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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

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viernes, 22 de enero de 2010

Zombis contra momias

No es razonable confundir los deseos de renovación interna del Partido Popular con la exigencia de un cambio de modelo constitucional

Una de las razones por las que en España tardan tanto tiempo en cambiar las cosas y somos la patria del concepto de Leyenda Negra son la exageración y el radicalismo con que se expresan los enemigos del statu quo. Y es una pena, porque muchas veces los críticos aciertan en un aspecto de sus diagnósticos, pero el tremendismo los convierte en elementos de risa, en émulos de Fray Gerundio cuyo destino definitivo es la Cacharrería del Ateneo de Madrid, donde todo fracaso tiene su asiento y toda soflama su eco. Esencialmente, las cosas no cambian porque los que hablan de cambios se recrean en un discurso incendiario, perfectamente estéril, que crea más aversión que adhesión. No es ultraderecha ni ultraizquierda, es ultramemez: si quieres intervenir en política, la primera regla que tienes que aceptar es que a la gente normal no le gustan los anormales, y que para llevarte a la cama al público tienes que seducirlo, no espantarlo. Siempre resulta patético ver a señores mayorcitos y vacunados jugar la carta de la provocación infantil: caca, culo pedo, pis… Son versiones castizas de Daniel Cohn-Bendit, encarnación perenne de la impertinencia, al que no le importaría destruir la galaxia para conseguir un escaño.
Hace años que apoyo, y seguiré apoyando, a quienes laboren para democratizar la estructura del PP: le hacen un gran favor al partido y, de rebote, a España. Me gusta la Política con P mayúscula, la de las ideas. Por eso ayer asistí a la presentación de un “Foro del Partido Popular” en el hotel Sanvy, foro que abordaba el tema "Crisis nacional y regeneración del sistema político surgido del pacto de la Transición".
Se habló de todo pero sobre todo se habló demasiado de demasiados temas porque en el fondo aquello era un popurrí de gente muy diversa: los partidarios de la democracia interna, ¡que Alá los bendiga!, y otros señores muy distintos que pretenden modificar España de cabo a rabo y que hoy por hoy son cuatro gatos y España no les hace ni caso porque ni siquiera sabe que existen.
De entrada, los organizadores en su página web nos proponían, para mejorar el partido, cambios constitucionales como acabar con la monarquía, elegir a los fiscales y optar por el régimen provincial en lugar del autonómico. El resultado de ese gazpacho era una sensación de irrealidad. Proponer cambiar España para cambiar el PP es como si para redecorar su boudoir Madame de Pompadour pretendiera arrasar Versalles. Es un concepto neroniano del poder: peguemos fuego a Roma, y así podremos echar a patadas a los gusanos gurtelianos.
Me daba pena que se desperdiciara esa oportunidad porque a lo largo de la farragosa exposición, hubo intervenciones brillantes como la de una diputada del parlamento catalán, Carina Mejías, y entre los asistentes se encontraban gente estupenda cuya trayectoria merece general respeto: políticos que apostaron su futuro a la carta de las elecciones primarias, entendidas como democracia interna, o Jesús Neira, apotegma del valor en todas las acepciones del término.
Me daba pena, también porque entre los organizadores tengo buenos amigos, y por eso les digo lo que pienso, porque amigo es el que te da buen consejo y no el que te anima a lanzarte al vacío.

En general todos los sectores críticos de cualquier tipo de asociación en España son clubs de rebotados; al oso goloso le fastidia que le quiten su jarrita de miel, y llora mucho en los rincones “tengo haaambre, tengoooo sed, sois malooooos, buaaaa”. Qué duda cabe que las estructuras de los partidos en España —y el PP no es ajeno a la regla— se asemejan a la Nueva Guinea del siglo XIX, una isla rodeada de tiburones y poblada de caníbales adeptos al famoso apotegma: de la mar el mero, y de la tierra el misionero. El grado de hijoputez de nuestros Vellidos Golfos hijos de Golfos Vellidos ofrece dimensiones cósmicas. Resulta estremecedor oír a las víctimas de la política con p minúscula relatar su experiencia personal, una historia de traiciones y puñaladas por la espalda con cuchillos cachicuernos.
Pero también es cierto que junto a los corruptos, los sicarios, los miserables correveidiles y clones de Pierre Nodoyuna, en el PP hay gente estupenda que cree en España, en la familia, en la democracia, en la libertad y en el trabajo; gente que espera con ansiedad e ilusión nuevos discursos, una estructuración de la diversidad ideológica de un gran partido en el que se juntan desde franquistas recalcitrantes a liberales y republicanos de derechas, pasando por los democristianos.
La verdad es que la gente que mejor me cae del PP son la base actuante, los chavales ilusionados y los nada jóvenes militantes que embuchan sobres, venden lotería para el partido, hacen de interventores en las elecciones o pegan carteles. Son la mejor gente, gente que se merece líderes limpios, líderes sencillos con ideas claras y creencias firmes que se limiten a pretender gobernar bien, sin estridencias, con justicia e ilusión; es una base siempre disponible, siempre voluntaria y que el partido no se merece.
Resulta ridículo pretender desenterrar cadáveres políticos para enfrentarlos a la embalsamada ejecutiva nacional del PP, no tan embalsamada como se cree, pero si muy calladita. Zombis contra Momias es una película que quizá pueda gustar a los amantes del cine gore, pero a mí personalmente me aburre.
Luis Español Bouché

domingo, 3 de enero de 2010

Cuando los datos ocultan la información


La abundancia de datos no es información; al contrario, los datos pueden ocultar información crucial.


La toma de decisiones adecuadas presupone la capacidad de entresacar del bosque de datos aquellos realmente significativos, los que nos permiten tomar decisiones cruciales en las que nos jugamos dinero o la vida: la cotización de este valor ¿va a subir o va a bajar?; el enemigo, ¿ataca o se retira? La capacidad de generar información consiste, esencialmente, en una capacidad previa para seleccionar y destacar unos datos, dándoles la oportuna interpretación, sin los cuales resulta imposible pretender hacer previsiones.

¿Qué me aporta el ruido?

Una de las funciones de la inteligencia es la selección. No es lo mismo ver que mirar, ni oír que escuchar. De hecho, la Naturaleza nos impone filtros y por eso podemos mantener una conversación en un café a pesar del ruido ambiente. El ruido acaba siendo el conjunto de sonidos que nuestro oído capta pero que no nos aporta nada y que a partir de cierto nivel puede, incluso, llegar a molestar. En cambio la ausencia de ruido sí que puede ser significativa como saben muy bien los padres que no se preocupan cuando oyen jugar y berrear a los chiquillos pero a los que llama la atención un repentino silencio.

La logorrea, contra la información

Un amigo afectado de logorrea me hace el siguiente comentario: “Luis, hay un tío en la calle, que lleva sombrero y una chaqueta a cuadros con una camisa salmón y una corbata azul aunque manchada. Hablé con él porque se parece mucho a un amigo mío valenciano, fíjate, llegué a pensar que era él, pero me dijo que no, que él era natural de Cuenca pero su madre sí era de Valencia, qué casualidad ¿verdad? a lo mejor son parientes y todo, que te conocía bien, que te esperaba, que también fue alumno de los Calasancios donde precisamente estudiaba mi primo Segundo, el que fue novio de Mari Paz, aquella chica, te acuerdas, la de la fiesta de promoción, la que bailó medio desnuda con aquel golfo de Piluso, ese que salía con las dos hermanas Marchán, y ninguna de las dos lo sabía, que no sé qué tienen las guapas que siempre acaban con lo peor de lo peor, ¿a que sí? Y el tío que te digo, que lleva un hacha, está justo al lado de la moto de tu vecino el ingeniero, el que está obsesionado con los centímetros cúbicos que a mí me parece sospechoso, siempre, esa fijación freudiana de los moteros con lo de presumir de moto, qué crios, que siempre quieren tenerla cuanto más gorda mejor, no sé, es como la afición por las pistolas, un complejo que no hace falta ser un genio para deducir lo que implica, ¿verdad?".

Es muy posible que a partir de cierto momento no preste a mi amigo la suficiente atención...
Sin embargo, en la maraña de datos inútiles que me proporciona se esconden algunos con un contenido trascendente y urgente, y se puede reducir el párrafo anterior a una sola línea:
“Luis, hay un tío en la calle que te espera, con un hacha”. Es una información mucho más significativa y que puede serme de cierta utilidad.

Cada vez disponemos de más datos


Quizá uno de los grandes problemas del mundo actual reside en la enorme capacidad de acceso a un mar de datos junto a la reducida habilidad para analizarlos.
Las administraciones nos espían con sus satélites y sus SITEL, nos imponen mil y un formularios; conservan sobre nosotros, sobre cualquiera, ni se sabe cuántos datos de toda índole: cuánto ganamos, lo que estudiamos, en qué trabajamos, nuestros expedientes sanitarios... Pero si no existe detrás una capacidad de análisis, difícilmente podrán realizarse previsiones útiles. Recordemos el tremendo fracaso del 11 de septiembre: la NSA, el FBI y la CIA disponían de multitud de datos pero fueron incapaces de prever el mayor atentado de la historia en el corazón de Nueva York.
Lo mismo sucede en otros ámbitos de la vida, pensemos en los médicos que, literalmente, tienen que tomar decisiones a vida o muerte, que nos afectan, que afectan a los que queremos; ¿de qué les servirían las analíticas, radiografías y resonancias si no supieran interpretarlas rápida y adecuadamente?

Enseñar a seleccionar


De ahí la necesidad de introducir en nuestra enseñanza el arte de la interpretación; hoy la gente joven dispone gracias a Internet y a buscadores como Google de un acceso inimaginable a toda clase de datos pero si no les enseñamos a leer bien, a escudriñar lo esencial y prescindir de lo ocioso y redundante, todos esos datos pueden resultar, como mínimo inútiles, y hasta perjudiciales.