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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

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domingo, 28 de febrero de 2010

Los caminos del poder

Además del parentesco, otro tipo de relaciones permite alcanzar el poder

En la entrada anterior recordaba la constitución de redes familiares en el poder, tanto en las democracias como en los regímenes dictatoriales. El poderoso transmite a su prole su propia experiencia y comparte sus contactos y relaciones, permitiéndole saltarse las etapas de paciente espera en las antecámaras.
Una de las conclusiones que subrayaba es que esa actuación suele desmoralizar a quienes no gozando de esas prebendas familiares, difícilmente pueden aspirar a buscar un puesto bajo el sol. Lo que es verdad en política lo es también en todos los campos de la creatividad: en muchos negocios resulta fundamental la tutela familiar, es difícil que puedas poner una galería de arte, una sala de anticuario o una joyería si no cuentas con el asesoramiento de quien conoce los entresijos del negocio, o sea, el tío Benjamín.

El camino más directo
El que no tiene experiencia al final busca la del que sí tiene, alguien que le abra camino, que le muestre los secretos de la senda que lleva al éxito y la fama. ¡Cuánto ahijado sin padrino mataría para ser tutelado por quien llegó a buen puerto! Resulta conmovedor contemplar con qué inaudita inocencia, el recién saliente se imagina que quien ya llegó le va a brindar su amistad y su poder en un momento. “Hombre, Sr. Fernández, qué alegría recibirle en mi ministerio, espere un momento, que me levanto para que se siente Vd. en mi lugar; ahora mismo firmo un Decreto para que Vd. me sustituya”.
El novato pide el favor, pero los favores hay que pagarlos. Hay quien pone precio al culo; y no lo digo metafóricamente. Gran parte del poder en el mundo político o artístico de España reposa sobre esos peajes exigidos y consentidos. Sabemos de ministros, senadores, secretarios de Estado, músicos, bailarines y escritores que han pagado o cobrado su ración de culo recordando aquel retruécano de Ortega: “el camino más directo pasa por el recto”.

Mujeres y poder
Ortega escribía en un tiempo en que el poder era cosa de hombres. Ahora también es cosa de mujeres y la situación no ha variado sustancialmente: jóvenes ambiciosas supieron trepar a costa de seducir a hombres poderosos o a sus émulas adictas a la rica tortilla.
Recordemos a Teodora, influyente esposa de Justiniano, joven emperador que se enamoró como un chaval de aquella artista de pantomimas que debía ser más lista que el hambre, y conocer los secretos de la toma de Troya, el troncomóvil de Picapiedra o el cascabel de Maribel.
Y también se da la situación inversa: hombres que alcanzaron el poder acertando a labrar fanegas reales como aquellos favoritos de doña Isabel II o Catalina la Grande, constituyendo ministerios de los que sin mentir podremos decir aquello tan elocuente: “de aquellos polvos vinieron aquellos lodos”.
Hay muchas formas de entender y practicar el sexo: juego narcisista de seducción, capacidad de aprehender, ciencia del placer... En el caso de esas relaciones teledirigidas hacia el éxito, las relaciones carnales ya carecen de cualquier otra dimensión que no sea el puro ejercicio del poder: el toro dominante se tira al más débil de la manada, y ni siquiera le promete una luna de la que enamorarse. El instinto es así de burro.
La versión hétero es más prosaica; Promotion Canapé era el título de una peli francesa que describía cómo para alcanzar las mieles del triunfo hermosas jóvenes inmolaban sus encantos a la diosa Ambición, y no hace falta vídeos de ningún tipo: la imaginación basta y sobra, y de tanto vivirlo y observarlo, ya ni nos fijamos.

¿Debilidad o chulería?
En principio, debiéramos considerar ese ejercicio de poder como una prueba de debilidad; el gran jefe o la gran jefa, debiera abstenerse de promocionar a quien le procura íntimas emociones, y recordar aquella sentencia de Marco Aurelio, que hablando de su propio padre, alababa en él la “cesación de los amores por los mancebos” (Libro I, 16, uso la versión del mejicano Gómez Robledo). Pero el propio Marco Aurelio alcanzó el poder por decisión de Adriano, cuya pasión por Antinoo llegó a las crónicas; también es cierto que el bello efebo no entró en intrigas ni se interesó por el poder.
La carne es débíl y más la del político; si tratan de promocionar a su parentela no deja de tener su lógica que lleven al poder a amantes y amigos. Incluso al hacerlo con la más hortera publicidad, como sátrapas orientales o alcaldes marbellíes, se dan el íntimo gustazo de subrayar su poderío: "fijaos si soy chulo que he puesto a mi novio/novia de concejal. ¡Toma ya!".

Cayo Julio César
El político de raza, el que no se amilana ante las dificultades sino que se crece ante la adversidad, consigue abrirse camino a pesar de todo y de todos y los más brillantes activos reflejan un origen muy pasivo, y no me refiero a la contabilidad. Todos recordamos la trayectoria de Cayo Julio César, un señor tan importante que le dedicamos un mes del calendario y cuyo mote es ahora sinónimo de poder personal: Zar y Káiser son formas de César. Bueno, pues una de las primeras conquistas del amigo Cayo fue Nicomedes, rey de Bitinia, en cuya cama empezó a fraguarse tan prodigioso destino.

Pasiones inorgánicas
Subrayemos que también existen verdaderas pasiones al margen de lo orgánico. Por ejemplo, Luis XIII de Francia y su amado Cinq-Mars, mantuvieron una relación casta pero intensísima. Luis era muy cerebral y a Cinq-Mars le tiraban las señoras; y ¿qué decir de la afición que tuvieron Carlos IV y María Luisa por Godoy (cuyo retrato encabeza esta entrada)?
Nadie ha conseguido reducir al campo sexual esa Trinidad, y los que escriben al respecto nunca han presentado documentos convincentes, limitándose a barajar rumores.

El camino de la amistad
Igualmente, el periodista Luis Herrero ha destacado en un excelente libro cómo la profunda amistad entre su padre, Herrero Tejedor, y Adolfo Suárez fueron la base para el lanzamiento del segundo. De grandes amistades han surgido destinos asombrosos, y el arte de hacerse amigos es muchas veces más eficaz que el de prostituir los naturales encantos. La palanca de la amistad es sin duda el medio más simpático de proyectarse en el mundo, aunque no pretenderemos que sea el más objetivo. Ninguno lo es. La meritocracia no existe.
Así que mi consejo a los jóvenes ambiciosos es no dejarse desanimar por el nepotismo vigente; siempre hay espacio para el talento. Los caminos de Dios serán inescrutables, pero los del poder resultan diáfanos.
Luis Español Bouché

jueves, 17 de diciembre de 2009

El abuelismo español


La utilización de la ascendencia para ensalzar o denigrar a los hombres públicos se enmarca en la obsesión  española por la limpieza de sangre

De Colón a Cervantes

Dos de los hombres más singulares de la historia universal, Miguel de Cervantes y Cristóbal Colón, se empeñaron en ocultar y maquillar su ascendencia de tal forma que ni los cervantistas más fanáticos ni los mejores eruditos colombinos conseguirán jamás averiguar las prosapias de tan interesantes personajes. Hablamos del creador de la novela moderna y del descubridor del Nuevo Mundo, nada menos...
Toda mentira, toda ocultación revela un complejo o un miedo. Tiene que ser muy poderoso el miedo para obligar a figuras tan extraordinarias a maquillar su pasado. Y es que la española obsesión por la "limpieza de sangre" ha supuesto a lo largo de los siglos una verdadera enfermedad de la mente. Lo importante no eran las obras sino los ancestros, que en España siempre han servido de arma arrojadiza, para alabar o para condenar. Fisguemos a fondo en la ascendencia del vecino, que seguro que tiene a algún judío oculto en el armario, je, je...

El abuelismo antiburgués

Precisamente, con pretexto de Memoria Histórica hay quien reactualiza la limpieza de sangre pero en forma de abuelismo: volvemos a examinar árboles genealógicos a la búsqueda de ejemplos edificantes o de piedras de escándalo, pero no se trata aquí de remontarse a los reyes godos sino de determinar qué hacía el abuelo de cada cual durante la Guerra Civil. ¿con qué bando estuvo? o bien ¿qué le hicieron?

Otra diferencia con el siglo XVI es que la infamia que suponía tener entre los ancestros a "gentes de mal vivir" ha sido sustituida por el carácter infamante de la burguesía. Buena parte de los políticos españoles pertenecen a familias de la burguesía inteligente, que fue a buenos colegios, en la que abundan títulos de universidad, que por medio de buenos contactos accede a mejores trabajos  y vive en confortables pisos repletos de libros y con piano. Este hecho es ignorado por las propagandas de partido y por la lectura universalmente negativa del término burgués, como si sólo fueran burgueses los ricachones panzudos de los grabados de Daumier contando billetes... Burgueses son los antepasados de prácticamente todos los grandes líderes mundiales, entonces ¿por qué no reconocerlo?

Aznar y Zapatero


Ejemplo espectacular de lo que decimos lo tenemos en los Sres. José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. En ningún otro país de Europa le interesa a nadie saber quién es el abuelo del presidente. Pero a nosotros sí, por lo visto.
En el primer caso, la figura del abuelo paterno, Manuel Aznar Zubigaray, despertó un morboso interés por parte de autores como el ínclito Anasagasti que, obviamente, no tenían nada mejor que hacer y quisieron herir al nieto a través del abuelo; el propio presidente Aznar, sin duda para quitarse una espinita, le dedica unas páginas a su antepasado en su libro, Retratos y perfiles.

En el caso del Sr. Rodríguez Zapatero, pocos serán ya los españoles que no sepan que su abuelo paterno fue el capitán republicano Juan Rodríguez Lozano, fusilado por los autodenominados nacionales. Esa condición fue aireada por EL PAÍS en un artículo famoso "El nieto del capitán Lozano" con el siguiente subtítulo: "Zapatero procede de una familia comprometida políticamente: su abuelo el capitán del ejército republicano Juan Rodríguez Lozano, fue fusilado en 1936". O sea, el que le fusilen a uno significa un compromiso político... El compromiso de Lozano no fue con la política sino con su lealtad de oficial: se negó a sublevarse y por eso los nacionales lo asesinaron.
Es comprensible que el Sr. Aznar o el Sr. Zapatero se interroguen acerca de quién fue o dejó de ser su abuelo; resulta más preocupante que le inquiete a los demás. La visión que cada uno de nosotros tiene de su propia ascendencia y de su familia es una de las llaves de esa misteriosa flor que llamamos identidad, y la identidad ni siquiera tiene que basarse en elementos reales o tangibles, porque del pasado sólo nos llegan retazos y además tendemos a elegir lo que nos gusta y a ignorar lo que nos desagrada; nadie tiene, en realidad, la menor idea de quiénes fueron sus mayores: nos quedamos con el cliché, con la imagen del abuelito que nos sentaba en sus rodillas, o las anécdotas que nos contaron, pero lo demás es música celestial.

Abuelismo selectivo

Además, ¿en virtud de qué criterio seleccionamos a los antepasados? Porque abuelos, cada uno de nosotros tiene cuatro, salvo excepción, y resulta grotesco oír hablar “del abuelo de Aznar” o “del abuelo de Zapatero”.
Por ejemplo, en el caso de este último, a nadie le parece interesante averiguar nada acerca de las abuelas —Josefina García y Natividad Valero— lo que no es más que una consecuencia de un machismo nada residual en el país de las cuotas femeninas. ¿Qué saben los españoles de los otros abuelos de los Sres. Aznar López y Rodríguez Zapatero? ¿O es que los Presidentes del Gobierno no tienen más que un abuelo?

Faustino Zapatero y los Zapatero del PP

Por ejemplo, ¿qué sabemos del médico vallisoletano Faustino Zapatero Ballesteros, el abuelo materno de nuestro actual Presidente? Que pertenecía a la burguesía universitaria vallisoletana. Fue, como su hermano Emilio, miembro de la Real Academia de Medicina de aquella ciudad y un distinguido neonatólogo, autor de varias obras sobre la materia. Emilio, tío abuelo de nuestro presidente, fue catedrático desde 1935 en la Facultad de Medicina de Valladolid y autor de una veintena de trabajos; superó en 1937 un expediente de depuración en Valladolid, precisamente en las mismas fechas en que los falangistas de esa ciudad querían fusilar al abuelo del Sr. Aznar. ¡A lo mejor se conocían! En 1941, a petición propia, se revisó el expediente de Emilio. Este tío abuelo del actual presidente engendró a varios hijos entre los que se contó con una numeraria del Opus Dei y con un senador del Partido Popular, el también médico Emilio Zapatero Vilallonga (1936-2000) personaje muy digno de interés, director general de Sanidad con la UCD, padre de un Plan General de Sanidad, consejero de Cultura y Turismo en Castilla y León, en el gobierno presidido por el Sr. Lucas, y además buen poeta.
En cuanto al abuelo del actual Presidente, don Faustino, ¿era de derechas o era de izquierdas? ¿Le gustaban las fresas con nata o prefería las ensaimadas? ¿A quién le importa? Podríamos dedicar mucho tiempo y energía a determinar las tendencias políticas, la vida y milagros de don Faustino Zapatero Ballesteros: ¿para qué? ¿con qué objeto? Lo único que tenemos claro de la ascendencia de nuestro actual presidente es su carácter eminentemente burgués y universitario; si tu padre es el Ilmo. Sr. Decano de la Facultad de Derecho de León, si tu familia materna cuenta con médicos distinguidos, y el tío Emilio es senador del PP ¿por qué resumir tus circunstancias personales y familiares en el abuelo fusilado?

La familia "roja" de Adolfo Suárez


Caso todavía más extraordinario es el del padre de la Transición, Adolfo Suárez cuya familia inmediata conoció el ensañamiento de posguerra sin que se le pasara a don Adolfo por la cabeza ir presumiendo de abuelos represaliados. Su padre, el coruñés Hipólito Suárez Guerra, procurador de los tribunales, era de Acción Republicana, y fue purgado con aceite de ricino siguiendo la costumbre importada por los falangistas, a imitación de los escuadristas del fascio. Peor lo pasó la familia de su madre, Herminia González Prados. A su padre, Ricardo González -abuelo de Adolfo- lo asesinaron los “nacionales” y su hermano Ricardo -tío del político- murió en una de las cárceles del dictador.

El abuelo galleguista de Rajoy


Por su parte, Mariano Rajoy es nieto de un galleguista, Enrique Rajoy Leloup, decano de los abogados de Santiago al que los “nacionales” privaron de su cátedra de Derecho Civil en la universidad de aquella capital y sólo reintegraron en su decanato veinte años más tarde, para castigar sus tendencias autonomicistas.
Salió bien librado comparado con la familia de Adolfo Suárez o con la del capitán Rodríguez Lozano. Recientemente Rajoy Leloup fue nombrado hijo adoptivo de Pontevedra.

Reduccionismo versus continuidad

El abuelismo, como hemos visto, parte de un prejuicio selectivo, se habla de este abuelo y no del otro y se olvida de forma casi unánime la existencia de las abuelas. Por otra parte, se reducen las vidas ajenas a una sola circunstancia, si el abuelo fue "rojo" o "azul", olvidando las auténticas trayectorias. El personaje de Faustino Zapatero o Manuel Aznar, un distinguido médico y un enorme periodista, ¿se pueden reducir exclusivamente a sus identificaciones políticas, a su actitud durante la tragedia de 1936? Ese reduccionismo impide contemplar la verdad -y la verdad siempre se defiende sola-  y es que los españoles simpatizantes o víctimas de uno y otro bando, se dedicaron durante largos años de posguerra a tratar de sacar adelante a su familia; los hijos de los “rojos” buscaron la forma de medrar en la España “azul”, lo cual es tan natural como el instinto de supervivencia.
La memoria histórica no consiste sólo en fijarse en lo que sucedió durante tres años de guerra, sino en lo que hubo antes y lo que vino después. La historia sólo se puede estudiar como una continuidad.

Luis Español Bouché