La vida lleva manual de instrucciones. Un tal Jesucristo nos lo dijo hace veinte siglos: no se puede servir a Dios y al Dinero. De allí se infiere que el dinero no es cosa santa y que allí donde interviene las mejores cosas se vuelven malas. El dinero lo putifica todo, incluso lo más bello, lo más íntimo, lo más generoso. Pero nos olvidamos de las evangélicas consejas y un día nos despertamos despatarrados en un callejón y nos preguntamos qué pasó, en qué momento nos putificamos, nos convertirmos en el juguete roto de otros...
La putificación consiste en poner precio a aquello que no puede tenerlo, porque pertenece al ámbito de la dignidad personal.
Es legítimo donar tu sangre o donar un órgano. Pero no es legítimo venderlos.
Es legítimo que una mujer le sirva a otra que no puede tener hijos de madre portadora. Pero no debe cobrar por ello.
Es legítimo acostarte con quien quieras, pero no que le pongas precio.
La generosidad sólo puede ser gratuita, mientras que el dinero putifica. Si, por ejemplo, cobras por acostarte, te llaman puta o puto, y la verdad, no debe ser tan bueno si hijoputa es un insulto en todas las lenguas, cuando en realidad el insulto debiera ser putero, que la puta es una víctima mientras que el culpable es la despreciable sabandija que ejerce el papel de tentador, el que ofrece dinero a otro por hacer lo que no se debe hacer por dinero, como aquel siniestro personaje encarnado por Robert Redford que le ofrecía un millón de dólares a una señora por acostarse con él... No vayáis a pensar que los malos de esta película son los ricos. Cualquiera, por pobre que sea, puede intentar comprar lo que no se puede vender, y no sólo los ricos van de putas, también los pobres le compran a una infeliz el acceso temporal a sus orificios naturales. Y además de pagarle, la desprecian, cuando los despreciables son ellos
Pero además de la prostitución pura y dura, hay muchas formas de putificarse y muchos tipos de putificación. Por dinero hay quien hace algo que no debiera, o quien deja de hacer algo que debiera. Así, podemos hablar de putificación activa y de putificación pasiva. Ejemplos:
Putificación activa: me caso con alguien porque tiene dinero.
Putificación pasiva: dejo a mi amor porque no tiene dinero.
La putificación laboral
Existen millones de personas en el planeta que sufren en el trabajo lo que no debieran sufrir, porque hay quien por ofrecer un sueldo se considera con el derecho de ser desagradable, humillar y echar broncas que no vienen a cuento. Nadie debiera aguantar ese maltrato pero los papás y mamás que tienen que pagar el cole de los niños y alimentarlos, y vestirlos, con frecuencia tragan lo intragable porque no pueden evitar putificarse. En este caso, y sólo en este caso, aceptar la humillación revela más generosidad que cobardía: aceptas lo inaceptable por el bien de un tercero, de alguien vulnerable como tu niño que depende completamente de ti. Te putificas, pero lejos de ser despreciable, te conviertes en alguien admirable y puedes recordar que las prostitutas nos precederán en el Reino de los Cielos.
La putificación en el hogar
Los niños y las niñas reciben todo lo que les dan sus padres con la misma naturalidad con la que aceptan que tienen que ir al cole o a Misa: la voluntad de Papá y Mamá es lo más parecido a Dios que tienen los niños cerca. La catástrofe, obviamente, llega cuando Papá y Mamá se contradicen, y la aberración del divorcio ha facilitado esa destrucción de la autoridad parterno-materna convirtiéndola en competencia. La ceguera de los padres divorciándose o ya divorciados les lleva a putificar a sus hijos, comprándolos. Por ejemplo, Papá pone los cuernos a Mamá, y se separan. Y Papá se trae a vivir a su casa a una nueva mujer, la Otra. Papá paga matrículas de colegios, regalos, da dinero, y los niños se acostumbran a tragar, a soportar la presencia de la Otra porque su padre les compra cosas. Están putificados, y ni siquiera lo saben...
Jaime Sabines describió el dinero como elemento no putificador, sino purificador:
ResponderEliminarCantemos al dinero
con el espíritu de la navidad cristiana.
No hay nada más limpio que el dinero,
ni más generoso, ni más fuerte.
El dinero abre todas las puertas;
es la llave de la vida jocunda,
la vara del milagro,
el instrumento de la resurrección.
Te da lo necesario y lo innecesario
el pan y la alegría.
Si tu mujer está enferma puedes curarla,
si es una bestia puedes pagar para que la maten.
El dinero te lava las manos
de la injusticia y el crimen,
te aparta del trabajo,
te absuelve de vivir.
Puedes ser como eres con el dinero en la bolsa,
el dinero es la libertad.
Si quieres una mujer y otra y otra, cómpralas,
si quieres una isla, cómprala,
si quieres una multitud, cómprala.
(Es el verbo más limpio de la lengua: comprar.)
Yo tengo dinero quiere decir me tengo.
Soy mío y soy tuyo
en este maravilloso mundo sin resistencias.
Dar dinero es dar amor.
¡Aleluya, creyentes,
uníos en la adoración del calumniado becerro de oro
y que las hermosas ubres de su madre nos amamanten!
En cuanto a las putas, Sabines glorificó su talento, su generosidad, su trato aristócrata a pobres y ricos. Quiso canonizar a las putas.
ResponderEliminar"Santoral del Sábado: Betty, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.
Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.
No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.
Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.
Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.
En el lugar que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.
Oh puta amiga, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti,… todo el tiempo…"
En cuanto a las putas, Sabines glorificó su talento, su generosidad, su trato aristócrata a pobres y ricos. Quiso canonizar a las putas.
ResponderEliminar"Santoral del Sábado: Betty, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.
Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.
No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.
Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.
Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.
En el lugar que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.
Oh puta amiga, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti,… todo el tiempo…"