Cómo cambian las cosas a toda pastilla... Y lo más curioso es que en general los cambios son imprevistos cuando no imprevisibles.
¿Quién previó en su día que íbamos a disponer todos de un móvil con un fantástico dispositivo fotográfico? ¿Quién auguró el onanismo de moda, los selfies, y que se iban a vender aparatos para alargar el brazo y selfizarse más cómodamente? Si usas el Metro observas la
cantidad de gente que está con el cuello doblado mirando una maquinita y
tecleando cosas. Algunos de esos aparatejos son libros electrónicos, pero la
mayoría son cachirulos de esos que con pretexto de servirnos de
teléfono nos permiten entretenernos/perder el tiempo con guasap, feisbuc
y otras redes sociales de las que ni he oído hablar y que usan los
chavalillos. Hubo gente que cuando se lanzó el teléfono pensó: "nunca
más escribirá nadie nada, se acabó la correspondencia". Luego vino el
imeil y el ese-eme-ese. Y volvimos a escribir, pero tecleando. Ahora
mucha gente usa la función de dictado para no tener que teclear. Y como
siempre, los apocalípticos o los listillos que pensaban que en el futuro
esto, aquello y lo de más allá, se han colado con el carrito del
helado. Casandra, no das ni una, ricura.