De niño admiraba mucho a un sacerdote muy santo que nos decía, lleno de fe y devoción, que a Cristo lo crucificábamos todos los días con nuestras maldades e iniquidades. "¿Quién clava a Cristo en la Cruz hoy día, ahora mismo? Y nos miraba a mí y a unos compañeros. "¡Lo clavas tú!" "¡Y tú!", y luego añadía, con voz más triste todavía, "¡y yo también!"
La verdad es que el sacerdote tenía toda la razón. Cuanto más pasa el tiempo, más lo admiro y más cuenta me doy de que ese señor era un genio. Confieso que me impresionaba mucho saber que yo también clavaba a Dios en un madero; saber que podía con mis acciones o mis omisiones afectar de alguna forma al Eterno y Todopoderoso, al hacedor de galaxias y neutrinos, al creador de la Vida y de la Inteligencia, impresionaba e impresiona lo suyo. ¿Será verdad que Dios siente alegría por mis actos buenos y tristeza por los malos? Aquella idea no evitaba que yo me portara mal pero sin duda contribuía a evitar que tuviera buena conciencia.
En el fondo, me hizo un gran favor ese sacerdote. Jamás me he sentido bien conmigo mismo y siempre he tenido mala conciencia. Cada vez más. Y eso creo que en el fondo es bueno.
La buena conciencia es un veneno peligroso

Estoy seguro de que la gente que pasa todos los días delante de los abortorios de Marid, tiene buena conciencia. Hoy han descuartizado ochenta niños diminutos e indefensos en la tripa de sus madres, antes de que tengan pulmones para gritar su terror, ni puedan abrir los ojos ni agitar las manos para defenderse; antes de que puedan sentir dolor, antes, quizá, de su primer sueño, de su primer pensamiento, ya les han robado todo lo que son y todo lo que podían ser. Eso no evita que las autoridades políticas y sanitarias de la Comunidad y de España, que saben estas cosas aunque no hagan nada para evitarlas, disfruten de una conciencia cojonuda. y duerman de puta madre todas las noches.
Pues mira, yo me alegro de no tener buena conciencia. No hago nada bueno, pero por lo menos no creo ser bueno; y eso no es malo. Al contrario. Bastante autoengañado vivo como para además creerme mis propias ilusiones.
La causa principal de la ignorancia es creerse sabio.
ResponderEliminarLa causa principal de la maldad es creerse bueno.
Las creencias son armas de destrucción masiva. Mas si están equivocadas.
Muy bueno Luis
No se puede resumir mejor, don José Luis.
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