Me acuso de ser un irreductible optimista, como todos los que hemos sido amamantados en el cristianismo auténtico. El mundo cambia, quién lo duda, y aunque surgen nuevos problemas jamás tuvimos tantos medios para remediarlos o paliarlos y cualquiera de nosotros tiene más comodidades en su cuarto de baño de las que disponía Felipe II en el Escorial.
Los pesimistas son como los dinosaurios: pesados y muy aburridos.
Siempre que oigo a jóvenes insensatos decir pestes del régimen constitucional de los últimos treinta años pienso para mis adentros e incluso expreso para mis afueras, que son afortunados, que no han conocido otra clase de realidades.
El final del separatismo
Al nacionalismo separatista se le acabó el rollo. Le queda poder y se ha salido con la suya en Baleraes, Cataluña, Galicia País Vasco y Valencia en el sentido de crear una superestructura que vive de las Lenguas Inútiles, esas que te obligan a hablar pero que no sirven para nada fuera de España y aquí sólo permiten vivir a quienes viven de la enseñanza, la comunicación (tele, cine, radio y prensa en vernáculo) o la traducción. También se decanta a favor de ese contradiós lingüístico algún figurón académico agraciado con premios o canongías en función de su alieneamiento incondicional con la estupidez. El mismísmo Mirameba llegó a proponer la creación de una
lengua diferencial para Madrid, el
madroso...
Pero la España de las Autonomías ha fracasado y ya nadie lo niega, salvo los que viven de ese sistema, esencialmente altos cargos y chupópteros a la sazón. Las Autonomías han servido sólo para encarecer una administración gigantesca, financiar el separatismo y multiplicar por diez el número de parásitos enchufados.
Transformación de los partidos tradicionales
A los partidos tradicionales les queda un telediario. Entendedme bien: no van a desaparecer, pero sí a transformarse. Su poder es inmenso, en el sentido de que sus miembros electos controlan todos los resortes políticos y gran parte de los económicos, sumando al sector público los recursos de las cajas de ahorros; y al retirarse se colocan en consejos de administración de grandes consorcios privados que dependen de las bendiciones estatales. Las estructuras aguantan el paso de los años, pero no nos engañemos, sin ideas, ni ideología, ni nada. Se limitan a fomentar grupos jerarquizados de poderosos que recogen votos en función del "si no me votas a mí ganarán los otros". Un argumento tan estúpido tenía que ser eficaz, así que al cabo de tres décadas sigue funcionando, y seguirá, por mucho que chirríe.
El PSOE es un partido zombi; fue un muerto resucitado, un partido histórico y revolucionario con las manos ensangrentadas en la Revolución del 34 y la Guerra Civil. Fue un error recrear el PSOE en lugar de fundar algo nuevo. De hecho, toda la labor de Felipe González en los congresos de 1979 consistió en enmendar aquel error transformando el PSOE en un partido socialista democrático que renunciaba al marxismo como doctrina oficial, es decir un partido nuevo con un nombre viejo. En cambio nuestro actual presidente se empecina en devolverle su vieja impronta revolucionaria, evocando con trémulos orgasmos vocales la Guerra Civil o dando una coba ridícula a los Tiranos Banderas de Hispanoamérica.

Ahora mismo te vas a la página web de la
Fundación Pablo Iglesias y en lugar de ofrecernos análisis sobre la actualidad te hablan de batallitas del pasado, de la España de hace setenta años o un siglo. O sea, la fábrica de ideas del PSOE, diseñada por el abuelo Cebolleta. El PSOE tal y como está es irreformable y sin duda algún socialista inteligente -no es incompatible- creará algo nuevo a partir de la ruina de unas siglas desacreditadas que no sólo huelen a paro y a fracaso, sino a locura pura y dura. Rosa Díez ha abierto la veda, en este sentido, y supongo que algún día los cuatro socialistas con cerebro que no estén pringados en el chapapote oficial decidirán crear un socialismo
new wave que no se masturbe mirando fotos de Negrín.

El PP ha alcanzado tal punto de congelación que parece el primo tonto de Hibernatus. Hace un cuarto de siglo que debiera ser el partido del futuro, y no sólo por el prestigio que podrían concederle los ocho años que estuvo en el poder a nivel nacional y que fueron años exitosos en el campo económico; es que su base de votantes es la España que paga impuestos, trabaja y se esfuerza en mejorar. Es por definición, la España más progresista puesto que pretende dar un futuro a sus hijos.
Sin embargo el PP es un partido dirigido por funcionarios y en toda su Junta Nacional no hay un solo empresario de verdad; me refiero a alguien que hiciera su empresa y no la heredara.
Esto es aún más asombroso si consideramos que el PP, fundado en tiempos democráticos, nada debe al pasado; pero sus fundadores históricos, de cuando se llamaba AP, fueron Manuel Fraga y otros distinguidos franquistas que evolucionaron en demócratas y la estructura del partido del futuro quedó fuertemente condicionada por aquellos orígenes. ¿Puede estar orgullosa AP de haber tenido como candidato al Senado por Madrid al
carnicerito de Málaga?
¿Qué me decís del ex-ministro favorito de Franco recibiendo al tirano de Cuba?
El criptofachismo es perfectamente inútil y electoralmente contraproducente; además su desmesurado peso pervierte la evolución de la organización, ahogando a los liberales y ninguneando a los democristianos. Hoy por hoy las tres tendencias peperas -liberal, cristiana-democristiana y criptofacha- conviven difícilmente en la Nada genovesa. Me reconoceréis que Rajoy es un genio que lleva ocho años sobre un bidé poblado de pirañas sin tener que dedicarse a la ópera barroca. Pero lo tiene difícil, difícilísimo: ¿cómo pedirle a los que te han aupado que se suiciden dejando sitio a lo nuevo? ¿Y cómo justificar tu propia permanencia en el cargo tras dos derrotas electorales consecutivas?
El futuro peposo pasa, irremediablemente, por la democratización interna, condición sine qua non para permitir aflorar nuevos valores que sustituyan a los émulos de don Tancredo que piensan -es un decir- que se puede regresar del Limbo; pero ¿podemos imaginar que quienes viven del sistema digital de nombramientos se sumen a la revolución democrática interna? En el mar corren las lieeebres, en el monte las sardinas, tralalá...
Fuertes movimientos ciudadanos
Mientras el sistema bipartidista se consolida en lo formal pero desaparece en lo ideológico, surgen nuevos fenómenos, y el más interesante son los nuevos movimientos ciudadanos. De entrada, la
AVT y
Hazte Oír han sido las responsables de algunas de las mayores movilizaciones que se recuerden en la España democrática. En España existe una sociedad civil. Y cada día se hace más fuerte.
Habiendo abandonado a su suerte el PP y el PSOE a los hispanohablantes en Baleares, Cataluña, Galicia, País Vasco y Valencia, también han surgido voces alternativas; tenemos a
DENAES,
Libertad linguística o
Convivencia Cívica Catalana. Ellos son el futuro y el PPSOE el pasado, un pasado de rendición genuflexa y armisticios preventivos. Asombrosamente, y en contra de la obsesión de los ayatolás del catastrofismo, los movimientos más fuertes de ciudadanos no pertenecen a la izquierda, son pacíficos y democráticos, y la izquierdona los identifica con la derechona.
Nuevas formas de socialización y comunicación
Por si fueran estas pocas las novedades, vivimos un momento clave en el campo de la imbricación de lo tecnológico en la vida corriente. Me refiero a fórmulas como
facebook,
twitter o el
democubo. Son instrumentos nuevos que sin duda serán claves para la política del futuro.
Por otro lado los blogs, por muy limitada que sea su influencia, permiten a sus autores comunicar sus opiniones sin pasar por las horcas caudinas de la prensa comercial, donde sin duda llegas a muchos lectores pero a cambio tienes que vender tu alma a cambio de treinta bocatas.
Así que no tenemos derecho a desmoralizarnos. Estamos viviendo el principio de algo nuevo. De nosotros depende que además de nuevo, sea bueno.