Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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martes, 20 de junio de 2023

¡La maldad de los franceses!


 Publica el diario ABC un artículo de Israel Viana cerca de cómo maltrataron los franceses a los republicanos españoles. Es un texto modélico acerca de cómo se crean o mantienen las leyendas negras, en este caso la leyenda negra antifrancesa en España. Debiera publicarse en papel amarillo, como la bilis.
En primer lugar, hay que englobar a todos los franceses en una etiqueta negativa y adjudicarles un prejuicio antiespañol. El titular es ejemplar al respecto: "Así trataron los franceses a los refugiados españoles en la posguerra: «Son tribus primitivas y sucias»".
No recuerdo haber oído en Francia hablar de España como de tribus primitivas y sucias, pero es posible que algún chiflado tuviese problemas con España igual que un tal Luis Zahera recogió un Goya diciendo que "siempre había querido matar un francés". Imagínate si algún periodista francés toma la noticia y publica en Le Figaro que los españoles quieren matar franceses... Es lo que pasa cuando se convierte alguna afirmación particular en categoría general, para denigrar.
El periodista nos aclara que "Los exiliados que cruzaron los Pirineos al final de la Guerra Civil, lejos [de] encontrarse una acogida cariñosa, fueron hacinados en campos de internamientos y tratados como «animales invasores, escoria y vándalos peligrosos»".
El artículo no insiste acerca de qué huía ese medio millón de españoles. ¿Por qué tantísimas personas lo dejaron todo, sus propiedades, sus tierras, su familia, metieron cuatro enseres en una maleta de cartón y se lanzaron sobre malos caminos a cruzar el Pirineo en pleno invierno? Hombre, a lo mejor les parecía mejor el vinagre franchute que las mieles de Franco, la gente es así de rara, se informa mal, se asusta sin necesidad, no entienden bromas como las ingeniosas intervenciones de Queipo de Llano en Radio Sevilla, aquello de que "Nuestros valientes legionarios han enseñado a los rojos lo que es ser hombres. De paso también a las mujeres de los rojos que ahora, por fin, han conocido hombres de verdad y no a castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará".
Fueron tan malos malísimos los pérfidos gabachos con los "republicanos" españoles, que el 98% del exilio español, terminada la II Guerra Mundial, se encontraba no en Gran Bretaña, ni en Estados Unidos ni en Suiza, sino en Francia, fijateee. Qué pésimo gusto tenían esos españoles, de verdad, que pudiendo volver a España con su familia, sus bienes y recuperar su trabajo, preferían la precariedad del transterrado, vivir en el infierno francés en lugar del paraíso español...
Quizá es que Franco dio una pista cristalina acerca de sus intenciones alentando que su amigo Adolf asesinara a miles de compatriotas españoles en Mauthausen y otros campos. No existen precedentes de que un Estado permita que sus aliados exterminen a sus compatriotas.
Ah, claro, que los rojos no eran españoles, siempre se me olvida...

miércoles, 11 de enero de 2012

Memoria Histórica


El primer deber hacia las víctimas consiste en no olvidarlas. Los españoles necesitan asimilar su Historia, sin maquillarla, para encarar con optimismo el futuro. 

Muchos españoles creen todavía que no ser rojo implica ser azul o que no ser azul implica ser rojo. Las dos Españas, igual de imbéciles, de sanguinarias y de ruines se necesitan mutuamente y la tercera España, la de los liberales, sabe bien lo que le espera: no me hago al respecto ninguna ilusión.

Una historia sin digerir

A mí no me gusta hablar de la Guerra Civil, porque la historia moderna de España no consiste sólo en dolor, fusilamientos, torturas y atentados; también hay una historia de progreso, de prosperidad, de inteligencia y de largos momentos de paz y libertad. España no es sólo, ni debiera consistir sólo en la Guerra Civil. Tampoco debemos esconder lo negativo debajo de una espesa alfombra; como pueblo hemos vivido momentos terribles. No hemos digerido esa parte de nuestro pasado y de nuestro presente, y por no haberla asimilado, nos obsesionamos con ella y no extraemos las necesarias conclusiones. Ese es el motivo de que haya dedicado varios años de mi vida a intentar estudiar y contar de una forma objetiva y no sesgada algunos aspectos de nuestro gran drama nacional. Sin duda he fracasado en mis objetivos, como cualquiera puede comprobar al abrir el periódico.

La memoria de los perdedores

La tan cacareada Memoria Histórica podía haber dado lugar a algo positivo: no se trataba, en principio, más que de rememorar a los perdedores de la Guerra que no fueron objeto de recuerdo —no digamos de justicia— y sobre los que pesaron el olvido o bien la infamia de sentencias condenatorias y nunca anuladas. De algunos ni siquiera sabemos el nombre: son cuerpos anónimos en una fosa común. Los trabajos de Mirta Núñez, los de Eduardo Pons Prades, los relatos de Eduardo de Guzmán o las memorias de Julián Marías dan idea de los niveles de sadismo y de maldad de algunos de los vencedores ensañándose con algunos de los vencidos. Nada más justo que recordarlo; ya el pobre Job se sublevaba contra el olvido del sufrimiento: “¡Tierra, no cubras tú mi sangre, y no quede en secreto mi clamor!” (Job, 16,18)

Exaltación de los verdugos

Lo malo del asunto estriba en que nuestro Gobierno, a quien tanto preocupa la memoria de quienes fueron martirizados por un bando, no parece mirar con idénticos ojos a quienes fueron las víctimas del otro. Resulta asombroso que el mismo día en que se retiraba la estatua de Franco de los Nuevos Ministerios, nuestro Presidente participara en un homenaje a quien se tiene por máximo responsable de la matanza de Paracuellos.

Ahora resulta que quieren borrar del callejero de Madrid los nombres ilustres de Muñoz Seca y de Rufino Blanco, —un gran escritor y un extraordinario pedagogo— por el sólo hecho de haber sido asesinados. Ser víctima por lo visto es un demérito capaz de eclipsar cualquier mérito. Repugna la idea de que se castigue la memoria de unas víctimas asimilándola a la de unos verdugos.

La inteligencia amancebada con el odio

El fanatismo español no es cosa de hoy, ni su naturaleza es estrictamente política, también es culpa de quienes no hemos sabido construir un pensamiento alternativo. Julien Benda ya denunció hace décadas la traición de los intelectuales, que ante las carnicerías de la Historia no han evitado prostituirse, justificando y glorificando a los peores verdugos que conocieron los siglos. Todavía peor, muchos que se llaman historiadores y que por su oficio debieran cultivar la objetividad, sólo son repugnantes propagandistas que cuando abordan nuestro descomunal tragedia se dedican a jalear a alguno de los dos bandos, justificándolos.
A ningún miembro de la derecha democrática francesa o alemana se le pasaría por la cabeza identificarse con el régimen de Pétain o el de Hitler, Sin embargo muchos españoles de la derecha democrática no condenan el régimen de Franco, y hasta lo defienden. Igualmente, son demasiado escasos los miembros de la izquierda democrática española que condenan las matanzas del lado republicano. Me dolió especialmente, hace un mes, comprobar que se presentaba la conmemoración de unas víctimas —los 498 religiosos beatificados— como una victoria del franquismo, cuando en realidad se trata de una victoria de la memoria sobre el olvido. A mí no se me pasaría por la cabeza considerar que el libro sobre las Trece Rosas es una victoria del estalinismo.

Una guerra de exterminio

¿A qué se debe esta situación? Sin duda al carácter de guerra de exterminio que por momentos revistió un conflicto tan largo. Recuerdo ahora mismo un titular a dos páginas del diario Claridad, órgano caballerista del PSOE: “Hay que exterminar a todos los fascistas, a los que se han sublevado y a los que no se han sublevado” o las proclamas del propio Franco: “Sabed, madrileños, que cuanto mayor sea el obstáculo, más duro será por nuestra parte el castigo [...] ¡¡Madrileños!! El día de vuestra libertad está muy próximo. Si queréis salvar la vida y evitaros perjuicios irreparables, entregaos sin condiciones, a nuestra generosidad”. Ya sabemos en qué consistió esa generosidad.

Sí, nuestra guerra fue algo espantoso y quizá convenga hablar de ello, porque la palabra es curativa, diluye los traumas y ayuda a exorcizar nuestros grandes demonios interiores.

Igualdad de las víctimas

Nos sobra mucha estupidez y nos falta mucha caridad. Veinte siglos de cristianismo no han conseguido enseñar a los españoles a pedir perdón. Para mí todas las víctimas son idénticas, son mis compatriotas, son mis hermanos

De los cientos de miles de muertos de la guerra, de la represión de guerra y de posguerra, sólo me fijaré en algunos pocos:

Los 927 hombres, mujeres y niños españoles abandonados por los franquistas a manos de los nazis y deportados a Mauthausen, donde fueron exterminados, son mis hermanos.
Los miles de personas asesinadas en Paracuellos en noviembre de 1936, son mis hermanos.
Las 13 mujeres y jovencitas fusiladas por ser "comunistas" al final de la Guerra Civil y que recordamos como las Treces Rosas, son mis hermanas.
Los 498 mártires, asesinados por su fe, y elevados hace bien poco a los altares, son mis hermanos.

A la víctima, ¿qué más le da el color de la bala? ¿qué más le dan las ideas u obsesiones del verdugo? ¿Tan difícil es de entender? ¿Tan duros son nuestro corazón y nuestro cerebro?

Algún día, las 13 rosas, los 498 beatos, los miles de Paracuellos, los 927 del tren a Mauthausen, y todos los demás mártires de nuestra guerra serán mirados con la misma caridad, con la misma solidaridad, con el mismo amor que debemos tributar a quienes se lo han arrebatado todo, por pensar distinto o por ser distintos que sus verdugos.

Mi amigo Guillermo Oncíns, que era protestante, me enseñó a leer los Salmos, ese antiquísimo concentrado de sabiduría. Uno de los más impresionantes es el de la víctima que no entiende qué provecho puede tener su dolor para el Altísimo: "¿Qué ganancia en mi sangre, en que baje a la fosa? ¿Puede alabarte el polvo, anunciar tu verdad?" (Ps, 30, 16). Y es que ante el sufrimiento, no tenemos respuestas, sólo la perplejidad que suscita la inutilidad del mal. Sin embargo Tertuliano recalcaba que la sangre de los mártires es semilla de cristianos; y es que más allá de la fe, hay que aprender a convertir el mal en bien, escuchando las voces de nuestros hermanos muertos, sacando lecciones provechosas de las peores tragedias, superando el veneno del rencor con el antídoto de la caridad.
Algún día dejaremos de usar el dolor y la Historia como armas arrojadizas.
Algún día miraremos hacia atrás sin ira, para poder mirar hacia adelante con esperanza.

Luis Español Bouché
Publicado el 29.11.2007 en Asturias Liberal

lunes, 10 de mayo de 2010

Mauthausen

En Mauthausen, con la complicidad de Franco, miles de españoles fueron asesinados por los nazis

Voy a hacer algo histórico, único, especial e irrepetible. ¡Voy a decir algo agradable de Zapatero! Sí, incluso Zapatero tiene alguna cualidad; hay alguna luz, en esa oscuridad... Me refiero al hecho de que bajo nuestro actual mandatario, por primera vez un gobierno de España se ha preocupado por la memoria de los miles de españoles exterminados en Mauthausen, -que llevaron ese triangulito azul con la S de Spanien- algo que no hicieron ni los gobiernos de UCD, ni los de Felipe González ni los de Aznar.
Me fastidia que el mismo Zapatero que se preocupa de la memoria de los exterminados en Mauthausen sea el mismo que tributa homenajes a Carrillo o que prostituye algo tan noble como la Memoria Histórica, como si le importaran tres narices las víctimas del otro bando. Pero no repetiré aquí lo que ya escribí en otro artículo, que la repetición es un síntoma de senilidad, y bastantes canas y arrugas me avejentan ya...

Exterminados con la complicidad de Franco
Como la liberación del campo de exterminio de Mauthausen se realizó el 5 de mayo de 1945, ayer pasaron por la dos de TVE un oportunísimo especial -obra de Alfonso Domingo, el biógrafo de Melchor Rodríguez- recordando a los miles de españoles asesinados por los nazis con la necesaria complicidad de las autoridades franquistas.
En aquella época, Franco era el aliado vergonzante de Hitler, y miles de españoles encuadrados en la División Azul luchaban "contra el comunismo" con uniforme alemán en las estepas de Rusia. Sin embargo, mientras unos españoles morían luchando por la victoria de Hitler, otros españoles eran congelados y hervidos vivos -así como suena- en el marco de las experiencias de los "médicos" del mismo Hitler.
Nunca en la historia se ha visto que un país permita a su aliado exterminar a sus compatriotas; precisamente el crimen original del franquismo consiste en considerar que los "rojos" no eran españoles y que por tanto en España no había Guerra Civil. [La primera vez que he encontrado la expresión es en un artículo de Antonio Olmedo Delgado, director durante años del ABC de Sevilla]. En la misma línea, Hitler consideraba que los judíos no eran alemanes.
Siempre me ha asombrado que un régimen como el de Franco que salvó a miles de judíos en Hungría del exterminio nazi, sin embargo aplaudiera el exterminio de su propia gente por extranjeros, pudiéndolo hacer él mismo. Recordemos que, asesorado por sus amigos alemanes, Franco convirtió algún campo de concentración en virtual campo de exterminio, aunque aquí no llegamos a estrenar cámaras de gas. El siniestro campo de Miranda de Ebro se llevó por delante a mucha gente, y entre otros a racimos de franceses enemigos de Vichy que cruzaban la frontera ilegalmente y se hacían pasar por "canadienses".
En eso consistía el patriotismo de Franco, el cristianísimo Cruzado que ponía banderas con la cruz gamada junto a la Virgen, sin considerar que Jesús y su Madre eran judíos...[Esa  extraordinaria foto de arriba la saqué de aquí]. El mismo patriota cinismo que emplearon en condenar por "auxilio a la rebelión " a los que no se alzaron; el mismo cinismo de la Ley de Responsabilidades Políticas, que te imputaba en 1939 lo que era perfectamente legal en 1936; el mismo cinismo con el que Franco, con su peculiar sentido del humor, imitaba a Fernando VII y le conmutaba a un reo dos de las tres condenas a muerte. Nunca he comprendido como no se han hecho más novelas o películas sobre ese monstruo, tomando chocolatito con picatostes, mientras firmaba penas y más penas de muerte...
Gracias a las hemerotecas digitales y blogs como "Todos los rostros" se van difundiendo fotografías extrarordinarias que investigadores como Javier Rodrigo, Mirta Núñez y tantos más van sacando de las cajas y colecciones públicas.

Mi historia personal con Mauthausen
Hace casi veinte años me conmovió mucho la lectura de la obra de Mariano Constante y Eduardo Pons Prades, Los Cerdos del Comandante, que ofrece interesantísimos detalles sobre el exterminio de miles de españoles, no sólo en Mauthausen sino en las islas anglonormandas. Los turistas que visitan Jersey o Guernesey ignoran que en el cemento de las construcciones dejadas por los nazis, están incorporados los huesos de cientos de españoles. Por lo visto los huesos hacen buen mortero, por lo del calcio.
Hace 18 años quise -como siempre sin éxito- que en Madrid hubiese una placa en memoria de los españoles asesinados en Mauthausen con la complicidad necesaria de Franco. También pedí -no hace falta añadir que sin éxito- un monumento en memoria de las vícitmas de ETA que por fin, con doce años de retraso se inauguró en República Dominicana a iniciativa de DENAES. También planteé -por pedir que no quede- la necesidad de un museo de la Guerra Civil como los que tienen los americanos. Naturalmente, no me hicieron caso. Nunca he sabido moverme bien con la gente de arriba, esos genios universales que adoctrinan el mundo con su talento inmarcesible. Será que tanta luz e inteligencia reunidas acaban por deslumbrarme.

INCISO Os  confesaré un secretillo: lo de escribir a concejales de cultura y tal no surte efecto. Sólo si vas acompañado de Fulano o Mengano te hacen caso, y las cosas funcionan así y no asá. Fijaros que hace cinco años que pedí una plaquita en memoria de Julián Juderías; que me expresó su apoyó la Real Academia de la Historia; que me molesté en molestar a distintos responsables y... no he vuelto a tener noticias. Yo con el Ayuntamiento de Madrid, sus pompas y sus obras, estoy gafado. Voy a dedicarme a escribir cartas al Alcalde "Excmo. Sr. sobre todo NO dedique una calle a Julián Juderías; NO se le ocurra recordar su natalicio en la calle de Goya; BAJO NINGÚN CONCEPTO recuerde con otra placa la casa de la calle Preciados en que entregó su alma a Dios". A ver si así consigo que me hagan caso. FIN DEL INCISO


Pero volvamos a 1995; el que sí me hizo caso fue Antonio Herrero, que en paz descanse. La COPE, el 5 de mayo de 1995, recordó a los españoles exterminados allá, en la lejana Austria. Pero fracasé rotundamente respecto del Ayuntamiento; tambien sugerí en aquel año a la Biblioteca Nacional que hiciera una exposición sobre libros relacionados con el tema de Mauthausen; ocioso será añadir que no me hicieron caso.
En aquella lejana época gobernaba España el Partido Socialista de Felipe González que no quería abrir el famoso melón de la Memoria Histórica. En el ayuntamiento de Madrid gobernaba el PP. Era el primer mandato de  Álvarez del Manzano.
En el fondo mi titanic personal no era más que el reflejo de mi indudable fracaso en la pretensión de escribir una historia de España que no esté alineada con los hunos y los hotros. En España a la gente lo que le gusta es leer que su abuelo tenía razón, y punto; hay que escribir para alguno de los dos bandos, en caso contrario, no vendes.

1994: medio siglo de Normandía y una carta de Solana
Inasequible al desaliento, poco después, cuando se conmemoró el L aniversario del Desembarco de Normandía,  me indignó que nada se hiciera para recordar a los españoles que liberaron París. Toda Europa estaba en las playas normandas, en junio de 1994,  pero de todas las banderas faltaba la española a pesar del enorme peso de los soldados españoles entre las fuerzas aliadas. Escribí a don Javier Solana —a la sazón Ministro de Asuntos Exteriores— rogándole que se hiciera algún acto en memoria de aquellos hechos. Me contestó el Sr. Solana el 16.6.1994 con una amabilísima misiva que no creo indiscreto reproducir a continuación, porque honra más a quien la escribe que a quien la recibe: “Estimado amigo: Pocas cartas en mi ya larga vida política me han conmovido como la que usted me dirige. La rapidez con la que se sucede la historia nos hace arrinconar en la memoria algunos de los momentos mas emocionantes que hemos vivido, y entre ellos la contribución anónima de muchos españoles que dieron su vida por liberar a Europa de la ocupación nazi con la esperanza de que con ello luchaban por su patria. Cuando el 14 de julio desfilen las tropas españolas en París, esta vez bajo nuestra bandera, en mi mente y en la del Presidente del Gobierno estarán los héroes españoles de la División Leclerc, y a ellos se les estará rindiendo merecido homenaje. Javier Solana”. Aludía el ministro al hecho de que en el tradicional desfile del 14 de julio de aquel año, desfiló un destacamento español junto a las tropas francesas. Diez años después, en 2004, se realizó un homenaje a los españoles de la 2ª División Blindada, pero no lo hacía el gobierno de González, ni el de Aznar, sino el de Zapatero.

El Partido Popular y la Historia
Llama la atención que un partido como el Popular que, contrariamente al PC, al PNV o al PSOE no participó en la Guerra Civil -entre otros detalles sin importancia porque en aquel entonces no existía- tenga tantos problemas para aceptar la Historia en su conjunto y evitar caer en provocaciones facilonas de sus rivales.
No entiendo por qué en Madrid seguimos sin Museo de la Guerra Civil, donde podría haber una sala dedicada a los fusilamientos y garrotes de los hunos y a los paracuellos de los hotros. No lo entiendo, y no lo entenderé en la vida.
Me diréis, con razón: "Bueno, pero es que hay mucho peposo hijo o sobrino de gente que estuvo con el bando nacional, por no hablar de nuestro presidente histórico el Sr. Fraga". Yo contesto que Fraga franquista será -hasta las cachas- pero no estuvo en la Guerra Civil, como sí estuvo Carrillo, por una cuestión de edad. Y el más franquista de todos, el sucesor de Franco que Dios guarde muchos años. Y franquistas en España han sido muchos, y sus retoños están ahora en todos los partidos de España, incluido claro está el PSOE de la (des)Memoria. La España de don Juan Carlos es la España de Franco, tras la Transición, igual que la España de Franco es también la de la II República, tras la Guerra, y la España de la II República era la de Alfonso XIII. Os confesaré un secreto masónico de grado 69: España sigue donde estaba, al sur de los Pirineos, ¡asombraros! Como en 1900, en 1492, en el 711... Es lo que tiene la puñetera geografía.
La victoria final de la Tercera España
Lo curioso del tema es que la Tercera España, la que no se identifica con las dos Españas terribles, la que perdió la guerra por partida doble -la España de Clara Campoamor-  sin embargo ha ganado la paz. Hoy el 99,99% de los españoles constituyen la Tercera España, no se identifican con los chequistas de un bando ni los pelotones de ejecución del otro. Entonces, ¿por qué esa apacible España está fuera de los medios de comunicación o del mundo editorial? Quizá algún día esa España nueva se desprenderá del lastre de sus complejos históricos, de esos retazos de España nueva y tratará de crearse un futuro asumiendo el pasado. Pero no sé si lo verán mis ojos... En cualquier caso, haría bien el Partido Popular en recuperar la expresión "tercera España" si no quiere que Rosa Díez se le adelante. Claro que ni siquiera Darwin podría contestar a la pregunta de si hay vida en Génova...
Luis Español Bouché

Las tropas aliadas en el campo de Mauthausen (5.5.1945)
Se puede apreciar la larga pancarta de bienvenida en español

martes, 14 de octubre de 2008

Liberales sí, franquistas no

Criticar una postura no significa elogiar la contraria

No quisiera tener que repetir lo que ya expresé en un artículo sobre la Memoria Histórica. Precisamente, lo que menos le perdono al actual gobierno, además de su desprecio por la vida de los no-nacidos, es su morbosa tendencia a evocar la España del 36 en lugar de  resolver los problemas de la del 2008, dando alas a aquellos que viven en el pasado o del pasado.

Dos Españas igual de mentirosas

El revisionismo que nos pinta una II República celestial y una izquierda inocente de toda culpa, ha despertado a los revisionistas azules, a los propagandistas de Franco, de sus pompas y de sus obras, que le ponen cuernos y rabo a los republicanos. Ambos revisionismos son igualmente mentirosos y fanáticos, y cada cual tiene su hinchada, su público y sus lectores

Franquistas de razón, de corazón y sociológicos
Así, en España quedan todavía millones de personas con sentimientos franquistas. Se trata de gente que realmente cree que Franco hizo cosas bien, que nos salvó del comunismo internacional y tal. Muchos de ellos han vivido en directo o a través de los relatos de sus familiares las atrocidades cometidas en la “zona republicana” —en particular la persecución anticlerical— y recuerdan conmovidos el momento en que se acabó aquel terror y empezó el otro, el que no les afectó a ellos, sino a los vencidos.
La gran mayoría de los franquistas en España son franquistas de corazón. Se suman a ellos un puñado de franquistas de razón, empezando por los más respetables que son los bien nacidos, es decir, los agradecidos: de todos los que hicieron buenos negocios gracias al Régimen, algunos, demasiado pocos, tienen el pudor de no hablar mal de quien les hizo ricos. Finalmente existen numerosos franquistas sociológicos: los últimos quince años del Régimen, merced a los gobiernos tecnócratas, fueron prósperos. España creció, se asentó la Seguridad Social, se consolidó una clase media y pudieron regresar los millones de emigrantes que el primer franquismo, el de la autarquía, había condenado al exilio económico.
En aquella época el trabajo era seguro, el paro mínimo, no existía la delincuencia callejera y se podía uno comprar un piso con el sueldo de dos o tres años, mientras que ahora es imposible, como patentiza la actual crisis. Resulta lógico que ese periodo sea recordado con simpatía por muchos de quienes lo vivieron, simpatía a la que no es ajena la nostalgia por la juventud perdida, con sus playas, sus moças de corpo dourado y las mejores canciones de toda la historia. Para la mayoría, los sesenta fueron años alegres

La España de hoy también es la España de Franco
Los sentimientos pertenecen al ámbito privado, pero los artículos de opinión no. Nuestro compañero en liberalismo, Pedro López Arriba, se quejaba del tufo profranquista de un artículo publicado en Asturias Liberal. Leído el artículo de marras la verdad es que me molesta más que se llame cobardes a los vencidos en la Guerra Civil que la exaltación de un personaje como Franco, dado que la España de hoy es la España de Franco, nuestro Rey es su sucesor y la estructura económica y social de nuestro país es en gran parte la que heredamos de 37 años de dictadura que son 37 años de historia de España, nos guste o no.
La Transición no fue una ruptura con el franquismo, fue un cambio a otra cosa desde el franquismo oficial. La genialidad de la Transición consistió en que un ex-ministro de la dictadura como  el Sr. Fraga se compraba un bombín en Londres y se nos convertía en demócrata, mira tú qué bien; en que el marqués de Paracuellos se volvía jovial y simpático y en que el carnicerito de Málaga, siempre tan sensible, dejaba caer una lagrimita al anunciar la muerte del dictador. Reconozcámoslo: la Transición fue una comedia estupenda, un milagro permanente que deja corto al de Santo Domingo de la Calzada, cuando cantó la gallina después de asada. Lo fascinante de la Transición es que si hubiera que repetirla, probablemente habría que seguir los mismos pasos, esa mezcla de cinismo y de amnesia, pero sobre todo de inteligencia, que permitió traer el sin duda mejorable pero nunca bastante alabado régimen de libertades que todavía disfrutamos.

El facherío que se presenta como liberal

Uno de los fenómenos más preocupantes del liberalismo español es la cantidad de fachas que, para hacerse con algún tipo de tarjeta de visita presentable, no dudan en presentarse como liberales. Como el facherío ha sido incapaz de crearse una base política sólida —hay tantas Falanges como falangistas, ni se sabe cuántos partidos carlistas y luego un buen montón de gente rara que pega voces— los fachas se apuntan a lo que encuentran y se infiltran donde les dejan. Debiera ser obvio que no se puede ser franquista y liberal al mismo tiempo. No existe un fascismo liberal igual que no existe un socialismo liberal, ni un comunismo liberal, ni un carlismo liberal. Los estatalismos y los integrismos sólo a regañadientes toleran la libertad. Ya he recordado aquí el aborrecimiento de los “nacionales” por los liberales y cómo acuñaron aquel horrible mostrenco, demoliberal, que siguen utilizando algunos catedráticos de derecho político españoles, no precisamente ilustrados.

Antifranquistas... después de Franco

Escribir contra Franco en el 2008 suena a exhibición de Capitán Araña. Antifranquista había que serlo en 1938, 1948, 1958, 1968 y si me apuráis, incluso en 1978. Pero el artículo dominical de Pedro López Arriba —que, por cierto, fue antifranquista en tiempos de Franco y tuvo el honor de ser procesado por el TOP en el 75— nos recuerda que si Franco ha muerto, su club de fans sigue vivo y que los liberales tenemos la obligación de marcar posiciones si no queremos que un anti-izquierdismo global acabe asimilándonos con el facherío.



El peculiar patriotismo de Franco
En primer lugar, nunca he comprendido que personas patriotas y leídas alaben el patriotismo de Franco, y no me refiero sólo a la gran traición que supuso el Glorioso Alzamiento Nacional. Franco fue un general que utilizó cuerpos de élite de nuestro ejército como Legionarios y Regulares para matar españoles, que organizó una Cruzada a base de tropas moras, que instauró una interminable represión y que acabó con la Edad de Plata de la cultura española; Franco fue un africanista que no dudó en ceder el Rif a Marruecos —incluido el Gurugú, regado de sangre española— dejando inermes a Ceuta y Melilla, y que para hacerse aceptable no dudó en ofrecer a los Estados Unidos un montón de Gibraltares en forma de bases americanas. La España franquista ocultó la guerra de Ifni, fue incapaz de conservar el Sahara con sus valiosísimos fosfatos y regaló al ínclito Macías y a su familia la más rica provincia de África.
El patriota Franco ganó su guerra contra los otros españoles, pero perdió la totalidad de sus aventuras exteriores, empezando por la invasión de Rusia como socio vergonzante de Hitler, siguiendo por el ya referido Ifni y acabando con el Sahara, cuando ya no era más que un espectro pero gobernaba en su nombre Arias Navarro. Trituró el ejército peor que cualquier Azaña, humillándolo, convirtiéndolo en una especie de gran policía armada, sin recursos ni medios.
Esa brillante política impidió que España ingresara entonces en una alianza entre iguales como la OTAN, así que tuvimos que subordinarnos a un mero papel de comparsa de los EE.UU. Dicho vasallaje fue incapaz de conseguir para nuestra patria ayudas equiparables a las del plan Marshall, y España tuvo que esperar a que transcurrieran veinte años de autarquía para recuperar el nivel económico del que gozaba en 1936.

Algo bueno hizo Franco, y es que su régimen salvó más judíos que cualquier otro país de Europa y acogió a miles de pieds noirs huidos de la saturnal argelina, como subraya Gastón Segura en un libro estupendo. No deja de resultar asombroso que el mismo régimen que amparó a miles de hebreos en Hungría, entregara sin embargo a miles de republicanos españoles —mujeres y niños incluidos— a los hornos de Mauthausen. Hasta allí llegó el patriotismo de Franco: no sólo exterminó él mismo a millares de españoles sino que toleró que una nación aliada y amiga, la Alemania de Hitler, acabara con la vida de miles de compatriotas en sus campos de exterminio… Con patriotas como Franco, ¿quién necesita traidores?



Franquistas y chaqueteros

Añadiremos que el análisis del franquismo permite decir que lo peor de Franco no fue, con todo, el propio Franco sino el franquismo oficial, esa gusanera de camisas azules que evolucionaron en demócratas y que fueron los padres de la Transición. Los que despedazaron España en nombre del principio autonómico eran los mismos de la España Una, chaquetas viejas que supieron renovar el vestuario, afeitarse el bigote y dejarse la barba progre…
Para concluir esta larga diatriba, afirmo que condenar el franquismo no significa ensalzar al régimen derribado por la Guerra Civil ni aplaudir a ningún chequista. Condenar las matanzas y asesinatos llevados a cabo en la “zona republicana” tampoco significa extender una patente de inocencia a los franquistas.
Pero eso resulta difícil de entender en España: corazones duros y molleras de granito.
Luis Español Bouché
Publicado el 14.10.2008 en Asturias Liberal