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lunes, 8 de febrero de 2010

Simón Bolívar, traidor y genocida

Madrid honra en su parque del Oeste a uno de los mayores asesinos de españoles.

En la entrada anterior fijaba mi atención sobre todos esos compatriotas nuestros que a base de matanzas y escabechinas han alcanzado un cierto reconocimiento público, y proponía un Parque de los Verdugos para honrar su sangrienta memoria. Eso me recuerda que en Madrid tenemos un Parque del Oeste que bien pudiera llamarse de los Traidores, donde tienen su estatua tanto el cura Hidalgo como el ínclito Simón Bolívar.
Precisamente, en 2010 conmemoramos los primeros pasos de los “libertadores” del continente americano, aquellos españoles que mataron compatriotas a mansalva en nombre de la "Independencia". Si alguien merece pasar a la historia como Verdugo Mayor, será sin duda Simón Bolívar, epítome de la traición y celebrado genocida.

Bolívar, icono de Hispanoamérica
Bolívar es uno de los grandes iconos de la América española; por toda la América hispana y hasta en Canadá te encuentras estatuas y referencias, provincias y ciudades que aluden al siniestro personaje, como revela la wikipedia, y hasta un país entero llamado Bolivia. Los venezolanos incluso lo han convertido en su moneda y cuentan en bolívares, pero claro, es que nadie les contó quién era Bolívar de verdad.

Racista, cruel y genocida
Como tantos criollos, Bolívar sentía el mayor desprecio por negros o mulatos y el origen de la sublevación americana debe buscarse, dicen los sabios, en el hecho de que la Corona Española empezara a dar y vender cargos a los morenos. De hecho, cuando Fernando VII inicia la represión en América, enfrentó a negros contra criollos y las columnas de Boves se componían esencialmente de negros y mulatos, lo que en el Caribe llaman despectivamente la negrada.
Ese Bolívar del Parque del Oeste, a cuyos pies juegan niños inocentes, es el mismo Bolívar que mandó decapitar a los españoles prisioneros, el mismo Bolívar que decretó la Guerra a Muerte, es decir, el exterminio sistemático de todos aquellos españoles que no tomaran las armas contra España, el Bolívar que traicionó a Miranda. Al lado de Bolívar, los revolucionarios franceses de 1793 eran hijas de la caridad. El decreto de  Guerra a Muerte, modelo de cinismo sangriento, incluye estas líneas:

A pesar de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro magnánimo corazón se digna, aún, abrirles por la ultima vez una vía a la conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir pacíficamente entre nosotros, si detestando sus crímenes, y convirtiéndose de buena fe, cooperan con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de España, y al restablecimiento de la República de Venezuela. Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria y, por consecuencia, será irremisiblemente pasado por las armas.

Lo de pasar por las armas no era ninguna amenaza en vano. Bolívar ordenaba de modo habitual la ejecución de los prisioneros, culpables de ser "españoles o canarios". El antiguo senador colombiano Pablo Victoria le ha dedicado recientemente un libro a dicho asuntillo sin importancia...

Carlos Marx despreciaba a Bolívar
Uno de los mayores chistes de la Historia es que el actual histrión venezolano quiere hacer una república socialista alimentada a la vez en el pecho de Marx y en el de Bolívar cuando, precisamente, Carlos Marx sentía un desprecio inimaginable por la figura y la persona de Bolívar. La biografía que escribió Marx de Bolívar, publicada en The New American Cyclopedia y traducida por Juan R. Fajardo para marxists.org, es todo un poema y la podéis leer aquí.

La estatua de Bolívar, erigida por el franquismo
Dado que en Madrid tenemos una estatua en honor de Satanás, la del Ángel Caído, parece lógico que durante tanto tiempo la tuviese también Franco, o que ahora mismo Largo Caballero -el presidente de Paracuellos- disfrute de la suya. Mañana sin duda le dedicaremos una al etarra De Juana, tiempo al tiempo.
Precisamente la estatua dedicada al Señor Oscuro de América, el genocida Simón Bolívar, se elevó en tiempos de Franco, un 28 de octubre de 1970 con gran aparato oficial; la decisión se había tomado medio siglo antes: fue un empeño de Alfonso XIII bajo el gobierno del dictador Primo de Rivera, que por distintos motivos se retrasó. El punto en común entre los dos caudillos, el de allá y el de aquí, eran los océanos de sangre vertida; no se puede negar cierta lógica en el hecho de que el régimen de Franco, traidor y genocida, honrara la memoria de otro traidor y genocida. Y todos los capitostes españoles, demócratas u orgánicos, aceptan llevar condecoraciones infamantes como la Orden del Libertador, con el busto de Bolívar, igual que aceptan premios de la fundación Sabino Arana, aquel nazi avant l'heure fundador de la pesadilla vasca.

Los huesos de Bolívar
Leyendo un artículo de Ludmila Vinogradoff, me entero de que el ínclito Chávez no contento con humillar la infeliz Venezuela con el sangriento título de república bolivariana, quiere recuperar los huesos de Bolívar para captar su energía, en el marco de no sé qué creencias de la santería cubana. No sé si tragarme la mitad de la décima parte del artículo pero desde luego nos abre perspectivas insospechadas; quién sabe, si en el siglo XXII todavía queda algo de España seguro que tendremos facherío -inasequible al desaliento- y a lo mejor les da por robar los huesos del Caudillo en el Valle de los Caídos para hacerse caldos patrióticos... Ya me imagino a los descendientes de nuestros liberales-de-brazo-en-alto invocando al Caudillo por medio de queimadas funerarias: "¿Espíritu de Pacoooo, estás aquí?"

Convergencia entre españoles e hispanoamericanos
Este 2010 amenaza con ser duro. No quiero ni imaginar cuántos discursos y cuánto floripondio le vamos a dedicar a los sangrientos padres de la “emancipación” hispanoamericana, que empezó con una serie de degollinas y a la que siguió, en países como Argentina, el holocausto de sus indios.
Padres de la Patria y Libertadores supieron arrasar con profesional eficacia naciones que por sus recursos y circunstancias deberían ser un dechado de prosperidad. También es cierto que aquellos traidores se enfrentaron al Padre de toda Traición que fue Fernando VII, el rey felón por antonomasia, la encarnación misma de la doblez, la fatalidad y la crueldad.
Al final tenemos que aceptar que los hispanoamericanos son nuestros hermanos en todo, en lo bueno y en lo malo, y a ellos también les va la marcha y le dedican sendas estatuas a sus ogros locales.
Luis Español Bouché