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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

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sábado, 20 de julio de 2013

Una década sin Juan Balánsó


La crisis de la monarquía que estamos viviendo coincide en el tiempo con el décimo aniversario de la muerte de Juan Balansó, que firmó la última página de su vida el 28 de junio de 2003, derrotado por el cáncer.
Juan era el perfecto ejemplo de cómo se puede ser un personaje conocido, un autor reconocido y una persona desconocida, dada la gran discreción que le caracterizó en todo lo referido a su propia intimidad y familia. Muy pocos sabían que provenía de una familia adinerada, vinculada a un medio tan barcelonés como el Noticiero Universal de los Peris Mencheta y a la industria química y de los perfumes.
No le gustaba hablar de sí mismo o de los suyos, sin duda porque la primera parte de su vida consistió en una sucesión de duelos. Empezó por perder a su madre al nacer. La desdichada Juana Amer Soler fallecía con 32 años, el 2 de julio de 1941. Trece años después, murió su padre en un accidente de tráfico. El padre se había vuelto a casar, con Pepita Castelló, que fue la persona a la que Juan llamó “Mamá” durante su juventud. Pepita murió, también, cuando Juan tenía sólo 21 años… Por si fuera poco, el propio Juan sufrió un accidente de tráfico en el que perdió la vida una joven italiana, su novia de aquel entonces...
Marcado por ese sino trágico, Juan procuró alegrarse la vida. Pocas personas se reían como él y con tantas ganas. Ingenioso e inteligente, supo también ser listo. Aunque heredó un patrimonio considerable comprendió que la vida social que podía haber llevado en la Barcelona de los años sesenta hubiese terminado por arruinarle en breve plazo, así que estudió idiomas y se marchó a Madrid, a trabajar. Guaperas, siempre perfectamente atildado y agraciado con una sonrisa deslumbrante, fue uno de los hombres más simpáticos de su generación;  si el seny catalán es algo más que un mito sin duda se encarnó en la persona de Juan Balansó, amigo de sus amigos y albacea de secretos ajenos.
Ejerció de relaciones públicas de un teatro y de algún personaje. Pronto empezó a colaborar con revistas de historia, especializándose en temas relacionados con la realeza. Constituyó al respecto una de las mejores bibliotecas de Madrid: ensayos y tratados, biografías, memorias, almanaques de Gotha y calendarios manuales dieciochescos y decimonónicos que daban cuenta de toda la fauna y flora regia del Continente, desde los Cacioricotta de Apulia pasando por los Príncipes de Saint-Nectaire  o los Duques soberanos de Pfälzer-Leberwurst.
A su conocimiento libresco unió la facilidad para viajar que le puso en contacto con archivos  como los de Lucca y Parma, que conocía tan bien. De hecho, se enamoró de esta última ciudad y allí reposan sus restos y viven sus herederos. No es de extrañar que, además de sus libros dirigidos al gran público, le debamos un estudio notable sobre la familia Borbón-Parma y la primera biografía española sobre Julia Bonaparte, la mujer del rey José, que vivió y murió en Florencia. Aquella biografía llevaba un subtítulo claramente intencionado: una burguesa en el trono de España.
Balansó pasó de las revistas a los libros con notable éxito. En los últimos años de su vida gozó de una creciente aceptación que sólo truncó su prematura muerte, vendiendo cientos de miles de ejemplares de distintas obras publicadas bajo el sello de Plaza y Janés. Ese éxito, por sí mismo ilustra la curiosidad, no exenta de respeto, que una gran parte de la sociedad española experimentaba en relación con la monarquía.
¿Qué ha quedado de las obras de Juan Balansó al cabo de una década?
Sin duda la actualidad se devora a sí misma y sus artículos  más “contemporáneos” sobre la institución monárquica han ido perdiendo comba. En julio de 2003 Letizia Ortiz era una estrella ascendente de la televisión y todavía nadie sabía si don Felipe se iba a casar, ni con quien, ni había acuerdo acerca de las circunstancias que debía reunir una hipotética consorte real. Sólo meses después anunció la Casa Real el compromiso entre el heredero de la corona y la hoy Princesa de Asturias. Desde el Cielo no pudo Juan Balansó comentar aquel acontecimiento, al que habría dedicado sin duda algún libro de los suyos.
Lo que no ha envejecido nada son sus trabajos dedicados a reyes, infantes y príncipes del pasado, escritos con estilo claro y no exento de altura, sin incurrir en la cursilería de las revistas del corazón ni en la pesadez académica. Se le notaba mucha escuela de redacción, de cuando los periodistas no sólo firmaban libros sino que además los leían. En ese sentido, Juan Balansó no ha encontrado todavía sucesor.
Sus obras reflejaban sus filias y fobias personales, y poco antes de morir expresó su simpatía por las aspiraciones francesas del Duque de Cádiz y su hijo a pesar de que una década antes le había dedicado a esa misma familia muchas páginas de La familia irreal. Esas aparentes contradicciones o evoluciones eran el fruto de encuentros afortunados y también de encontronazos.
Juan estaba perfectamente al tanto de las controversias jurídicas y de los nuevos y viejos problemas en la sucesión de la Corona española. Si erró en alguna opinión o apreciación, en general acertó en sus intuiciones. Era consciente de que la monarquía, para ser viable, debía gozar de cierta protección mediática, que no se puede concebir una zarzuela sin maquillaje ni atrezo. Lo sucedido durante la última década ha venido a darle la razón.
(Publicado en El Mundo el 9 de julio de 2013, pág. 52)

1 comentario:

  1. Juan Balansó no tuvo herederos.
    De todos modos, muchas gracias por el respeto con el que ha tratado la intimidad de Juan. Estoy seguro que conocerá detalles mas sabrosos que los que publicó.
    Saludos.

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