Vuelvo a ocuparme de mi blog

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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

miércoles, 22 de diciembre de 2010

¡Viva el Gordo!

Hoy es mi día, el día del Gordo. El único día del año en que no me reprochan desgastar las aceras ni hundir las butacas de los cines. Nadie me da consejos no pedidos sobre dietas nuevas a base de espinacas florentinas o boniatos islandeses; nadie me sugiere que me opere, que me ponga un globo en la tripa, ni me recomienda a su cuñado, ese maravilloso matarife que te rebana de golpe treinta o cuarenta kilos de panceta, sin que te enteres; nadie me pregunta si he perdido peso o si he ganado; nadie me hace observaciones sobre las modalidades del suicidio cuando ve que me zampo con cierto disimulo otro kilo de polvorones...
Y es que hoy es mi día, el día en que todo el país quiere que le toque, aunque sólo sea un pellizco. ¿A quién le tocará el Gordo? ¿Te pellizco a ti, bonita? ¿Y a ti, ricura?
Llevo los ojos cubiertos por una venda y voy corriendo por las calles, completamente ciego y con las manos bien abiertas; ¿con qué me encontraré? ¿A quién tocaré primero?
Siento un contacto; algo firme, redondo y suave a la vez, ¿habré sin querer rozado los turgentes pectorales de una atlética joven? ¡No quiero ni imaginarlo! Le diré, "llámame Sam, bonita; y te la tocaré una y otra vez". Me levanto la venda y veo que manoseo ansioso la frente despejadísima de un calvo bajito que no parece especialmente enfadado; hasta me sonríe: ¡soy el Gordo! ¡Y le estoy tocando! ¿Cómo se va a enfadar?
Detrás del calvo, veo largas filas de madrileños encabezados por una señora mayor, algo atractiva a pesar de su aspecto a foto en blanco y negro. Es Doña Manolita; más allá hay una Bruja de Oro y un Gato Negro
¿Y todas esas chicas en estado que vuelan agitando sus manitas y flotan por los aires con sus faldas premamá? Son las chicas del bombo, todas preciosas, alguien se encargó ya de tocarlas -no sé si era gordo o no- pero están felicísimas con sus grandes tripas maternales, elevándose por los cielos, arriba, más arriba, hasta perderse.... Algo duro me golpea la cabeza; ¡qué daño! Y revientan los techos de los coches y se hacen añicos los parabrisas: ¡están lloviendo herraduras! Y ahora lo que cae del cielo son niños con uniforme de San Ildefonso y manojos de tréboles de cuatro hojas.
Me despierto anegado de sudor... ¡Qué sueño más raro! Ah, claro, hoy es el 22 de diciembre, el día en que oficialmente empieza el jolgorio navideño... Tengo en un cajón un par de décimos y todo un basurero de participaciones... ¡Un bosque convertido en números! Por mi culpa, el cambio climático va a aumentar y se van a derretir las ballenas.
Como me toque la pedrea, no voy a cobrar nada de todo ese papel de las viudas del ropero de Santa Casilda, de la Parroquia de San Martín de los Claveles, del Viaje de Fin de Curso de los Alumnos de Tercero de la Facultad de Derecho de Manganeses de la Polvorosa. Una de las participaciones huele a fritanga y le falta un cachito: la compré en un bar de los de la Plaza Mayor, junto a un bocata de calamares, y no sé cómo lo conseguí, le pegué un bocado.

Aprovecho la soledad matutina para abrazarme mucho. Caramba, Gordo, ¡cómo te quiero! ¡Cómo me quiero! Mis manos recorren con verdadero afecto mi cara todavía intonsa, se detienen un buen rato en esa frente donde algún día florecerán inmensos cuernos y siguen por la nuca... ¡Nunca me quise tanto! ¡Me sobo con placentera intensidad! Desde luego, si no me toca el otro Gordo hoy, no será por no haberlo intentado...

Tocar lo que es tocar, ahora lo único que tocan es el timbre -¿quién será a estas horas?- me pongo la bata, abro; delante de la puerta de casa hay un tío con cara de loco y un enorme cuchillo... El tío sale corriendo detrás de mí, y yo venga a correr por el pasillo, pero casi no puedo moverme de lo gordo que estoy; jadeo, y ya no puedo, me derrito, me escogorcio, me muero

- "Para gordoooo -me grita- ¡sólo quiero fraccionarte un poco!"

El tío me quiere reducir, me temo, a no sé cuántas series con sus décimos, venderme a cachitos, en cómodos plazos... ¡Yo quiero conservar mi integridad! Además, si me reparten mucho, ya no seré un gordo rotundo sino apenas una alegre lonchita de Luis en la economía familiar...

Tropiezo, caigo, empiezo a dar alaridos; da igual, las obras del Alcalde cubrirán mis gritos...

6 comentarios:

  1. ¡Quiero que me toques, Gordo!
    ¡Sácame de mis apuros, Gordo!
    ¡Dame una alegría, Gordo!
    ¡Necesito que me toques, por fin, Gordo!
    Ladyfun

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  2. Vamos por partes Luisón (o por fracciones, como prefieras).
    Primero, tú no estas gordo. Tú luces sin despilfarros inútiles, y con una cierta ostentación, lo que engulles.
    Segundo, yo, cuando pienso en tí, lo único que veo de un tamaño fuera de lo común (y lo común es muy poco)es tu cabeza. O lo que contiene.
    Tercero, si a alguien conozco que ame apasionadamente su volumen, ese eres tú. A pesar de la prudente distancia que astutamente estableces con él, mediante la ironía.
    De modo que no nos vengas con más pesadillas.
    Que con el Zapatero ya tenemos el cupo rebosando.

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  3. Admiradisimo Luis, de gordo nada, eres rotundo, y grande en tu sabiduría y gracia en tus opiniones.
    Te doy las GRACIAS ya que me haces pasar buenos ratos leyéndote.
    Por favor sigue asi, deleitándonos, y por supuesto no adelgaces
    Feliz Navidad
    Tu fiel admiradora
    Mª Jesús

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  4. Jajajaja, estoy con Saco, conincido en todo.

    Un beso uy fuerte Luis!!

    Ana U

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  5. Fantástica entrada, Luis.

    Por cierto, con la imposible y turgente atlética joven de tu sueño quizá funcione mejor, más que tocar el gordo, que decirle que rasque y gane. Prúebalo en el próximo sueño. Aunque claro, cómo vamos a tener lo que soñamos, si ni siquiera podemos soñar lo que queremos.

    Un abrazo fuerte.

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  6. Luis, me gustan los hombres, pero solo como amigos, y te prefiero orondo y sabio.

    Toda la humanidad, ha preferido al gordo, calvo y pobre Sócrates, que al atlético, galán, demagogo y rico Alcibíades. Hasta que llegaron los nazis con su culto a los ojos azules y al cuerpo atlético y joven e invirtieron esa preferencia que la humanidad ha adoptado, como tributo inexorable que los vencedores han tributado a los vencidos.

    Luis: te pareces mucho mas a Sócrates y el resto de la humanidad se equivoca si te prefiere al modo nazi. Si quisieras parecerte a Alicbíades privándote de panceta, dejarías de ser Luis. Saldrías perdiendo y nosotros también.

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