Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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domingo, 24 de abril de 2016

Quiero héroes sin dinero

Entiendo que para el 99,99% del personal, el Dinero es el único Dios verdadero, pero la verdad es que la pastofilia me aburre, ¡es tan previsible! Y en obras literarias o en el Cine, la omnipotencia del valor positivo del parné resulta insufrible.
Por ejemplo, la justamente alabada peli Intocable está muy bien, pero en el fondo es un canto a la pasta. El tetrapléjico se limita a hacer magia con el dinero, a seducir  y amaestrar con pasta a su cuidador, una nueva versión de Pigmalión... Como el cuento de Navidad de Dickens. en que Scrooge, cuando "se vuelve bueno" se dedica a comprar a todo el mundo a base de regalos y la gente ríe y baila porque el inmundo avaro ahora suelta parné.
Ejemplo de lo que digo es también el del chiflado que interpreta Jack Nicholson en Mejor Imposible. Otro tío que hace magia con el dinero. Es una sabandija, un ser egoísta, malvado, monstruoso, pero como es un escritor con mucho éxito y le sobra la pasta, ayuda al hijo de la camarera, comprando a la madre por medio de la salud de su hijo y adquiriendo tiempo para disfrutarla... En el fondo es un guión asqueroso. 
Me gustan más los personajes que hacen magia sin tener un clavel, los héroes desinteresados como el Bruce Willis de La Jungla de Cristal, que extermina él solo a varias generaciones de criminales con un palillo de dientes; puestos a soñar, ¿por qué conceder siempre el protagonismo al dinero? Lo más simpático de Los tres mosqueteros es que entre los cuatro no tienen un real y sin embargo se corren grandes aventuras..

viernes, 26 de diciembre de 2014

El dinero como elemento putificador

La vida lleva manual de instrucciones. Un tal Jesucristo nos lo dijo hace veinte siglos: no se puede servir a Dios y al Dinero. De allí se infiere que el dinero no es cosa santa y que allí donde interviene las mejores cosas se vuelven malas. El dinero lo putifica todo, incluso lo más bello, lo más íntimo, lo más generoso. Pero nos olvidamos de las evangélicas consejas y un día nos despertamos despatarrados en un callejón y nos preguntamos qué pasó, en qué momento nos putificamos, nos convertirmos en el juguete roto de otros...
La putificación consiste en poner precio a aquello que no puede tenerlo, porque pertenece al ámbito de la dignidad personal.
Es legítimo donar tu sangre o donar un órgano. Pero no es legítimo venderlos.
Es legítimo que una mujer le sirva a otra que no puede tener hijos de madre portadora. Pero no debe cobrar por ello.
Es legítimo acostarte con quien quieras, pero no que le pongas precio.

La generosidad sólo puede ser gratuita, mientras que el dinero putifica. Si, por ejemplo, cobras por acostarte, te llaman puta o puto, y la verdad, no debe ser tan bueno si hijoputa es un insulto en todas las lenguas, cuando en realidad el insulto debiera ser putero, que la puta es una víctima mientras que el culpable es la despreciable sabandija que ejerce el papel de tentador, el que ofrece dinero a otro por hacer lo que no se debe hacer por dinero, como aquel siniestro personaje encarnado por Robert Redford que le ofrecía un millón de dólares a una señora por acostarse con él... No vayáis a pensar que los malos de esta película son los ricos. Cualquiera, por pobre que sea, puede intentar comprar lo que no se puede vender, y no sólo los ricos van de putas, también los pobres le compran a una infeliz el acceso temporal a sus orificios naturales. Y además de pagarle, la desprecian, cuando los despreciables son ellos
Pero además de la prostitución pura y dura, hay muchas formas de putificarse y  muchos tipos de putificación. Por dinero hay quien hace algo que no debiera, o quien deja de hacer algo que debiera. Así, podemos hablar de putificación activa y de putificación pasiva. Ejemplos:
Putificación activa: me caso con alguien porque tiene dinero.
Putificación pasiva: dejo a mi amor porque no tiene dinero.

La putificación laboral
Existen millones de personas en el planeta que sufren en el trabajo lo que no debieran sufrir, porque hay quien por ofrecer un sueldo se considera con el derecho de ser desagradable, humillar y echar broncas que no vienen a cuento.  Nadie debiera aguantar ese maltrato pero los papás y mamás que tienen que pagar el cole de los niños y alimentarlos, y vestirlos, con frecuencia tragan lo intragable porque no pueden evitar putificarse. En este caso, y sólo en este caso, aceptar la humillación revela más generosidad que cobardía: aceptas lo inaceptable por el bien de un tercero, de alguien vulnerable como tu niño que depende completamente de ti. Te putificas, pero lejos de ser despreciable, te conviertes en alguien admirable y puedes recordar que las prostitutas nos precederán en el Reino de los Cielos.

La putificación en el hogar
Los niños y las niñas reciben todo lo que les dan sus padres con la misma naturalidad con la que aceptan que tienen que ir al cole o a Misa: la voluntad de Papá y Mamá es lo más parecido a Dios que tienen los niños cerca. La catástrofe, obviamente, llega cuando Papá y Mamá se contradicen, y la aberración del divorcio ha facilitado esa destrucción de la autoridad parterno-materna convirtiéndola en competencia. La ceguera de los padres divorciándose o ya divorciados les lleva a putificar a sus hijos, comprándolos. Por ejemplo, Papá pone los cuernos a Mamá, y se separan. Y Papá se trae a vivir a su casa a una nueva mujer, la Otra. Papá paga matrículas de colegios, regalos, da dinero, y los niños se acostumbran a tragar, a soportar la presencia de la Otra porque su padre les compra cosas. Están putificados, y ni siquiera lo saben...





lunes, 7 de noviembre de 2011

España, patria del cinismo

En España ya no fabricamos casi nada, porque los chinos tienen las fábricas, pero seguimos produciendo cínicos como churros. Cada día más. Por ejemplo, tenemos montones de verbos para no tener que decir "robar" que suena fatal, así que usamos otros más suaves, supongo, como mangar, choricear, quitar, hurtar, afanar, sisar, despojar, etc. y al ladrón lo llamamos ladronzuelo como para atenuar su delito y condición. Lo mismo sucede con nuestro derecho que distingue las figuras de la estafa y la apropiación indebida del robo puro y duro, como si fuera distinto: lo que era tuyo ahora es de otro, y tú en Babia.

Banqueros y empresarios ejemplares
Cuando me viene cierta flojera espiritual, me reconforta pensar en Mario Conde dando lecciones de moral y ética en teles que presumen de católicas, juas, juas, juas; me digo que realmente el dinero limpia más blanco que cualquier detergente. En España, tierra natal del cinismo, si tienes dinero, quedas absuelto, tienes clubes de fans, gente que explica que cuando robabas en realidad no robabas, redistribuías recursos; ¡los jueces son tan injustos! Y tú, pobrecito banquero sin duda no tenías buenos abogados, porque ibas por el turno de oficio... ¡Una víctima de la conspiración!
Antes que Conde -que no ha matado a nadie- tuvimos a Jesús Gil, condenado benevolamente por "imprudencia temeraria" en la muerte de 58 personas en Los Ángeles de San Rafael, y ¡cómo le reían las gracias, y cómo lo querían algunos espontáneos! ¡Un genio, un talento! Gil, desde su yacuzi se dedicaba a dar lecciones de ética... A Gil lo indultó Franco a propuesta del ministro Oriol (ver aquí),  y años más tarde lo indultó don Juan Carlos a propuesta del ministro Belloch (ver aquí) de una condena por estafa.

El saqueo de las Cajas
En el caso del Sr. Conde, hay que reconocer que sus depredaciones y la desastrosa gestión que dejó a miles de tenedores de acciones de Banesto en la ruina y costó doscientos mil millones de pesetas al erario público -las que metió el Banco de España en Banesto, un regalito al Sr. Botín- parecen poca cosa al lado del saqueo de las Cajas de Ahorros. Ninguno de los presidentes del Gobierno, de los ministros, de los directivos del Banco de España, de los miembros del Consejo de Administración de las Cajas Reventadas ha puesto sus delicados pies en la trena. La descojonación económica ha venido, nadie sabe como ha sido. Y nos piden ahora que nos fiemos de la nueva desamortización, que confiemos en la pandilla basurilla de las finanzas para renovar nuestras instituciones. Aquí no necesitamos piojosos del 15-M tocando la flauta en Sol sino una revolución a la islandesa, pero el español medio es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos, y los últimos valientes murieron en la guerra.

El Dios Verdadero
En España, que tenemos unas raíces católicas, es decir bellísimas en sus planteamientos y absolutamente falsas o delirantes en sus realidades, millones de personas van a Misa todas las semanas a adorar un Dios lejano cuando su devoción se la dejan a San Euro -un santo transexual, antes era Santa Pela-, que el único Dios Verdadero, Uno y Trino lo tienen en el banco.
No vayáis a pensar que se trata de un sentimiento que fustigo, ni que me pongo en plan Fray Gerundio a azotar penitentes con ideas más viejas que la tos, en absoluto. Si es que en el fondo, lo entiendo. Haced una lista con vuestros amigos y conocidos.  Fijaros en cómo los que tienen dinero, renta, piso o canongía, por poco torpes que sean, al final se reproducen y emparejan -da lo mismo el orden  de los factores- mientras que los que no tienen un duro no ofrecen seguridad. 

El amor como medida del dinero
El otro día un amigo de barra -grandes amistades, se hacen sujetando barras- me confesó entre dos copas que su mujer lo había abandonado. Como nos caímos bien, le pregunté -pero bueno, ¿eres un sicópata?- No. -¿Torturas animales, te lo montas con el perro, eres fan del Atleti, aparcas en doble fila?- No, no, no, nooo. ¿La azotas con látigos avinagrados? ¿Te tiraste a tu cuñada o a tu suegra? No. ¿Vendías droga a la salida del colegio? No. Pero vamos a ver, carallo,  ¿Tú la quieres? Sí. ¿Le dices que la quieres? Sí. ¿Le has sido fiel? Sí. ¿Y entonces por qué te ha abandonado? - Es que no hay trabajo, sabes, y se acabó el dinero. 
Claro, ¡el dinero! La base material del amor. No seguí indagando, y es que la vida me ha enseñado a no pronunciar el Nombre de Dios en vano. De repente me acordé de aquella canción tan cínica de El Arrebato: "buscaté un hombre que te quiera, que te tenga llenita la nevera".