El caso Odyssey
Hace algo más de tres años en el Colegio de Abogados de Madrid se celebraron unas jornadas acerca del patrimonio histórico sumergido y su necesaria defensa.
Intervine en esas jornadas con mi habitual entusiasmo y cierta agresividad porque nadie podía mostrarse moderado, blandito y conciliador ante el escandalazo que suponía y todavía supone la evidencia de que un barco de la empresa Odyssey -especializada en obtener beneficios a partir de restos arqueológicos- recalase durante varios años en nuestros puertos sin que nuestras Autoridades -por llamarlas de algún modo- mostraran el menor interés al respecto...
Intervine en esas jornadas con mi habitual entusiasmo y cierta agresividad porque nadie podía mostrarse moderado, blandito y conciliador ante el escandalazo que suponía y todavía supone la evidencia de que un barco de la empresa Odyssey -especializada en obtener beneficios a partir de restos arqueológicos- recalase durante varios años en nuestros puertos sin que nuestras Autoridades -por llamarlas de algún modo- mostraran el menor interés al respecto...
A ese escándalo se sumaba la tentativa de Odyssey, con la complicidad de un New York Times más amarillista que nunca, de involucrar al Perú, Gibraltar y el Reino Unido en un contencioso con España para alargar los procedimientos y dilatar ad nauseam la devolución de las monedas rapiñadas entre los restos históricos de un pecio, que ellos declararon ser La Mercedes, barco hundido el 5 de octubre de 1804 tras un alevoso ataque británico sin declaración de guerra, en lo que Agustín Rodríguez González calificó como "otro día de la infamia." Naturalmente, nadie salvo los responsables de la propia empresa cazatesoros sabe exáctamente de dónde se extrajeron aquellas monedas ni cuáles fueron los daños infligidos a los correspondientes yacimientos.
Algunos oscuros funcionarios y otros no tan oscuros políticos han contraído con España una ilimitada responsabilidad al no tomar las medidas oportunas para evitar precisamente lo que ocurrió, lo que no podía menos que ocurrir si no se intervenía.
El organizador de las jornadas era el abogado José María Lancho quien tuvo en el caso Odyssey una destacadísima actitud, proporcionando información crucial para la defensa de los intereses de España ante los tribunales de Florida -lo que contribuyó poderosamente a la victoria de nuestros representantes- y llevando la causa penal contra Odyssey abierta en los juzgados de la Línea de la Concepción.
El organizador de las jornadas era el abogado José María Lancho quien tuvo en el caso Odyssey una destacadísima actitud, proporcionando información crucial para la defensa de los intereses de España ante los tribunales de Florida -lo que contribuyó poderosamente a la victoria de nuestros representantes- y llevando la causa penal contra Odyssey abierta en los juzgados de la Línea de la Concepción.

Lo sucedido con Odyssey no es más que la punta de un gigantesco iceberg: el sistemático saqueo del patrimonio subacuático. Es un tema sobre el que ya me pronuncié hace años en un viejo artículo.
El pasado 9 de marzo se presentó en Marbella el Manifiesto por la Integridad de la Memoria Sumergida. En su proemio, el manifiesto subraya que la tecnología permite hoy detectar pecios seculares con el consiguiente peligro de que los neovándalos de las empresas cazatesoros destruyan inestimables restos arqueológicos con el solo fin de extraer algo de oro y plata. Es una atrocidad idéntica a la que supondría demoler a golpe de barreno la Gran Pirámide para ver si encontramos algún tesoro oculto... De hecho, esa atrocidad se llevó a efecto a principios del siglo XX cuando depredadores disfrazados de arqueólogos volaron con dinamita pirámides mayas buscando algún objeto qué vender... Sólo me queda desear que ese tipo de manifiestos llamen la atención, lo suficiente para que las autoridades salgan de su habitual estado de pasmación.