más. Por ejemplo, tenemos montones de verbos para no tener que decir "robar" que suena fatal, así que usamos otros más suaves, supongo, como mangar, choricear, quitar, hurtar, afanar, sisar, despojar, etc. y al ladrón lo llamamos ladronzuelo como para atenuar su delito y condición. Lo mismo sucede con nuestro derecho que distingue las figuras de la estafa y la apropiación indebida del robo puro y duro, como si fuera distinto: lo que era tuyo ahora es de otro, y tú en Babia.

Banqueros y empresarios ejemplares
Cuando me viene cierta flojera espiritual, me reconforta pensar en Mario Conde dando lecciones de moral y ética en teles que presumen de católicas, juas, juas, juas; me digo que realmente el dinero limpia más blanco que cualquier detergente. En España, tierra natal del cinismo, si tienes dinero, quedas absuelto, tienes clubes de fans, gente que explica que cuando robabas en realidad no robabas, redistribuías recursos; ¡los jueces son tan injustos! Y tú, pobrecito banquero sin duda no tenías buenos abogados, porque ibas por el turno de oficio... ¡Una víctima de la conspiración!
Antes que Conde -que no ha matado a nadie- tuvimos a Jesús Gil, condenado benevolamente por "imprudencia temeraria" en la muerte de 58 personas en Los Ángeles de San Rafael, y ¡cómo le reían las gracias, y cómo lo querían algunos espontáneos! ¡Un genio, un talento! Gil, desde su yacuzi se dedicaba a dar lecciones de ética... A Gil lo indultó Franco a propuesta del ministro Oriol (ver aquí),  y años más tarde lo indultó don Juan Carlos a propuesta del ministro Belloch (ver aquí) de una condena por estafa.

El saqueo de las Cajas
En el caso del Sr. Conde, hay que reconocer que sus depredaciones y la desastrosa gestión que dejó a miles de tenedores de acciones de Banesto en la ruina y costó doscientos mil millones de pesetas al erario público -las que metió el Banco de España en Banesto, un regalito al Sr. Botín- parecen poca cosa al lado del saqueo de las Cajas de Ahorros. Ninguno de los presidentes del Gobierno, de los ministros, de los directivos del Banco de España, de los miembros del Consejo de Administración de las Cajas Reventadas ha puesto sus delicados pies en la trena. La descojonación económica ha venido, nadie sabe como ha sido. Y nos piden ahora que nos fiemos de la nueva desamortización, que confiemos en la pandilla basurilla de las finanzas para renovar nuestras instituciones. Aquí no necesitamos piojosos del 15-M tocando la flauta en Sol sino una revolución a la islandesa, pero el español medio es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos, y los últimos valientes murieron en la guerra.

El Dios Verdadero
En España, que tenemos unas raíces católicas, es decir bellísimas en sus planteamientos y absolutamente falsas o delirantes en sus realidades, millones de personas van a Misa todas las semanas a adorar un Dios lejano cuando su devoción se la dejan a San Euro -un santo transexual, antes era Santa Pela-, que el único Dios Verdadero, Uno y Trino lo tienen en el banco.
No vayáis a pensar que se trata de un sentimiento que fustigo, ni que me pongo en plan Fray Gerundio a azotar penitentes con ideas más viejas que la tos, en absoluto. Si es que en el fondo, lo entiendo. Haced una lista con vuestros amigos y conocidos.  Fijaros en cómo los que tienen dinero, renta, piso o canongía, por poco torpes que sean, al final se reproducen y emparejan -da lo mismo el orden  de los factores- mientras que los que no tienen un duro no ofrecen seguridad. 

El amor como medida del dinero
El otro día un amigo de barra -grandes amistades, se hacen sujetando barras- me confesó entre dos copas que su mujer lo había abandonado. Como nos caímos bien, le pregunté -pero bueno, ¿eres un sicópata?- No. -¿Torturas animales, te lo montas con el perro, eres fan del Atleti, aparcas en doble fila?- No, no, no, nooo. ¿La azotas con látigos avinagrados? ¿Te tiraste a tu cuñada o a tu suegra? No. ¿Vendías droga a la salida del colegio? No. Pero vamos a ver, carallo,  ¿Tú la quieres? Sí. ¿Le dices que la quieres? Sí. ¿Le has sido fiel? Sí. ¿Y entonces por qué te ha abandonado? - Es que no hay trabajo, sabes, y se acabó el dinero. 
Claro, ¡el dinero! La base material del amor. No seguí indagando, y es que la vida me ha enseñado a no pronunciar el Nombre de Dios en vano. De repente me acordé de aquella canción tan cínica de El Arrebato: "buscaté un hombre que te quiera, que te tenga llenita la nevera".

viernes, 21 de octubre de 2011

Mis cachos íntimos

Hoy quiero hablaros de mis más fieles amigos, que son como yo mismo o, mejor dicho, son yo mismo, verdaderas partes de mí, mis cachos íntimos, mis entresijos.
Les tengo tanto cariño que estos días no leo la prensa, y así no me entero. Hay que cuidarse. Y es que decía Guareschi que hay cosas que el cerebro entiende pero el hígado no; y yo le tengo mucho cariño a mi hígado, nos hacemos compañía desde hace muchos años, y nos pasamos el día juntos. Con los años aprecias más esos fieles compañeros de celda que, contrariamente a las mujeres o los amigos, nunca te abandonan.

Por ejemplo, le tengo mucho respeto a mis cañerías internas, esos humildes pero eficaces intestinos que extraen lo mejor de cada alimento y no dan ninguna lata; amo mucho a mi valiente estómago, cementerio vivo de vete tú a saber cuántas piscinas de leche, cuantos rebaños de vacas y terneras, cuantas piaras de gorrinos, cuántos bosques de lechugas, cuántas arrobas de judías, garbanzos y macarrones, pozo sin fondo, agujero negro de insaciable apetito.
Le brindo verdadero afecto a mis pequeños pero eficacísimos riñones, que cumplen admirablemente su función; calculo que desde que Dios tuvo la ocurrencia de ponerme en este mundo, he debido evacuar cerca de treinta metros cúbicos de doradas aguas, mi pequeño Río Amarillo particular, el Hoang Ho de Luis. Treinta metros cúbicos es una piscina de chalecito.
Tengo, ya lo he dicho, auténtica reverencia por mi hígado, y también por mis pulmones, y por el pobre corazón que late todos los días más de ochenta mil veces, y no falla nunca... El día en que falle, no me enteraré porque unos segundos después, dejaré de estar.
Le tengo un gran amor a mi culo, esa carnosa y firme almohada que llevo incorporada, que me permite sentarme durante largas horas delante del ordenador para escribir idioteces.
Mis piernas son admirables, puedo andar kilómetros y kilómetros con ellas y me sostienen peñas arriba o peñas abajo a pesar de mi nada modesto tonelaje.
Le estoy muy agradecido a la vertebral columna que me sostiene sobre la base firme de mis enormes peanas. Tengo mucho cariño a mis callosas rodillas, mis codos, mi cuello, mi páncreas, mi píloro, mi bazo y hasta a mi ombligo, que todavía no le he visto utilidad pero algún día la averiguaré.
Por gustarme me gusta hasta Ulises, compañero inevitable de correrías, y traidor ocasional, que aunque no me sirve para nada, algo de compañía sí me hace; Ulises tiene ideas propias, un gran sentido de la independencia y el pobre cacarea por la mañana golpeándose el pecho como Tarzán, o se cimbrea cual elegante palmera, inútilmente, dicho sea de paso; pero el muy capullo todavía no se ha enterado...

La verdad es que hace lustros que no paso por la consulta del médico, ni falta que hace; todo me funciona como un reloj, pero no como un reloj cualquiera sino como los relojes de Ángel Manuel García, el Relojero Mayor del Reino, oiga.
Mis ambiciones se reducen a que durante las próximas décadas -la esperanza es libre- pueda seguir tomando mi tanque de café matutino y dormir como un saco de patatas por las noches, condición sine qua non de una salud perfecta. De hecho, como estoy tan harto de oír a los viejos hablar de sus achaques -que si la ecografía de la resonancia y la radiografía de la analítica- he decidido de una vez por todas que siempre estaré sano y de buen humor, hasta el día de mi muerte. ¡Me moriré sanísimo, seré el cadáver más sano del cementerio!
Hubo una época en que amaba a otros, ahora ya me limito a quererme yo mucho. Olé, olá, cada día me quiero más, como unidad de destino en lo universal y como conjunto de partes autónomas pero dependientes. Soy mi propia Península e islas adyacentes, un continente con un contenido que no te quiero ni contar.  Y como en breve no podremos gritar Viva España porque a nuestra patria le queda un telediario, pues yo gritaré, ¡Viva Luis Español! Y que viva por muchos años. Hala.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El baño de Goffredo

Cuando el pasado duele, cuando los sentimientos acechan y no te dejan conciliar el sueño, es el momento de ponerse a nadar, de flotar encima del tenebroso mar de la memoria.
Alguna vez he hablado de una gran película, Manuale d'Amore. Sólo he visto la primera y ya van por la tercera. Debo haberla visto unas quince veces en cinco meses. La compré por un euro -una oferta de ABC- y la verdad, le he sacado jugo a cada céntimo. Manuale d'Amore es de esas películas que sorprenden, que enganchan, que emocionan, que obsesionan, que te sabes de memoria como los episodios de Colombo. Te ríes y lloras en los mismos sitios, te sabes minutos enteros, frases enteras, como el niño pequeño que le dice a su Papá que le cuente otra vez la misma historia, que no quiere que se la cambie, que protesta si esta vez la Bruja Piruja usa una escoba Renault en lugar de una Volkswagen.
Un personaje extraordinario es el de un doctor, Goffredo -Carlo Verdone- que sigue enamorado de su mujer, que le ha dejado. Hay escenas muy divertidas, Goffredo intenta ligar con esta o aquella pero en realidad tiene clavada en la memoria a su ex-mujer. Poco antes del final -final feliz, preciso- Goffredo está al borde de la desesperación. Está harto, acaba de ver a su antiguo perro, a su antigua suegra, que le siguen queriendo. Pero a ella no; ella no está. Goffredo está hasta las mismísimas narices, no lloriquea, se limita a darse un baño. Vestido y todo, ¡hala! al agua patos. Aguaterapia a lo bestia, a flotar como una nutria. Luego sale y piensa: Come si fa a decidere di smettere di amare una persona? Io non ce l'ho un carattere cosi forte.Io non sono uno di quelli che per smettere di fumare un giorno buttano via il pacchetto e non fumano piu. Una volta ci ho provato. Pero poi di notte sono andato a riprendere il pacchetto nel secchio della spazzatura.

Se puede traducir libremente: Como se hace para decidir dejar de amar a una persona. No tengo yo ese carácter tan fuerte. No soy uno de esos que para dejar de fumar un día tiran el paquete y ya no fuman más. Una vez lo intenté. Pero luego de noche fui a recuperar el paquete en el saco de la basura

Creo que es una de las más bellas escenas de la historia del Cine.


La música es el fantástico Anymore de Orlando Johnson.
Esta es una versión más pura de Anymore.




Now I have seen / That I'm not free / Anymore / without you / Anymore / Now I'm free / on this road with my soul / on this road I won't be / Anymore / without you / Anymore / Now I'm free / on this road with my soul /on this road with you.

viernes, 26 de agosto de 2011

Por el amor se lucha

La mayor enfermedad del mundo es la logorrea. Queremos sustituir los sentimientos por palabras, los actos por palabras, la esperanza por palabras. Y no es posible. Todo lo que vale la pena, todo aquello que realmente valoramos, sólo se consigue por medio de la lucha, una lucha en la que las palabras pesan poco y los actos mucho. Le dediqué ya una entrada al tema, Don't give up.
El amor, por encima de todo, es exigente: no le gustan los blanditos ni los tontitos. Quien quiere un amor tiene que luchar todo el día contra sí mismo, contra sus prejuicios y contra el orgullo que impide pedir perdón.

Los prejuicios matan el amor
Un conocido mío que ya no existe, como no sea en la esperada Gloria que nos vende la fe, se privó del amor, castrándose a sí mismo al rechazar un amor que surgió en su vida.
Su familia tenía un castillo desde finales del siglo X, algo más de mil años en el mismo rincón de Francia. En España no hay familias tan antiguas. Él se pasó toda la vida trabajando para el castillo, euro que ganaba, euro que acababa en las obras de reparación del tejado, la instalación eléctrica, qué sé yo.
Surgió el amor, sí, pero él no podía. Ella era una chica sencilla que lo quería, que lo hubiera hecho felicísimo. Habría tenido niños y un perro, habría vendido el dichoso castillo y se habrían arreglado en un pisito de alquiler, pequeño, y sus mañanas habrían empezado con una caricia y un café, y tratando de evitar que el más pequeño se coma el paraguas de la entrada y cosas así. ¡La felicidad!
Pero él sufría de un raro cáncer genealógico que le impedía vivir la vida: la chica no tenía cuarteles de nobleza, y cierta vulgaridad al hablar indicaba que no se había criado en l'École des Roches. Así que el amor se inmoló ante los prejuicios y él murió solo y soltero. Siempre he deseado que algún sobrino suyo de los que heredaron el castillo le haga un favor a la familia y lo queme, o lo venda o lo subaste y se quiten de encima esa losa centenaria, ese castigo secular.

El desamor está de moda
Esto viene a cuento de que estoy harto de oír hablar de desamores.
No hay día en que no me entere de una nueva catástrofe íntima, otro tren de amores descarrilados. Carallo, ¿qué le pasa a la gente? ¿Por qué no luchan por su amor, por lo que han sido, por lo que pueden llegar a ser? ¿Por qué ceden a la tentación de romper la baraja?  ¿Tan difícil es pedir perdón, decir "lo siento"? ¿Por qué el orgullo siempre tiene que salirse con la suya?
Hoy día el Diablo se viste de sicólogo, y te aconseja pragmatismo y realismo; cada día me convenzo más que el ámbito natural de los sicólogos es el fondo del mar, haciendo compañía a los abogados matrimonialistas.
Cuando veo otra pareja rota, otra más, tengo ganas de majarlos a palos y gritarles: ¡BASTA! ¡BASTA YA! ¿No tenéis nada mejor que hacer que haceros daño?  ¿Por qué tanta maldad? De verdad, los diagnósticos de los expertos, los consejos de la gente razonable, las palmaditas en la espalda de falsos amigos os la debieran traer pendulona. ¡Luchad por vuestro amor! Si el amor es algo más que un espejismo desde luego no puede ser una licuefacción mierdosa de prudencia. Al agua patos, ¡equivocaros! ¡Equivocaros y sed felices! Y cuando las cosas se tuerzan, que se tuercen, aprended a pediros perdón.

Sorry: una gran canción de Tracy Chapman
A pesar del tiempo, me sigue conmoviendo como la primera vez la belleza y sencillez de Sorry, esa gran canción de Tracy Chapman. Una letra sensacional y una forma de cantarla tan original.
Sorry / Is all that you can't say / Years gone by and still / Words don't come easily / Like sorry, like sorry
Forgive me / Is all that you can't say / Years gone by and still / Words don't come easily / Like forgive me,  forgive me
But you can say baby / Baby can I hold you tonight / Maybe if I told you the right words / At the right time you'd be mine
I love you / Is all that you can't say / Years gone by and still / Words don't come easily / Like I love you, I love you

lunes, 27 de junio de 2011

Madrid y los pueblos

En Madrid, cuando no quieres ver a un pelmazo no lo ves. En un pueblo pequeño, ¿qué haces? No puedes fingir que no lo ves, ni contarle que no estás en casa, no hay huida posible, tienes que aguantar al pelmazo, o pegarle un tiro.
En Madrid, a pie, paseando por el Centro o por la ciudad moderna, es muy fácil perderse adrede: ¿qué hay más allá de la calle del Cordón? ¿Cómo evoluciona Caleruega, dónde acaba Ronda de Sobradiel? En un pueblo pequeño sabes exactamente dónde está cada cosa, cada piedra, cada calle, cada cardo y cada cabra. Y no te apetece salir.
En Madrid, si tu amor te abandona, tienes mil distracciones, reuniones, conferencias, conciertos, películas y obras de teatro para atontar los sentimientos y narcotizar el desarraigo; mil restaurantes, cafeterías y colmaos donde echar unas risas con los amigos.  Y si no la quieres ver, no la ves. ¡Será por ciudad! En un pueblo tienes la tortura de ver a tu amor todos los días, a las mismas horas, en el mismo lugar. ¿Cómo demonios pueden aguantarlo? ¿Cómo puedes nadar si no tienes agua?
La vida es ya bastante dura, corta y absurda como para, además, pasarla en un confín minúsculo, encerrado en una burbuja de acontecimientos previsibles y previstos. Mi pregunta es, ¿cómo cáspita se puede vivir en un pueblo puediendo vivir en Madrid? ¿Qué clase de pervertidos viven en los pueblos? Me diréis que la gente puede ser feliz en el campo, que Heidi al final se casará con Pedro. Y digo yo, si Heidi se cansa de Pedro, ¿qué pasa? ¿Se consuela Pedro con Niebla? ¿Se liga Heidi a su abuelo? ¡Odio los pueblos!

sábado, 7 de mayo de 2011

Saber creer

Madrid amaneció hoy castigado sin su cielo azul. Ayer decían los sabios que iba a llover mucho, muchísimo. No se han colado del todo, sólo han errado en la hora: a las siete la ciudad se desperezaba bajo un cielo blanco y sucio y hace media hora que empezó el prometido diluvio. En mañanas como esta es cuando vienen los nubarrones íntimos a perturbar la luz interior, y durante unos segundos te da por pensar, manía funestísima de la que siempre es preferible huír.

Aprender a creer
Cuando éramos niños, Papá y Mamá tenían las respuestas, y lo sabían todo; más tarde, para las dudas, estaban los Profesores. Luego creces, la vida se lleva por delante cualquier tipo de seguridad y te das cuenta de que el mar es muy grande, tu barquita muy pequeña y que hace ya mucho tiempo que te quedaste sin anclas. De repente ya no sabes creer. La vida es muda, Dios no contesta. Frotas todas las lámparas buscando genios consejeros, agotas las plegarias, esperas milagros... Pero estás solo, o crees que estás solo.
Desde San Anselmo, cuántos no habrán  reflexionado acerca del Salmo 14,1: Piensa el necio en su interior: "No hay Dios". Bueno, se puede ser muy sensato y muy ateo. Pero en realidad el sensato es el que sabe que la creencia en las cosas importantes -no digamos en Dios- exige un acto de fe, es un triple salto mortal en el vacío.

La ceguera que ilumina
Si te ennovias y te casas, tienes que tener fe en ella o en él, tienes que tener fe en la familia en la capacidad para superar los malos ratos y los tragos amargos. Si inicias unos estudios, si te preparas para una profesión, tienes que tener fe en el sistema económico y en que habrá un futuro para ti. También sabes que puedes llevarte una decepción; pero te arriesgas.
Todo lo importante es cuestión de fe,  la fe es un motorcito que nos permite levantarnos por la mañana y salir a currar o a estudiar porque nos imponemos una obligación: sobrevivir, pagar las facturas. Sin fe en el futuro, no hay presente posible, y la ceguera de la fe nos permite sobrevivir a la realidad, y, además, cambiarla.

El pesimismo es la puerta del fracaso
Os voy a confesar algo: soy un tío raro. Por lo menos en España. Y digo que soy un tío raro porque me confieso demócrata y liberal -debemos quedar tres o cuatro- lo cual no me obliga a gran cosa como no sea pensar que no sólo los demás existen sino que también tienen derecho a existir. ¡Fijatee! Eso significa que creo que la gente es capaz de lo mejor -no solo de lo peor- y que se pueden cambiar las cosas ¡e incluso mejorarlas! Vamos, un revolucionario para lo que se estila hoy día.
El espíritu democrático nace del optimismo, y el optimismo es esencialmente cristiano y por lo tanto occidental; en cambio el fatalismo y el pesimismo son las dos caras de una misma moneda llamada fracaso. El fracaso tiene muchos nombres: socialismo, integrismo, conservadurismo, prohibicionismo; son las doctrinas del miedo. No existe mejor forma de fracasar que renunciar al éxito, que pensar que el fracaso es nuestro destino. Todos los que interiorizan leyendas negras, los que se creen la propaganda negativa, acaban poniéndose ellos mismos la zancadilla, como los eternos perdedores de su provia vida que se obstinan en decir "no podré" y... ¡acaban dándose la razón!
Eso ocurre en el amor: hoy día muchas parejas creen -porque se lo han dicho y lo han interiorizado- que la ruptura y la disolución del amor están en la naturaleza de las cosas. La verdad, es que cuando te lo repiten un número suficiente de veces supongo que te crees cualquier cosa: la base de cualquier creencia, positiva, negativa o del Atleti es la repetición y la autoargumentación. La conclusión del pesimismo es la muerte: los niños troceados en la barriga de sus madres, un país de solteros y amargados, plagado de viejos; un país sin esperanza.
 
El enemigo del espejo
Apuestas por tu vida, por tu amor, por tu fe o bien apuestas contra tu vida, contra tu amor, contra tu fe. Todo es irreal pero lo convertimos en real en virtud de nuestras creencias, hasta el punto de que no resulta difícil incurrir en el solipsismo y pensar que nada existe fuera de uno mismo. Y el solipsismo es un error. La vida es lucha, luego no estamos solos. Al final debes pelear, a muerte; si quieres ver a tu adversario, búscate un espejo.

domingo, 13 de febrero de 2011

¡Viva San Valentín!

Leo mi entrada anterior y me digo: ¿estaré chocho o sólo resabiado? ¿Cómo se puede hablar mal de San Valentín, del día en que aunque muchos estemos solos nos alegramos de que otros no lo estén?
Para mí, que tengo que tomar más el sol, le mejor medicina del alma. ¡Ajenatón tenía razón! Una pena que el Sol sea sólo una estrella sin conciencia,  un inmenso reactor de fusión al que le traen sin cuidado nuestras penas y alegrías, porque me gustaría agasajarlo, inmolar en su honor alcaldes y ministros o cantarle una jota de acción de gracias por sus muchas virtudes.
Ahora que lo pienso, la mayor experta sobre magia en la Antigüedad  es la profesora Vázquez Hoys; debiera preguntarle qué conjuro practicaban los egipcios, los hititas o los cananeos para que sólo lloviera por las noches y de día tuviéramos siempre despejado el escandaloso cobalto madrileño.
Los que no creen en los milagros son ciegos, sordos y mudos, no contemplan el milagro obvio y constante de lo vivo. En otoño, en los pinares de la Sierra de Julio Vías -que es como debiera llamarse Guadarrama para hacer justicia a quien mejor la cuenta y la siente- ocurre que tras una temporada de lluvia pertinaz, con el veranillo de San Martín se produce el milagro de las setas y surgen de la nada los famosos boletus edulis, que al horno, con aceite y ajo, o en un buen revuelto, son un manjar suculento.
En la capital, y más específicamente en la Complutense, ocurre un fenómeno parecido. Llegan los primeros días luminosos de febrero y de repente, los almendros que hay junto a Periodismo o Historia se visten de punta en blanco, y en los verdes céspedes que separan el Derecho de la Filosofía, la Física de la Química o la Medicina de la Farmacia, ves a grupitos de gente joven y sonriente, de buen humor, que surgen como setas de la nada. Resulta aleccionador contemplar con qué poco nos ponemos todos contentos, basta con que brille el sol. Nada más; ¡y nada menos! A los grupos de amigos y compañeros se suman las parejitas. Las parejitas del año pasado y las de este año; ¿cuánto durarán? Quizá sean amores de temporada, o quizá para toda la vida. Vaya Vd. a saber...
También el Retiro amable y sonriente acoge toda clase de amores. Parejitas, siempre, por todas partes, hasta en las barcas del Estanque, pero también parejas más añosas y viejitos cogidos del bracete, matrimonios que han superado felizmente las bodas de platino; ves también el animado fruto del amor juvenil: niños corriendo hasta reventar, o sentados a horcajadas sobre los hombros de Papá o mirando de reojo a Mamá mientras descubren, maravillados, la primera violeta de la temporada...
Los días de sol, por todo Madrid desfilan los afortunados en la lotería del amor, algunos recatados y otros exhibicionistas, paseando su buena suerte y enseñándosela a los demás. Los italianos a darse piquitos en público lo llaman "contar dinero delante de los pobres"...
También te pone de buen humor contemplar la evolución de las costumbres, que ¡por una vez! no es mala: hoy día por Gran Vía ves subir a dos señores cogidos de la mano o comiéndose a besos sin que nadie les diga nada ni les hinche a guantazos. En ese sentido, hemos progresado, somos algo menos bestias.
No siento envidia de la felicidad ajena porque en cierto modo la comparto: cada beso, cada caricia, cada lento compás de la carne en los sencillos nidos del amor, son una bendición para todos, una gota más en el Océano Divino y le arranca una sonrisa al Creador, un Dios que no se parece un pelo al Gran Castrador que se inventaron los teólogos.
El otro día le dije a mi buen amigo Obélix, "Mon cher, da igual que Falbalá no te haga caso, ¡mejor enamorarse y equivocarse que la certeza cobarde de quien no se arriesga! Y los que no echan su corazón sobre el tapete, ni ganan ni pierden, sólo se consumen y marchitan mirando como gira la ruleta".
Así que mañana, al ducharme, cantaré la vieja receta: El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuideeee, la salud y la platita, que no las tire, que no las tireeeee. Pues eso, que Viva San Valentín, ¡carallo!

viernes, 11 de febrero de 2011

¡Muera San Valentín!

Mi santo más odiado

Esta mañana recibo una puñetera tarjeta de publicidad de una puñetera marca de tarjetas virtuales que me recordaba que el próximo lunes cae el puñetero San Valentín, día en que todos los puñeteros periodistas rebuznan lo que encuentran en la puñetera wikipedia y te explican cosas que maldita sea si te importan.
No quiero que me vuelvan a contar la leyenda dorada de San Valentín, ni que nadie me lea poemas de Charles d'Orléans, ni que me expliquen por enésima vez cómo en los pueblos se enparejaban echando suertes mozos y mozas, Valentines y Valentinas; y me trae sin cuidado que San Valentín salga en obras de Chéspir. Ya lo sé todo. Y me la repampinfla.
Y es que siento odio africano por dos santos, San Chinarro, que es un nombre muy feo para un sitio horroroso, y San Valentín, el puñetero santo de los enamorados, de las parejitas felices y de los cursis, un día en que hasta me caen gordos Brassens y sus bancs publics.
El 14 de febrero suelo encerrarme en mi búnker, rodeado por mis últimos fieles, y espero la llegada de los Persas. Es de esos días que habría que quitar del año, como Nochevieja o el día de tu cumpleaños, días hórridos y nefandos. ¡Muera San Valentín! ¡San Valentín, al paredón!
Cuando tu chica te quiere y te da besitos, te consideras algo así como el ombligo de Dios en la gloria, te fijas en que los árboles son verdes -mira tú qué bien- y te parece genial que los pajaritos hagan pío, pío. Son días felices en que Valentín te cae bien y hasta Chinarro suena simpático y afectuoso. No hay frase cursi y empalagosa que te parezca cursi ni empalagosa.
La mirada de Ella te pone el egómetro a niveles estratosféricos. Te miras la tripa y te dices: ¡qué bonito michelín, que lorza más tierna! Son los días del entusiasmo, en que el motorcito íntimo funciona a pleno rendimiento y en el fondo las cosas te importan tres narices porque lo único que te importa de verdad es que Ella sonríe cuando te mira.
Son días de luz y entrega, de admirable ceguera en que eres tremendamente vulnerable porque si Ella te explica que la olla es un jacuzzi -métete, mi amor, verás qué bien lo pasas- y va poniendo zanahorias y cebollas en el agua y añadiendo leña al fuego, a ti te parece genial, y no sospechas nada, ni siquiera cuando el agua empieza a hervir y un montón de gente empieza a bailar alrededor´cantando bonga, bonga, bonga...

Una buena película
Una recomendación: el otro día vi una película extraordinaria, "Manuale d'Amore" que te vendían con el periódico por un euro y que debiera adquirir todo aquel que no sea un capullo. Es una de las películas del siglo. Retrata las cosas como son, pero en clave positiva.
Al que no la vea le saldrán almorranas en el alma y sabañones en el cerebro.
Un gran regalo para San Valentín, y más original que una falsa rosa bacarrá que se marchitará al cabo de media hora.

domingo, 28 de febrero de 2010

Los caminos del poder

Además del parentesco, otro tipo de relaciones permite alcanzar el poder

En la entrada anterior recordaba la constitución de redes familiares en el poder, tanto en las democracias como en los regímenes dictatoriales. El poderoso transmite a su prole su propia experiencia y comparte sus contactos y relaciones, permitiéndole saltarse las etapas de paciente espera en las antecámaras.
Una de las conclusiones que subrayaba es que esa actuación suele desmoralizar a quienes no gozando de esas prebendas familiares, difícilmente pueden aspirar a buscar un puesto bajo el sol. Lo que es verdad en política lo es también en todos los campos de la creatividad: en muchos negocios resulta fundamental la tutela familiar, es difícil que puedas poner una galería de arte, una sala de anticuario o una joyería si no cuentas con el asesoramiento de quien conoce los entresijos del negocio, o sea, el tío Benjamín.

El camino más directo
El que no tiene experiencia al final busca la del que sí tiene, alguien que le abra camino, que le muestre los secretos de la senda que lleva al éxito y la fama. ¡Cuánto ahijado sin padrino mataría para ser tutelado por quien llegó a buen puerto! Resulta conmovedor contemplar con qué inaudita inocencia, el recién saliente se imagina que quien ya llegó le va a brindar su amistad y su poder en un momento. “Hombre, Sr. Fernández, qué alegría recibirle en mi ministerio, espere un momento, que me levanto para que se siente Vd. en mi lugar; ahora mismo firmo un Decreto para que Vd. me sustituya”.
El novato pide el favor, pero los favores hay que pagarlos. Hay quien pone precio al culo; y no lo digo metafóricamente. Gran parte del poder en el mundo político o artístico de España reposa sobre esos peajes exigidos y consentidos. Sabemos de ministros, senadores, secretarios de Estado, músicos, bailarines y escritores que han pagado o cobrado su ración de culo recordando aquel retruécano de Ortega: “el camino más directo pasa por el recto”.

Mujeres y poder
Ortega escribía en un tiempo en que el poder era cosa de hombres. Ahora también es cosa de mujeres y la situación no ha variado sustancialmente: jóvenes ambiciosas supieron trepar a costa de seducir a hombres poderosos o a sus émulas adictas a la rica tortilla.
Recordemos a Teodora, influyente esposa de Justiniano, joven emperador que se enamoró como un chaval de aquella artista de pantomimas que debía ser más lista que el hambre, y conocer los secretos de la toma de Troya, el troncomóvil de Picapiedra o el cascabel de Maribel.
Y también se da la situación inversa: hombres que alcanzaron el poder acertando a labrar fanegas reales como aquellos favoritos de doña Isabel II o Catalina la Grande, constituyendo ministerios de los que sin mentir podremos decir aquello tan elocuente: “de aquellos polvos vinieron aquellos lodos”.
Hay muchas formas de entender y practicar el sexo: juego narcisista de seducción, capacidad de aprehender, ciencia del placer... En el caso de esas relaciones teledirigidas hacia el éxito, las relaciones carnales ya carecen de cualquier otra dimensión que no sea el puro ejercicio del poder: el toro dominante se tira al más débil de la manada, y ni siquiera le promete una luna de la que enamorarse. El instinto es así de burro.
La versión hétero es más prosaica; Promotion Canapé era el título de una peli francesa que describía cómo para alcanzar las mieles del triunfo hermosas jóvenes inmolaban sus encantos a la diosa Ambición, y no hace falta vídeos de ningún tipo: la imaginación basta y sobra, y de tanto vivirlo y observarlo, ya ni nos fijamos.

¿Debilidad o chulería?
En principio, debiéramos considerar ese ejercicio de poder como una prueba de debilidad; el gran jefe o la gran jefa, debiera abstenerse de promocionar a quien le procura íntimas emociones, y recordar aquella sentencia de Marco Aurelio, que hablando de su propio padre, alababa en él la “cesación de los amores por los mancebos” (Libro I, 16, uso la versión del mejicano Gómez Robledo). Pero el propio Marco Aurelio alcanzó el poder por decisión de Adriano, cuya pasión por Antinoo llegó a las crónicas; también es cierto que el bello efebo no entró en intrigas ni se interesó por el poder.
La carne es débíl y más la del político; si tratan de promocionar a su parentela no deja de tener su lógica que lleven al poder a amantes y amigos. Incluso al hacerlo con la más hortera publicidad, como sátrapas orientales o alcaldes marbellíes, se dan el íntimo gustazo de subrayar su poderío: "fijaos si soy chulo que he puesto a mi novio/novia de concejal. ¡Toma ya!".

Cayo Julio César
El político de raza, el que no se amilana ante las dificultades sino que se crece ante la adversidad, consigue abrirse camino a pesar de todo y de todos y los más brillantes activos reflejan un origen muy pasivo, y no me refiero a la contabilidad. Todos recordamos la trayectoria de Cayo Julio César, un señor tan importante que le dedicamos un mes del calendario y cuyo mote es ahora sinónimo de poder personal: Zar y Káiser son formas de César. Bueno, pues una de las primeras conquistas del amigo Cayo fue Nicomedes, rey de Bitinia, en cuya cama empezó a fraguarse tan prodigioso destino.

Pasiones inorgánicas
Subrayemos que también existen verdaderas pasiones al margen de lo orgánico. Por ejemplo, Luis XIII de Francia y su amado Cinq-Mars, mantuvieron una relación casta pero intensísima. Luis era muy cerebral y a Cinq-Mars le tiraban las señoras; y ¿qué decir de la afición que tuvieron Carlos IV y María Luisa por Godoy (cuyo retrato encabeza esta entrada)?
Nadie ha conseguido reducir al campo sexual esa Trinidad, y los que escriben al respecto nunca han presentado documentos convincentes, limitándose a barajar rumores.

El camino de la amistad
Igualmente, el periodista Luis Herrero ha destacado en un excelente libro cómo la profunda amistad entre su padre, Herrero Tejedor, y Adolfo Suárez fueron la base para el lanzamiento del segundo. De grandes amistades han surgido destinos asombrosos, y el arte de hacerse amigos es muchas veces más eficaz que el de prostituir los naturales encantos. La palanca de la amistad es sin duda el medio más simpático de proyectarse en el mundo, aunque no pretenderemos que sea el más objetivo. Ninguno lo es. La meritocracia no existe.
Así que mi consejo a los jóvenes ambiciosos es no dejarse desanimar por el nepotismo vigente; siempre hay espacio para el talento. Los caminos de Dios serán inescrutables, pero los del poder resultan diáfanos.
Luis Español Bouché