Me he pasado la semana pasada leyendo y releyendo las Meditaciones de Marco Aurelio. ¡Qué mente! ¡Qué luminosas consideraciones! Hay en Marco Aurelio una versión pagana de la caridad y un elogio constante de la paciencia. Muchas debieron ser las virtudes de aquel emperador, admirablemente educado primero como joven patricio y luego como heredero del Imperio.
Y sin embargo, fue durante su imperio cuando los primeros cristianos de las Galias, recibieron el martirio. En el año 177, para ser más exactos -Marco moriría en el 180- los Mártires de Lyon conocieron en su pobre y sufrida carne cuánto dolor podían infligir el emperador filósofo y sus secuaces a quienes no comulgaban con lo oficial. Resulta conmovedora la lectura de la Carta de los Mártires que reprodujo mucho tiempo después Eusebio (puede leerse aquí una versión francesa bilingûe con el original griego).

Pienso también en Maximilien de Robespierre, aquel jurista cuyo apellido ha quedado para siempre ligado al Terror. Y sin embargo, recibió en vida los títulos de Virtuoso e Incorruptible. Para saber, más allá de la propaganda, lo que pensaba ese individuo, basta con leer su Informe sobre los principios del Gobierno Revolucionario, discurso claro, contundente y florido que pronunció un día de Navidad, para más Inri. Ah, perdón, no, que la Revolución abolió la Navidad, era el día 5 del mes de Nivose del año II de la Revolución...
Es curioso como Satanás siempre ha sabido revestirse de virtud. Virtuosos filósofos, virtuosos emperadores, virtuosos pontífices, virtuosos políticos, virtuosos caudillos, todos ejemplares carniceros. Calvino, Lutero o los Papas que combatieron, ¿qué enseñaron si no es a matar y odiar en nombre de Cristo? ¿Qué lecciones pueden darnos los fanáticos popes de las iglesias ortodoxas?
Y los virtuosos laicos, los grandes socialistas que han perseguido hasta la muerte todo aquello que diferencia el hombre de la bestia, su espíritu, su fe, su esperanza, su libertad, su arte, ¿qué lecciones nos pueden dar?
Afortunadamente, la testaruda vitalidad de la fe resucita aquello que se pensaba exterminar y erradicar para siempre, y comentamos aquí la reconstrucción íntegra de la catedral del Cristo Salvador en Moscú.
Y pronto, de aquellos virtuosos carniceros sólo podremos repetir la lapidaria sentencia de Séneca: [...] muy pronto se habrá olvidado todo lo de sus verdugos, hasta sus crímenes, que fue lo único que les conquistó fama (Consolación a Marcia).
Y pronto, de aquellos virtuosos carniceros sólo podremos repetir la lapidaria sentencia de Séneca: [...] muy pronto se habrá olvidado todo lo de sus verdugos, hasta sus crímenes, que fue lo único que les conquistó fama (Consolación a Marcia).