En estos tiempos de zozobra espiritual y gilipollez universal en que prohiben fumar tabaco los mismos que querían legalizar la marihuana, en que Europa se queda yerma de futuro y seca de niños, en que se legaliza o protege judicialmente la pederastia y el desamor está de moda, creo que la lectura regular del Evangelio es la única forma sana de renovar ese motorcito del alma que llamamos fe, que no sólo es un gran estimulo personal sino que por ello mismo constituye una poderosa dínamo social sin la cual resultan imposibles, por no decir risibles, el compromiso o el optimismo. Ya decía Julían Marías: si la vida termina con la muerte, la felicidad es un engaño. Muchos de mis amigos carecen de fe, o la han perdido, o creen cosas raras. Por eso mismo, puede ser interesante indagar acerca de qué creemos y por qué, y yo os digo lo que siento y os transmito mis reflexiones, por si os pueden resultar de alguna utilidad, aunque sólo sea para llevarme la contraria. De entrada, afirmo que no se puede hablar de Dios sin ver primero de qué Dios se habla. Porque hay muchas versiones de Dios, para todos los gustos.
Si debiéramos creer a sus sicarios, la maldad de Dios es ilimitada. El genocida Yahvé de los antiguos judíos, el sádico Jehová de tantos protestantes, siempre con la garrota preparada, el Gott mit uns, Señor de la Victoria y la Matanza, monstruoso Alá de los mahometanos, pérfido Jaungoikoa del cura Santa Cruz o el obispo Setién, no es que sea malo, es que es lo peor. El monoteísmo entendido por un etarra, un carlista, un jeznizaro o un macabeo no es distinto del paganismo nazi, en nada se distingue de los homicidas dioses aztecas o del Moloch de los fenicios, dioses que beben lágrimas y se alimentan con la carne de sacrificios. Para el carlista, hay que sacrificar liberales, para el moro hay que exterminar infieles, para el nazi hay que matar judíos, para el etarra hay que inmolar españoles, para el fenicio, hay que abrasar niños. Cambia la víctima, la mentalidad es la misma. Y a la víctima ¿qué le importan los fines del verdugo?
También hay un concepto de Dios como tentador, algo así como la "tetera para masoquistas" del famoso diseñador. Dios, según esa mentalidad, sería un sádico perverso que se dedicaría a tentar a los hombres. Debe estar muy aburrido Dios en su Gloria para dedicarse a ponerle la zancadilla a un pobre ciego a ver si se cae o no se cae. Es el Dios que permite que el Demonio machaque al pobre Job y mate a sus hijos para demostrarle a Satán que Job, a pesar de todo, le quiere. No añade la Biblia si Dios y Satán se jugaron unas cañas o una de callos con garbanzos al resultado.
El Dios Castrador es otra evolución del Dios Tentador: te doy un sexo y un cuerpo y unos instintos, pero sobre todo, no los uses, que te condenas. ¿Cuántas veces, hijo mío? Ese tipo de pensamiento es en el fondo tan débil que permite su fácil caricatura. Recuerdo el discurso de Al Pacino en "El abogado del Diablo" en que el actor interpretaba nada menos que a Satanás, que se nos disfrazaba de humanista.
El Dios de los Filósofos
El Dios de los Filósofos es muy distinto; carece de crueldad, o de bondad, porque es un Dios lejano y abúlico, al margen de la física, que ni pesa, ni tiene carga, ni medida, ni realidad material. Resulta todavía más absurdo que el "Ser Supremo" del sanguinario Robespierre, que te arranca la fe del alma: un dios con minúscula, que ni siente ni padece ni me importa tres narices, ni le importo yo un ardite.
Ese es también el Dios de los teólogos, "causa primera de todas las causas", función originaria de una cósmica ventosidad llamada Big Bang. Es el Dios que te despachan bajo el cuidadoso celofán de las palabras, a ver si picas, porque pasar de ser deísta a ateo es muy fácil: basta con pensar durante diez segundos seguidos y decirse que la definición negativa de Dios, que ni es blanco ni es tinto ni tiene color es sencillamente la definición de la Nada.
La Nada tampoco es blanca, ni es tinta, ni tiene color; ni siquiera es el vino que vende Asunción.

Los cursis le añaden a esa Nada una frase que queda muy bonita: "Dios es Amor". Pero decidme qué clase de amor puede tener la Nada. La Nada no se inmuta, es como un besugo disecado en la pared del comedor. Tiene narices que nos definan a Dios por su Ausencia cuando pretendemos hablar de su Presencia...
Finalmente los que tenemos la suerte de ser católicos y creérnoslo -que es lo más difícil- sabemos que, efectivamente, Dios es Amor, sí pero no el Dios de los filósofos, ni el de los teólogos, ni el de los chiflados sanguinarios. Dios no es un nombre, es un hombre, una persona: me refiero claro está a Jesucristo, un Dios cercano porque compartió mi naturaleza, porque como a mí le cambiaron los pañales de niño y buscaba el pecho de su madre cuando lloraba y tenía hambre.
Jesús rió, y se alegró en las bodas de Caná, y también sufrió mucho cuando le clavaron unos enormes clavos en pies y muñecas después de someterlo al bestial tormento del flagelo.
Jesús tuvo miedo, mucho miedo, la noche antes de la Pasión, porque sabía muy bien lo que le esperaba. Y creo que Jesús todavía sufre con mis penas y se alegra con mis alegrías y que cuando me llegue la última hora -que a todos nos llega y a todos acojona- me cogerá de la mano y me llevará con él. Llamadme loco si queréis pero prefiero recurrir a la vieja estrategia de Tertuliano, "creo porque es absurdo". Y lo más absurdo de todo: que millones y millones de seres humanos han seguido a Jesús, han tratado de imitarlo, de atenerse a su voluntad, haciéndose pobres entre los más pobres, como la madre Teresa. Si todos esos millones y millones se han equivocado, ¡menudo desastre! ¡Qué timo!
Historicidad de una traición
Muchos piensan que Jesús no existió, como tampoco existió Napoleón. Para otros Jesús no fue más que un hombre, un farsante, sin duda el mayor mentiroso de la Historia, puesto que pretendió una condición divina, precedente inmediato de Calígula.
Muchos piensan que Jesús no existió, como tampoco existió Napoleón. Para otros Jesús no fue más que un hombre, un farsante, sin duda el mayor mentiroso de la Historia, puesto que pretendió una condición divina, precedente inmediato de Calígula.
Pero a mí me da que los Evangelios son la verdad pura y dura, porque no relatan una succes story, no cuentan que Cristo después de anunciar la Buena Nueva, nuestra salvación, se retiró a vivir con los elfos o se casó con la rubia más guapa de su pueblo y fueron felices y comieron perdices.
El Evangelio nos cuenta una historia de traición: a Jesús lo entrega uno de los suyos, lo vende por treinta monedas; y el mismo al que adoraban y glorificaban unos días antes acaba torturado y crucificado del modo más bárbaro y cruel. ¡Como la vida misma! Algo tan perverso sólo puede ser cierto. Los Evangelios son un relato de esperanza, sí, pero no nos transmiten una visión ahistórica o edulcorada de las cosas, sino cargada de realismo. Cristo resucita, pero primero lo traicionan, lo "juzgan", lo torturan y lo asesinan.
El camino de Judas y el de los mártires
La historia de esa traición no ha terminado, lo seguimos traicionando los que confesándonos cristianos no seguimos Su camino sino el de Judas, que lo besamos en público para entregarlo, como los tarados que llevan siglos odiando en su nombre.
La Injusticia para labrarse necesita del amparo del silencio de los buenos. ¿Qué me decís de San Pedro, en aquella noche del Prendimiento? ¿Qué será sino la fiel descripción de algo tan humano como el miedo y la cobardía? Ya decíamos aquí que Judicial no viene de Judas, pero...
Los primeros cristianos fueron desde luego más valientes que los discípulos del Señor, porque ellos no habían vivido junto a Jesús, y sin embargo se dejaron comer por las fieras y ardieron vivos por confesar su fe en el Salvador y todavía, a lo largo del mundo, es el cristianismo la fe más perseguida. Es como para meditarlo, ¿no? Afortunadamente, sabemos también que la Fe derrotará siempre a la Tiranía, no es más que una cuestión de tiempo, como en la sufrida Rusia.
Quizás no sea tan absurdo creer. En cualquier caso, siempre al final volvemos a la pregunta del Rabí Jesús: "¿Y vosotros quién decís que soy yo?".
El camino de Judas y el de los mártires
La historia de esa traición no ha terminado, lo seguimos traicionando los que confesándonos cristianos no seguimos Su camino sino el de Judas, que lo besamos en público para entregarlo, como los tarados que llevan siglos odiando en su nombre.
La Injusticia para labrarse necesita del amparo del silencio de los buenos. ¿Qué me decís de San Pedro, en aquella noche del Prendimiento? ¿Qué será sino la fiel descripción de algo tan humano como el miedo y la cobardía? Ya decíamos aquí que Judicial no viene de Judas, pero...
Los primeros cristianos fueron desde luego más valientes que los discípulos del Señor, porque ellos no habían vivido junto a Jesús, y sin embargo se dejaron comer por las fieras y ardieron vivos por confesar su fe en el Salvador y todavía, a lo largo del mundo, es el cristianismo la fe más perseguida. Es como para meditarlo, ¿no? Afortunadamente, sabemos también que la Fe derrotará siempre a la Tiranía, no es más que una cuestión de tiempo, como en la sufrida Rusia.
Quizás no sea tan absurdo creer. En cualquier caso, siempre al final volvemos a la pregunta del Rabí Jesús: "¿Y vosotros quién decís que soy yo?".