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viernes, 1 de octubre de 2010

Valor ofensivo del dinero


Para el sádico, el dinero posee un gran valor ofensivo

Abordamos hoy la Segunda jornada del Seminario de Economía Real, "¿Quién se queda con la pasta?"
En la entrada anterior, dedicada a la Teoría del Hijoputa, pudimos aclarar algunos aspectos de las motivaciones de quienes se recrean en el sufrimiento ajeno. Obviamente, para toda esa categoría de individuos -que no de personas- el dinero, medio por antonomasia, tiene que tener algún tipo de valor ofensivo sin el cual carecería de interés. En esta segunda jornada del Seminario, vamos a ahondar en el tan escasamente estudiado Valor Ofensivo del Dinero

Potencialidad dañina del dinero
El dinero posee un potencial valor ofensivo que va mucho más allá de las habituales consideraciones de los economistas; además de sus funciones más conocidas, también sirve para humillar y dañar -incluso de un modo irreversible- a otros seres humanos.
Todos recordaréis la película Una proposición indecente en que un millonario Robert Redford, se complace en tentar a una joven pareja: les ofrece un millón de dólares a cambio de que ella pase la noche con él. ¿Qué necesidad tenía el millonario de hacerlo? Ninguna. Pero introducir el gusano de la tentación en una pareja feliz es lo que le hace gracia al  personaje. Destruir, romper. Siempre habrá gente mala dispuesta a pisotear los castillos de arena, adultos que consideren divertido contarle a los niños que los Reyes son los padres o reventar un amor naciente con alguna sibilina insinuación. En este sentido, recordemos otra película, la obra maestra de Frank Capra, Qué bello es vivir en la que George Bailey (James Stewart) era llevado al borde del suicidio por el Sr. Potter (Lionel Barrymore), uno de los malos más requetemalos de la historia del Cine. Siempre habrá malvados Potter dispuestos a convertir apacibles ciudades en Pottersville.

El sadismo del hijoputa activo
En la entrada anterior dedicada a la Teoría del Hijoputa, subrayábamos la existencia de legiones de envidiosos que sufren del bien ajeno, y también de indeseables que gozan del mal ajeno: los hijoputas. Hijoputas hay de dos categorías:

- Hijoputas pasivos: los que se limitan a gozar de la desgracia de otros sin hacer nada para aumentarla.

- Hijoputas activos: aquellos que en su búsqueda del placer no dudan en causar ellos mismos el sufrimiento ajeno. También reciben el nombre de sádicos a secas puesto que el sadismo no es más que el recrearse uno en el sufrimiento que provoca en otro. De todas las manifestaciones de sadismo sin duda la más sutil no se conforma con azotes, latigazos, o mutilaciones sino que goza intelectualmente infligiendo sufrimiento psíquico y moral.
Una explicación del sadismo
Una morcillera tentativa de explicación del sadismo en clave sicológica podríamos buscarla en la infancia y sus frustraciones: el niño siempre trata de aumentar su sensación de poder, y cuando no puede disputárselo a los adultos -que son los que mandan- se vuelve contra los seres más vulnerables de su entorno, empezando por los animales -las mascotas- y luego las personas. El niño sádico que maltrata bichos practicará el llamado bullying con sus compañeros de clase y luego, de mayor, le hará mobbing a sus compañeros de trabajo. Esta explicación no es en ningún caso una justificación, y la verdad es que los malos, bien mirados, sólo poseen una valor residual, como abono del campo.

La hijoputez envolvente
La hijoputez si no se corrige en un estadio temprano de la vida, se vuelve crónica; no hay que fiarse del Reverso Tenebroso de la Fuerza, decía Yoda, con toda razón. De hecho, en innumerables ocasiones, al preguntar sobre cómo son Fulano o Mengana nos contestan, resumiendo: "¿Fulano? Un hijoputa". Si quien nos informa es argentino, suele alargar algunas vocales y marcar bien los artículos "un hiiijo de puuuta" para caracterizar sin lugar a dudas el sujeto.
Confesaréis todos que esa información suele ser mucho más valiosa que cualquier curriculum: no me interesa saber si Fulano tiene tres carreras, sabe idiomas o se mete el dedo en la nariz durante los atascos; la información clave es que Fulano es un hijoputa; y por lo tanto cuidadito con él, que a la primera de cambio, te las hará cuadradas... El carácter envolvente de la hijoputez consiste en eso precisamente, que acaba ahogando cualquier otro aspecto de la personalidad hasta que se alcanza el estadio de lo que un distinguido profesor de geografía definió como el hijoputa esférico "aquel que, lo mires como lo mires, es un hijoputa".
La acción del sádico en el mundo económico es de tipo catastrófico porque el único objetivo que persigue es el de infligir sufrimiento, y podemos ver juntos ejemplos indiscutibles que afectan a la sociedad: lo que sucede hoy en muchas salas de espectáculos y las bases del inmenso negocio de la prostitución.

Los ángeles desplumados de la ópera
Una ilustración obvia de la humillación a la que el sádico somete a su entorno son los infinitos abusos que hoy día tienen que soportar músicos y actores por parte de directores sádicos y productores hijoputas. Confieso que tengo especial simpatía por los cantantes, esos profesionales que se tiran años y años mejorando la voz, aprendiendo música e idiomas, a moverse en escena, que nos dan placer a todos interpretando obras que conmueven hasta las piedras. El poder de la música es muy superior al de las bombas nucleares, ¿quién no recuerda la auténtica conmoción que sintieron los británicos cuando el humilde Paul Potts, escasamente atractivo y con un diente cabalgado se sacó del fondo del pecho el Nessun Dorna? Y eso que no era Mario del Mónaco, estaba nervioso y le vibraba la emisión...  La música, la fe, los sentimientos nobles y amorosos, despiertan el ángel que duerme en algún rincón del pétreo corazón, nos hacen mejores, distintos, nos recuerdan que somos Hijos de Dios, que aunque borrosa y manchada, nuestra naturaleza es divina. Pero cuando un sádico ve a un ángel, sólo piensa en desplumarlo...
Los artistas son pobres como ratas, porque por cada Pavarotti o Domingo hay diez mil que malviven con papeles secundarios a los que los productores se olvidan de pagar y que derrochan su talento en bodas y funerales para calentar el puchero. Nada hay más vulnerable que los artistas, y por eso tienen que tragar con los caprichos de quienes les pagan. De ahí que directores de escena y productores enloquecidos les fuercen a adoptar posturas humillantes, desnudos o cubiertos de sangre para satisfacer algún recoveco obscuro de su alma perversa -que dirían los escritores antiguos- o su hijoputez absoluta, que digo yo.
También los nazis hicieron ceniceros con pelvis de judíos muertos, y debían pensar que era Arte; si es que al final va a resultar que Hannibal Lecter es un artista incomprendido (véase una de sus obras a la izquierda).
Pero claro, imagínate uno de nuestra chusma política que sólo sabe de comisiones, recalificaciones, software cautivo, hoteles, manteles y gurteles al que le cuentan que el Guguenjaim ha costado no sé cuantos millones y pregunta en qué equipo juega, pues claro le dices a esa acémila que tiene que ir a ver una obra geniaaaal, y que hay que ver qué bien quedó la escena en que al enano lo cortaban en dos y se le derramaban las tripas, o la fantaaastica imagen de Pedro desvirgando a Heidi con la pipa del Abuelo fijateee. El talento auténtico no necesita de grandes sumas, como el simpátíco Guitar de Peter Nalitch. Pero los que necesitan escandalizar -y que demuestran, en consecuencia, su carencia de talento- tienen que gastar mucho para justificar sus caprichos.
Claro, los politicastros y banqueros que financian la casquería cultural suelen ser pobres paletos acomplejados y les dices que sacarle a un tío el hígado por la boca es Arte y los tíos van, tragan y pagan porque no quieren que se piense que no son chanchipirulis. Sin duda no leyeron al Conde Lucanor, y su tantas veces plagiado ejemplo De lo que sucedió a un rey con unos farsantes que tejieron un paño.
El comportamiento de los referidos sádicos conlleva, además del sufrimiento de sus víctimas directas, una consecuencia esperable pero no por ello menos grave: el hundimiento de teatros y salas de espectáculos, que sobreviven gracias a generosas subvenciones porque el público de verdad -me refiero al público al que no le regalan su entrada- huye despavorido de espectáculos siniestros por mucho que la bien pagada crítica anime a la asistencia.

La prostitución y la industria pornográfica
En pocos ejemplos se puede contemplar la capacidad ofensiva del dinero como en la prostitución. Recuerdo que un ex-amigo -dejó de serlo cuando me confesó que era putero- me daba detalles acerca de lo que les hacía a las putas. Por cinco mil pelas -hoy serían treinta euros- les hacía esto, y aquello, y luego terminaba de ese modo... En el fondo, el verdadero placer para ese putero y los de su misma calaña no consiste en la obtención de un orgasmo que unas oscilaciones digitales le proporcionarían sin más problemas; el placer lo obtiene al dominar a otro ser humano a cambio de un dinero, un puto dinero, y nunca mejor dicho. El dinero es lo que hace que chicos y chicas jóvenes se abran de piernas e incluso posen en películas porno. No sólo los prostituyen sino que además los filman y distribuyen las películas por toda la red. Quien quiera sustraerse a las poderosas garras de la pornografía sólo debiera realizar un sencillo ejercicio espiritual: imaginar que los actores que aparecen en la película, en la foto, son personas. Que tienen un nombre, una historia, unos padres, unas ilusiones...
Os confesaré un secreto judeomásonico: ninguna mamá del mundo quiere que su hija sea puta ni su hijo bujarrón. Quien lo afirme, miente. Y lo de que "la prostitución es una profesión" es también mentira. Puta no es una profesión, es un insulto ritual, como el de hijoputa que venimos usando desde la entrada anterior. Es la amargura de vidas tiradas a la basura, y todo por el dinero.
A mí el diario Público no me cae simpático porque es muy de izquierdas, muy abortista, muy guerracivilista y muy anticatólico. Pero me encanta que Roures se niegue a publicar en sus periódicos anuncios de prostitución. Y en cambio la Asociación de Editores de Prensa han quedado peor que fatal al defender su "derecho" a percibir parte del pastel del puterío -ellos prefieren llamarlo "contactos" que suena más fino-  en forma de anuncios. Unos milloncetes de euros, a cambio de tanto sufrimiento. Pues mira tú por dónde, Público tiene razón y el resto de la Prensa se equivoca.
En Suecia empezaron a atajar la prostitución penando al cliente, porque si no hubiera gentuza para pagar no habría gente vendiendo su cuerpo, aceptándolo todo por un puñado de euros.
En la pornografía podemos incluir, por ejemplo, las actividades de la revista Interviú que lleva treinta años pagando a gente para que se desnuden. Actrices que pasan por un mal momento, se despelotan por un montón de euros. "Hoy desnudamos a Pitita Bárcenas", mira tú qué interesante. Por eso nunca me gustó Antonio Asensio ni el Grupo Z que formó con las beneficios... Catalán del año, lo nombraron, y Su Majestad Católica, a propuesta de Piqué, le concedió la Gran Cruz del Mérito Civil. Lo que me extraña es que en nuestra pobre España no le hayan concedido el Toisón de Oro a Madame Claude. Que todo se andará...
Consecuencias del sadismo económico
Muchas empresas cascan  por circunstancias naturales y estudiadas que todos los economistas y empresarios conocen perfectamente, siendo la más frecuente, la de toda la vida: cuando gastas más de lo que ingresas; pero también existen causas externas: catástrofes naturales, ciclos de recesión o gobiernos socialistas.
Pienso yo que quizá no sean pocos los casos en que el hundimiento se debe a un comportamiento sádico: hay quien despide personal de un modo masivo no para hacer negocio sino para reforzar su sensación de poder. Ese comportamiento es ajeno a cualquier lógica empresarial, no se trata de ganar más o de gastar menos sino de chafar vidas... En la peli El Quinto Elemento, el malvado Zorg despedía a un millón de trabajadores, en lugar de medio millón porque en el fondo, disfrutaba más con ello. Todos habréis observado que generalmente, el que crea una empresa suele tener afecto por su gente, porque sus empleados son compañeros de viaje de su vida, y muchas empresas se mantienen porque ese afecto se sobrepone a la lógica empresarial de máximo beneficio: son miles los empresarios que sacan adelante o mantienen vivas durante años a empresas chungas o chunguísimas porque se sienten responsables de lo que le pase a su gente.
Al contrario, hay otros que gozan, literalmente, destruyendo como nuevos Atilas los imperios que otros montaron; hijos que hunden aposta la empresa que creó su papá, por aquello de vengarse del viejo... No es inhabitual encontrar a sádicos más o menos camuflados entre los altos escalafones; y el sádico no se detendrá hasta hundir el cotarro porque toda su personalidad está abocada a ese único objetivo: infligir dolor.

SOB Detector
En conclusión os diré que Mirameba lleva años trabajando en su Detector de Hijoputas, en inglés Son of Bitch Detector (SOB-Detector en acrónimo) un dispositivo extraordinario que sin embargo todavía no ha conseguido calibrar porque basta con salir a la calle, chico, y se le disparan todas las alarmas...
Si tan insigne genio consigue llevar a cabo su loable propósito, no tengo la menor duda de que la economía mundial se recobraría de golpe.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Teoría del Hijoputa

Hijoputez y envidia son dos de los motores de las realidades sociales

Antes de proseguir con nuestro Seminario de Economía Real ¿Quién se queda con la pasta?, y abordar la Segunda Jornada, conviene aclarar conceptos y como pretendemos dilucidar los verdaderos resortes de la realidad social -y por lo tanto de la Economía- resulta forzoso el estudio miramebiano sobre la envidia y la hijoputez, continuación del hoy perdido Discurso sobre los Medici de Maquiavelo. Y es que,  ¿de qué sirve ser rico si no puedo humillar a otros? Esta pregunta no se la hicieron Ludwig von  Mises ni Maurice Allais; es la primera frase de un estudio secretísimo y judeomasónico custodiado por la Comisión Trilateral, el Club Bildelberg y la Peña Madridista del Liceo Francés: nada menos que la Teoría del Hijoputa de Mirameba; ¿de quién si no?

El sacrificio de un ateneísta
Cuando Mirameba organizó su Comité para el Cambio Horario en las Bárcenas, todavía era un hombre libre, quiero decir que no era huésped de las instalaciones sanitarias de Ciempozuelos. Habiendo nuestro Académico Corresponsable observado que el pollo con patatas le sabía mejor cuando la televisión daba noticias de espantosas hambrunas en Etiopía, Mirameba fue consciente de que algo no andaba bien en su mecanismo interior; le disgustó alegrarse de las desgracias ajenas, se sintió malo, perverso, una mezcla de teórico marxista y ultraliberal; en una palabra, se sintió como se siente cualquier mandatario chino: "Menudo cacho hijoputa soy..." constató el líder del movimiento Pro Independencia de Alcobendas; pero como en el fondo -muy en el fondo- Mirameba es bueno, se arrepintió, y para congraciarse con Yahvé, sacrificó a un ateneísta muy pesado en Valdemoro, que es lo más parecido que puedes encontrar en Madrid al monte Moriah.
De hecho el sacrificio ritual de ateneístas pelmazos fue lo que llevó a Mirameba primero a los calabozos de los juzgados y luego a las celdas acolchadas de Ciempozuelos, aunque también es justo reconocer que le hizo un favor a la Docta Casa y también se lo hizo a sí mismo: durante las horas de asueto que le ofrecían sus forzados encierros, Mirameba confeccionó su famosa Teoría del Hijoputa, que se estudia ahora en todas las Universidades de Fuera de España (UFE), allí donde no se intenta relacionar el Fuero del Baylío con la Guerra Civil ni las Nuevas Corrientes Historiográficas con el Juez Garzón.

Medibilidad de la Envidia y de la Hijoputez
Mirameba intuyó que lo que los cristianos llaman el Mal es una realidad polifacética aunque responda a un fondo común, el albañal de lo maligno; en palabras de San Juan Crisóstomo, "hay muchos gusanos en la gusanera, pero cada uno lleva un collar distinto". ¿Quién se alegra de las desgracias ajenas? Un hijoputa.  La Envidia y la Hijoputez son funciones de lo ajeno, pero la Envidia crea un desvalor mientras que la Hijoputez crea un valor. Me explico:
Envidia: sufro al saber del éxito ajeno
Hijoputez: me alegro de la desgracia ajena.
Luego alcanzaremos mayor felicidad reduciendo nuestra envidia -fuente de infelicidad- y aumentando nuestra hijoputez -fuente de satisfacción- (corolario de Sade).
Por otra parte, si la envidia que yo pueda experimentar me produce insatisfacción, me causará siempre satisfacción saber que los demás me tienen envidia. La demostración de esta proposición es instantánea: el que me tiene envidia es menos feliz, así que si me alegro de la desgracia ajena, me alegraré de que me tengan envidia; en consecuencia la maximización de la hijoputez subsume la máxima envidia ajena, puros néctar y ambrosía para el hijoputa auténtico.

Fórmula del Perfecto Hijoputa
Nota importante: usamos aquí sumas y restas para simplificar, pero en realidad el estudio original de Mirameba utiliza derivaciones, logaritmos, vectores deslizantes y funciones exponenciales que representan el fenómeno con mayor fidelidad. Donde, en las fórmulas, ponemos el símbolo "=" debiéramos poner otros garabatos que no se pueden conseguir en Blogger y que significan "equivale a" o "tiende a" según el caso.
Notación:  Fp = felicidad propia; Ep=envidia propia; Hp= hijoputez propia; Fa = felicidad ajena; Ea = envidia ajena. En esta notación consideraremos que la envidia propia es la envidia que tengo de todos los demás y la envidia ajena es la envidia que todos los demás me tienen.

1) Hipótesis: mi felicidad es función de mi envidia y de mi hijoputez, y alcanza un máximo cuanto mayor es mi hijoputez y menor es mi envidia.
Formulación: Fp es f(Ep,Hp), y

maxFp = maxHp - minEp

2) Por otra parte, y como hemos apuntado:

maxHp = minFa + maxEa

es decir mi función hijoputa alcanza un máximo cuanto más infeliz es el otro y mayor es su envidia. Luego retomando la primera fórmula:

maxFp = maxHp -minEp

es equivalente a

maxFp= minFa + maxEa - minEa.

Resulta obvio que si maximizo Ea entonces minEa  = 0 y, simplificando, obtenemos la Ecuación del Perfecto Hijoputa:

maxFp = minFa + maxEa

Traducción: cuánto más infelices y envidiosos son los demás, más feliz soy yo.

Esta ecuación es realmente sorprendente porque supone que mi felicidad es función directa de algo que, en principio, no me es propio como son la felicidad y la envidia ajenas.
Pero claro, recuerdo al agudo lector que hemos considerado inicialmente que por envidia ajena entiendo la que los demás me tienen a mí y que, en consecuencia, la felicidad y la envidia ajenas no son variables independientes de mí. En este sentido la intuición de Mirameba es de carácter einsteniano. Al igual que el tiempo y el espacio no son independientes, tenemos algo semejante en el caso de las relaciones de envidia e hijoputez: lo propio no es independiente de lo ajeno. De hecho, la envidia supone la existencia de Otro. No puedo tener envidia de mí mismo aunque sí puedo hacerme putadas (autosabotaje, suicidio, etc.).

Validez general
Podríamos pensar que la fórmula miramebiana sólo es exacta en el supuesto de que dos sujetos A y B fueran los únicos habitantes del planeta Tierra. A sólo podría tener envidia de B y viceversa. Pero, ¿qué ocurrirá cuando consideremos más individuos? Y es que el inteligentísimo lector intuirá que amén de la envidia que me tienen a mí, los demás pueden tenerle envidia a otros. Ahora bien, si tenemos tres sujetos A, B y C, ¿aumenta la felicidad de A el que B tenga envidia de C? Rotundamente: . ¿Por qué? Porque la felicidad de A aumenta en función de la infelicidad de B y como la envidia que B le tiene a C disminuye la felicidad de B, entonces aumenta la felicidad de A. Luego la fórmula miramebiana conserva esencialmente su validez en el caso de tres individuos. Por inducción se demostrará que lo que es cierto para 2 o 3 individuos también será cierto para n superior a 3.
La Teoría del Hijoputa no es en sí misma ninguna lección pero nos abre perspectivas insospechadas hasta ahora sobre el Valor Ofensivo del Dinero, objeto de la segunda jornada de nuestro Seminario.