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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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viernes, 16 de diciembre de 2011

El aborto en Madrid: se acabaron las excusas


La noticia de la semana es que la Comunidad de Madrid ha decidido cargarse una tradición centenaria, la del descanso dominical. Dicen los responsables del proyecto que la libertad de horarios creará trabajo.

El régimen competencial
Lo interesante del asunto, para mí, no es la ley misma sino el hecho de que la Comunidad haya actuado en función de sus competencias. Eso indica una gran virtud política: la capacidad de decisión, que es la cualidad más notable de Esperanza Aguirre; podrán gustarte o no sus opiniones, pero ya sean acertadas o erróneas, al menos las defiende. Resulta seductor ver a alguien creer en algo en el mundo gris de los apparatchik.
A mí, como comprador. me encanta que esté todo abierto a todas horas; lo que no sé es lo que opinarán los pequeños comerciantes que luchan contra poderosos competidores... Ya veremos si es un acierto o un error, si contribuye a hacer popular al gobierno de la Comunidad o le resta votos. No lo sé, no tengo una bola de cristal. Y tampoco me preocupa mucho, no me quita el sueño, de verdad.

20496 vidas truncadas
Lo que sí me quita el sueño es pasar delante de esas clínicas que todos sabemos, donde ahora mismo, mientras me paseo, están cortando a cachos a un ser humano, a un ser tan pequeñito, tan vulnerable, que no tiene boca para gritar ni manitas para agitarlas mientras lo descabezan y lo reducen a papilla.Un ser humano al que le roban todo lo que es, todavía poquita cosa, y todo lo que podría ser, su vida entera, antes incluso de que sepa que existe. Un ser humano al que le niegan su humanidad por razones puramente estéticas.
En Madrid, según los datos oficiales, troceamos 20496 vidas el año pasado, tantas como personas viven en Algete. Los que me conocéis, sabeís que soy antiabortista radical, de esos tíos raros que piensan que un ser humano es tan humano al principio como al final, y que no debiera existir nada parecido a un derecho a matar inocentes. En su día propuse en este blog que se prohibiera el aborto en Madrid. Algunos expertos me explicaron que sí pero no, que sin embargo, que tal y cual Pascual y el régimen competencial, que en realidad no podemos porque el gobierno son malvados sociatas que nos odian, que vuelan en escoba y huelen a pis, bla, bla, bla antiespaña, etc.
No podemos hacer discursos de cómo la izquierda es abortista y anticristiana, o hacer campañas contra organizaciones caritativas o médicas diciendo que son pérfidos progres partidarios del aborto y luego ponernos la venda sobre los ojos y no ver lo que sucede en Madrid. Tenemos 20496 razones para no callarnos.

En Madrid el PP lo controla todo
La Comunidad de Madrid tiene también competencias sanitarias, pero no impide que se trocéen niños en su sistema sanitario ni en los abortorios privados. Ahora no le podemos echar la culpa a los zoziataz de Zapatero. El gobierno de España es pepero; la comunidad es pepera; el ayuntamiento es pepero, las ardillas del Retiro son peperas, hasta las nubes son peperas. Toda España es azul pepé.
Que se coordinen, que se pongan de acuerdo los legisladores autonómicos y los nacionales, pero dado que son de la misma cuerda, que controlan el Senado, el Congreso, la Casa de Correos y el palacio de Cibeles, si no quitan esa atrocidad de nuestra Comunidad, entenderé que el Partido Popular es abortista, que le parece bien trocear niños. Se acabaron las excusas.

viernes, 22 de enero de 2010

Zombis contra momias

No es razonable confundir los deseos de renovación interna del Partido Popular con la exigencia de un cambio de modelo constitucional

Una de las razones por las que en España tardan tanto tiempo en cambiar las cosas y somos la patria del concepto de Leyenda Negra son la exageración y el radicalismo con que se expresan los enemigos del statu quo. Y es una pena, porque muchas veces los críticos aciertan en un aspecto de sus diagnósticos, pero el tremendismo los convierte en elementos de risa, en émulos de Fray Gerundio cuyo destino definitivo es la Cacharrería del Ateneo de Madrid, donde todo fracaso tiene su asiento y toda soflama su eco. Esencialmente, las cosas no cambian porque los que hablan de cambios se recrean en un discurso incendiario, perfectamente estéril, que crea más aversión que adhesión. No es ultraderecha ni ultraizquierda, es ultramemez: si quieres intervenir en política, la primera regla que tienes que aceptar es que a la gente normal no le gustan los anormales, y que para llevarte a la cama al público tienes que seducirlo, no espantarlo. Siempre resulta patético ver a señores mayorcitos y vacunados jugar la carta de la provocación infantil: caca, culo pedo, pis… Son versiones castizas de Daniel Cohn-Bendit, encarnación perenne de la impertinencia, al que no le importaría destruir la galaxia para conseguir un escaño.
Hace años que apoyo, y seguiré apoyando, a quienes laboren para democratizar la estructura del PP: le hacen un gran favor al partido y, de rebote, a España. Me gusta la Política con P mayúscula, la de las ideas. Por eso ayer asistí a la presentación de un “Foro del Partido Popular” en el hotel Sanvy, foro que abordaba el tema "Crisis nacional y regeneración del sistema político surgido del pacto de la Transición".
Se habló de todo pero sobre todo se habló demasiado de demasiados temas porque en el fondo aquello era un popurrí de gente muy diversa: los partidarios de la democracia interna, ¡que Alá los bendiga!, y otros señores muy distintos que pretenden modificar España de cabo a rabo y que hoy por hoy son cuatro gatos y España no les hace ni caso porque ni siquiera sabe que existen.
De entrada, los organizadores en su página web nos proponían, para mejorar el partido, cambios constitucionales como acabar con la monarquía, elegir a los fiscales y optar por el régimen provincial en lugar del autonómico. El resultado de ese gazpacho era una sensación de irrealidad. Proponer cambiar España para cambiar el PP es como si para redecorar su boudoir Madame de Pompadour pretendiera arrasar Versalles. Es un concepto neroniano del poder: peguemos fuego a Roma, y así podremos echar a patadas a los gusanos gurtelianos.
Me daba pena que se desperdiciara esa oportunidad porque a lo largo de la farragosa exposición, hubo intervenciones brillantes como la de una diputada del parlamento catalán, Carina Mejías, y entre los asistentes se encontraban gente estupenda cuya trayectoria merece general respeto: políticos que apostaron su futuro a la carta de las elecciones primarias, entendidas como democracia interna, o Jesús Neira, apotegma del valor en todas las acepciones del término.
Me daba pena, también porque entre los organizadores tengo buenos amigos, y por eso les digo lo que pienso, porque amigo es el que te da buen consejo y no el que te anima a lanzarte al vacío.

En general todos los sectores críticos de cualquier tipo de asociación en España son clubs de rebotados; al oso goloso le fastidia que le quiten su jarrita de miel, y llora mucho en los rincones “tengo haaambre, tengoooo sed, sois malooooos, buaaaa”. Qué duda cabe que las estructuras de los partidos en España —y el PP no es ajeno a la regla— se asemejan a la Nueva Guinea del siglo XIX, una isla rodeada de tiburones y poblada de caníbales adeptos al famoso apotegma: de la mar el mero, y de la tierra el misionero. El grado de hijoputez de nuestros Vellidos Golfos hijos de Golfos Vellidos ofrece dimensiones cósmicas. Resulta estremecedor oír a las víctimas de la política con p minúscula relatar su experiencia personal, una historia de traiciones y puñaladas por la espalda con cuchillos cachicuernos.
Pero también es cierto que junto a los corruptos, los sicarios, los miserables correveidiles y clones de Pierre Nodoyuna, en el PP hay gente estupenda que cree en España, en la familia, en la democracia, en la libertad y en el trabajo; gente que espera con ansiedad e ilusión nuevos discursos, una estructuración de la diversidad ideológica de un gran partido en el que se juntan desde franquistas recalcitrantes a liberales y republicanos de derechas, pasando por los democristianos.
La verdad es que la gente que mejor me cae del PP son la base actuante, los chavales ilusionados y los nada jóvenes militantes que embuchan sobres, venden lotería para el partido, hacen de interventores en las elecciones o pegan carteles. Son la mejor gente, gente que se merece líderes limpios, líderes sencillos con ideas claras y creencias firmes que se limiten a pretender gobernar bien, sin estridencias, con justicia e ilusión; es una base siempre disponible, siempre voluntaria y que el partido no se merece.
Resulta ridículo pretender desenterrar cadáveres políticos para enfrentarlos a la embalsamada ejecutiva nacional del PP, no tan embalsamada como se cree, pero si muy calladita. Zombis contra Momias es una película que quizá pueda gustar a los amantes del cine gore, pero a mí personalmente me aburre.
Luis Español Bouché

domingo, 13 de julio de 2003

Los reyes naturales


La constitución española, al proclamar la igualdad de los hijos, cualquiera que sea su filiación, permitiría que fueran llamados a reinar los hijos naturales de nuestros monarcas y príncipes

El 30 de junio de 1833, hace exactamente 180 años, la futura Isabel II era jurada como Princesa de Asturias. Aquella jura fue uno de los últimos actos que quiso el rey Fernando VII, para afianzar la posición de su hija. Los obscuros acontecimientos de la Granja, meses antes, a punto estuvieron de acabar con los derechos de la joven infantita, y poco tiempo después de aquella jura moría el rey Fernando y el carlismo se echaba al monte, iniciando un siglo de confrontaciones civiles. En consecuencia, nada menos baladí, para nuestro Estado, que es una monarquía, que el tema de la sucesión a la corona.

La igualdad de los hijos amparada por la Constitución


Hace años, en un libro cuidadosamente silenciado, abordé un asunto del que se habla poco pero que importa mucho a la estabilidad de nuestra monarquía y por lo tanto de nuestro sistema político: el hecho de que con la Constitución en la mano, los hijos naturales de los miembros de la Real Casa estén equiparados en derecho con los demás príncipes. No hace falta ser un profundo tratadista para comprender que, por su propia naturaleza, a la monarquía le interesa ofrecer estabilidad. Imagínese lo que supondría trastocar el orden sucesorio cada vez que una persona demostrase su filiación natural con el monarca. Se trataría de algo profundamente desestabilizador para un sistema cuya virtud, de tener alguna, reside en la claridad. Además, existe un problema de educación: es bueno que la persona que puede llegar a ceñir la Corona reciba una educación conforme a sus posibles obligaciones.
La sucesión de la Corona española ¿ha de ser necesariamente la legítima? Puesto que el actual Derecho Civil ha equiparado a los hijos naturales y a los legítimos, ¿con qué argumentos se podría negar la Corona a un hipotético hijo natural de un rey de España? Porque desde luego la tradición de la monarquía no es ningún principio legal. Y sería difícilmente comprensible, en términos de equidad, que pudieran ser llamadas a reinar personas nacidas de un matrimonio morganático —contra la costumbre de los últimos 225 años— y que se mantuviera apartados de la Corona a los vástagos ilegítimos. Dado que la vigente Constitución deroga toda disposición que se le oponga, resulta también pueril pretender aplicar una normativa preconstitucional en contra de lo que la Constitución rige, puesto que en el artículo 39 de nuestra magna carta se dicta lo siguiente, en lo que no es precisamente un modelo de buen castellano: "2. Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley, con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad (...)"

Monarcas bastardos

Desde luego, nadie negará que en España siempre ha existido simpatía hacia los hijos naturales y personajes como el Jeromín del padre Coloma o el Bernardo del Carpio, del Romancero, han dejado su huella en nuestra literatura. Tampoco nos debiera asombrar la posibilidad de que reinara un hijo natural, que no sería la primera vez en la historia de España: ¿quiénes fueron los sucesores de Alfonso XI? ¿cómo llegó al trono la casa de Trastámara? También vienen de líneas bastardas las casas de Aviz y de Braganza o la de los duques normandos que reinaron en Inglaterra.

Si se diera el caso de que un Rey de España —o su sucesor— tuviera un hijo natural, ¿qué ocurriría con la Corona? La Constitución me parece taxativa al respecto: el hijo, se trate de un varón o de una hembra, se convertiría en el heredero virtual de su padre, y que el Rey o el Príncipe lo reconocieran en el momento o más tarde, motu propio o a través de la oportuna sentencia judicial, lo mismo da. En consecuencia, habrá que tomar el toro por los cuernos y plantearse la necesidad de revisar la propia Constitución.
Como si no fueran suficientes las dificultades, las nuevas tecnologías en el campo de la biología amenazan con hacer saltar por los aires no ya los principios de la Monarquía sino los fundamentos mismos de la familia tradicional y exigirán en un futuro inmediato la revisión de numerosos principios del Derecho Civil. Aldoux Huxley se ha quedado corto. En breve, con material genético robado —un cabello tomado de un cepillo, una muestra de saliva— se van a poder crear seres humanos, hijos nuestros, sin que expresemos ningún consentimiento al respecto. Y un niño no es un disco compacto, no puedes destruir la copia pirata... Que todas estas posibilidades sean ilegales, no significa que no sean posibles y hemos de tenerlas en cuenta.
En su día transmití estas inquietudes a las correspondientes autoridades, pero me temo que no se ha hecho nada al respecto. El Título II de nuestra Constitución se pensó mal, se redactó mal y tiene más de un fleco cargado de amenazas. Cuando hace un mes nos enteramos de que don Leandro Ruíz-Moragas ha visto reconocida ante los Tribunales su filiación —ahora se llama Leandro de Borbón—, no he podido dejar de meditar acerca de nuestra tradicional incuria, que consiste en esperar cuidadosamente a que los problemas estallen en lugar de tomar medidas adecuadas.

Insuficiente regulación constitucional

¿Qué le podríamos pedir a una buena Ley de Sucesión de la Corona? Entre otras cosas, procurar que se sepa quién puede ser llamado a la sucesión; y procurar que los presuntos herederos reciban una educación congruente con su posible destino.

De todos modos, todo lo relativo a filiaciones naturales parece hipotecado, como ya hemos subrayado, por el desarrollo de las nuevas tecnologías biológicas.
En relación con este asunto, sería deseable que las Cortes no demorasen durante más tiempo el necesario debate sobre la Monarquía y su futuro. Y un debate de verdad, que no se reduzca al íntimo pasteleo de obscuras comisiones. La demanda de don Leandro y la lógica sentencia subsiguiente nos recuerdan la urgencia de aclarar cualquier duda sobre la Sucesión a la Corona con una ley bien redactada y alguna dosis de sentido común. Si las Cortes prescinden de esa estricta obligación, otros serán los foros en que se discutirá acerca de la cuestión, y no precisamente los más adecuados.

Luis Español Bouché
publicado el 13.07.2003 en El Adelantado de Segovia

Este artículo se reproduce casi íntegro en la obra de Leandro de Borbón Ruiz, De bastardo a Infante de España, Madrid, La Esfera de los Libros, 2004, ISBN 84-9734-194-5, págs. 170-172.