Una de las siniestras contribuciones de Alemania al mundo moderno, peor quizá que las cámaras de gas, es el espíritu de muerte que impregna tantas obras sobre el amor, la reactivación más duradera del diálogo entre el eros y el tánatos, la renovación de la Tragedia, del mito de Píramo y Tisbe que saqueó Shakespeare para su Romeo y Julieta. Desde Goethe, infinidad de obras teatrales, novelas y películas se recrean en el dolor del amor no correspondido: ¡dolor y desgracia!
El dolor como exhibición
La verdad es que, cuando tienes sentimientos y cerebro, puedes querer mucho, muchísimo a alguien que te deja; puedes sentir verdaderas convulsiones de tristeza.
Pero la desesperación acaba convirtiéndose en algo puramente enfermizo, consiste en agarrarse a un fantasma con las cadenas del ego, en el fondo una perversa manifestación de soberbia. Es algo tan falso como los sentimientos de los poetas, que prostituyen su alma a cambio de aplausos y nos aburren a todos con la interminable diarrea de sus versos.

Hace falta ser idiota...
Aún hay otra variedad que es peor. La de aquellos que asisten extasiados a los fuenerales de sus víctimas después de haberlas masacrado.
ResponderEliminarSon los mismos.
La deseperación no es un estado de ánimo por el que debamos sentir compasión. La desesperación es la salida cobarde de quienes son incapaces de asumir sus fracasos, y que desarrollando una asombrosa capacidad para el marketing del melodrama, tratan de transferir a los demás sus frustaciones.
Los inventores del romanticismo en Alemania ( Sturm und Drang), consiguieron impedir la entrada de la razón, la Ilustración (Aufklärung), y fueron los precursores de toda la barbarie que ese pueblo acumuló en ciento treinta años y que culminó como todos sabemos.
Los tristes "públicos" son una grave amenaza.
Fíjate si tienes razón, sapientísimo Saco, en el siniestro título y no menos deprimente desarrollo de un amor desesperado: Muerte en Venecia. En Alemán es todavía mas fuerte, "La muerte en Venecia".
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