L. Vivot "Le banc des amoureux" |
Hay que ser magnámimo con el amor ajeno. Los amigotes más divertidos se
vuelven mentecatos cuando les da el ataque. No puedes chotearte de esa realidad, sólo sentir la ligera punzada de una
envidia controlada. Y es que el amor es un aislante extraordinario. Ves
una parejita en el Retiro, un par de novietes sentados sobre un banco en Rosales y
comprendes perfectamente que en ese momento el resto del Universo no
existe. Al enamorado de verdad le importa un ardite si parece cursi,
rancio o soso, no le interesa lo más mínimo lo que opinen los
demás: la lógica, los rancios modales o el sentido del ridículo quedan
abolidos. No es exhibicionismo, es la impudicia de la felicidad en estado bruto. Es maravilloso poder ser muy, muy,
muy cursi en la intimidad y decirle a tu dueña cositas tiernas que
producirían sonrojo en cualquier otra circunstancia...
La escultura pertenece al Jardín Botánico de Montreal y es obra de Léa Vivot.
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