Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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sábado, 5 de febrero de 2011

La muerte de Cyrano

J'ai décidé d'être admirable,
 en tout et pour tout.

Estoy harto de mencionar en este humilde blog a gente repulsiva e insignificante; políticos mediocres que no tengo el disgusto de conocer, por no hablar de verdugos como Franco, Bolívar, o los sátrapas de la China, que en el fondo carecen de cualquier interés y cuyo poder se puede medir en hectólitros de sangre. Así que voy a cambiar de tercio y escribir sobre aquello y  aquellos que conmueven, elevan y entretienen nuestras avejentadas almas; ya he dedicado alguna entrada a jóvenes valientes y a reyes santos, a los pies de Madre Teresa o a la extraordinaria reconstrucción de la catedral de Cristo Salvador en el corazón de Moscú. Toca hablar ahora de personajes de ficción que son modelos absolutos de grandeza.
Por ejemplo, se cumple el próximo día 20 el vigésimo aniversario del estreno de la versión española de Cyrano de Bergerac, quizá la mejor película francesa de su generación. La obra de Rostand ofrece en sí misma la perfección de la obra clásica, cuyos versos repiten de memoria los aficionados; pero es que los actores y la ambientación son tan maravillosos que esa ingeniosa patraña nacida en la mente del dramaturgo se convierte en aparente realidad histórica.
El personaje literario de Cyrano -no viene a cuento aquí hablar del Cyrano que existió, el de verdad- ofrece varios rasgos, alguno tan  negativo como su esterilizador complejo de feo o tan antipático como su agresiva chulería de castigador, que lo asemeja a un vulgar matón; y junto a estos defectos, un torrente de virtudes: su ingenio, su valor, su extraordinaria delicadeza enfundada en su corpachón de guerrero y esa generosa locura que fluye del amor absoluto, verdadero, tan auténtico como desesperado que le lleva a ayudar a Christian a seducir a Roxanne, la mujer que Cyrano ama por encima de todo, su dulce prima; y es que para Cyrano, es más importante la felicidad de su amada que la suya propia.
Cyrano destroza su vida, hombre que pudo serlo todo y acaba convertido en nada. Es consciente en todo momento de su decadencia, de su absurda existencia, de su catastrófica trayectoria.
Sin embargo, el público está con él. Millones de corazones en el mundo se han enternecido con la última escena de Cyrano, cuya  muerte supone un último fracaso: "J'aurais tout raté, même ma mort". No fallece con las armas en la mano defendiendo su honor o el de su Rey sino a consecuencia de un cobarde atentado, de un leñazo traidor que le propinan unos lacayos. Justo antes del inminente final, desenvaina su espadón para encontrarse con la Muerte; la agonía le hace adivinar entre las sombras la maligna presencia de sus viejos enemigos: la mentira, los compromisos, la cobardía, la estupidez... Y se enfrenta a ellos: "Je me bats, je me bats, je me bats". Lucha inútil y admirable: "Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès. Non! Non! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile". La traducción inglesa que acompaña a las imágenes es pésima; mejor no entender bien el texto francés que entenderlo mal.




Y tras ver la película me pregunto si también yo sería capaz de asumir como programa vital esa voluntad de ser admirable. "J'ai décidé d'être admirable, en tout et pour tout". ¡Qué programa para una vida! ¡Qué envidia me da! Incluso Marco Aurelio hubiese sonreído...

sábado, 12 de diciembre de 2009

El aborto y la estética


El triunfo del abortismo resulta incomprensible si no tenemos en cuenta el factor estético en una sociedad que subordina los valores a la apariencia

El ruido mediático y político acerca de nuevos proyectos abortistas nos impide ver la esencia de la cuestión. El problema del aborto es muy serio porque no se refiere a un enfrentamiento entre sociedad laica y cultura religiosa; se refiere nada más y nada menos que al derecho a matar o no a otro ser humano; un ser humano, que, para más Inri, no es culpable de nada, es totalmente inocente y totalmente vulnerable.

El asunto fue lo suficientemente grave como para provocar la abdicación de Balduino de Bélgica, rey de una monarquía constitucional moderna, al que Juan Pablo II dedicó estas palabras: "Te damos gracias también, Madre de la Gracia divina, por el rey Balduino, por su fe inquebrantable y por el ejemplo de vida que dejó a sus compatriotas y a toda Europa. Te damos gracias por su enérgica defensa de los derechos de Dios y del hombre, y en particular del derecho del niño no nacido a la vida."

Todos fuimos cigoto, embrión y feto

Todos los adultos, fuimos adolescentes, y antes niños. Y antes de nacer, fuimos feto, embrión y cigoto. ¿Cuándo empezamos a ser? Evidentemente, antes de la concepción de aquella célula en la que echó a rodar nuestra existencia, no éramos nada, como mucho, una posibilidad entre trillones de trillones... Y de repente un día, un espermatozoide de un joven y el óvulo de una joven se fundieron. Y surge el principio de alguien, de ti, de mí, de cualquiera de nosotros. Y un día, este corpachón mío, y el tuyo, y el de los que estuvieron antes que nosotros y el de los que vendrán después, desaparecerá por disolución...


A todos nos espera la muerte, y por eso la vida es tan importante, todo lo que soy, todo lo que fui, todo lo que seré o podría llegar a ser está limitado a ese milagro que llamamos vida, a ese empezar y seguir que surge en el momento de la concepción y terminará con seguridad, quizá hoy mismo, quizá dentro de algunas pocas décadas. La vida es un chispazo entre dos misterios, entre dos nadas, quizá.

Que la víctima no sienta, ¿justifica su asesinato?

Hay quien opina que se puede matar al que va a nacer antes de que tenga formado el sistema nervioso. Es decir, que como no se va a enterar, lo podemos matar. Ese argumento es similar al que defienden los partidarios de dejar morir a los que se piensa que no van a salir de un coma profundo. Con la diferencia de que el embrión no está precisamente en coma, no es alguien que ha ido a menos sino alguien que va a ir a más.

Al rey Hamlet, mientras dormía, lo asesinó su hermano Claudio vertiendo veneno en su oído. Si me matan mientras duermo, ¿será menos grave que si me matan despierto? Shakespeare nos dice que no, que al contrario, y nos recuerda que la alevosía es un agravante. El que va a nacer también va a despertar. Con toda seguridad. Es cuestión de tiempo, unos meses como mucho… Va a salir del sueño embrionario y despertar a la realidad y a la vida.

¿Por qué hay abortistas?

No existe absolutamente ninguna razón científica ni ningún argumento ético o moral para considerar que supone matar menos el matar a quien va a ser, a quien ya es y cada día va siendo más. No hay nada más injusto que el aborto, entonces, ¿por qué personas buenas e inteligentes se han incorporado al abortismo y lo justifican? ¿Por qué ha triunfado la aceptación social del aborto que tanto preocupaba a Julián Marías?

Y es que la explicación, que no la justificación, no es de índole ética ni científica ni moral, sino exclusivamente estética.

El feto es feo

“Que se mueran los feos”, decía una divertida canción de los Sirex que inspiró una película venidera, y en el caso del embrión esa es la expresión de la misma realidad. En feto entran todas las letras de feo y para decir de alguien que es muy feo se dice "más feo que un feto malayo". Nunca he entendido, por cierto, lo de malayo.


Quizá la verdadera razón por la que hay gente dispuesta a matar niños en la tripa de sus madres, es porque no tienen forma humana, porque cuando son minúsculos, parecen una mucosidad, una lentejita de carne; porque cuando se desarrollan en forma de embrión, al principio no son distintos del embrión de una rata, un pez o un sapo. La embriología es la ciencia de la diferenciación, lo que aparentemente es idéntico se va poco a poco haciendo distinto, en función de claves misteriosas inscritas en los genes.

La belleza es fuente de empatía

Lo mismo ocurre en la vida corriente cuando muere un niña adorable con sus mejillas sonrosadas y sus caracoles. Todo el vecindario se conmueve y se solidariza. Si la niña muerta es en realidad muy fea, la gente se moviliza menos. Si es deforme, si su cara está quemada y “es un monstruo”, nadie se molestará, salvo sus padres, los que la quieren de verdad, y los bienpensantes sentenciarán “pobrecita, en el fondo, es mejor así”. La belleza, como la fama, genera empatía.

La estética implacable



La estética es una Diosa nazi que no tolera seres inferiores; que se lo digan a todas las jovencitas anoréxicas que se han suicidado lenta y cruelmente, matándose de hambre porque no les gustaba su aspecto; que se lo digan a Cirano, acomplejado por su nariz, el valiente entre los valientes que sin embargo se acobarda ante el amor porque teme no gustar… ¿Cuantos millones de ciranos no habrán renunciado a darse una oportunidad por miedo al fracaso? El culto a la belleza es la más fanática de las religiones, el credo más despiadado. Yo soy yo, y si por desgracia sufriera un accidente que me dejara deforme, desfigurado, seguiría siendo yo, mi mente sería la misma, pero ¿cuál no sería mi desesperación? La belleza es Elena, desencadenando la guerra de Troya; es la condesa Báthory bañándose en sangre de jovencitas para mantener su juventud, es Dorian Gray, desesperado ante la idea de envejecer...

Fetos y embriones no suscitan empatía; no nos atrae nada que sea deforme, y un feto es algo sanguinolento, gelatinoso, algo que da asco. Ese asco, en definitiva, justifica nuestra indiferencia.

Luis Español Bouché

jueves, 31 de julio de 2003

Diez años sin Balduino


La grandeza personal del rey Balduino dio nuevas alas a la institución monárquica que su padre, Leopoldo III, había desprestigiado. Balduino de Bélgica no sólo fue un gran rey; también fue un símbolo de coherencia.

Hace unos días, el pasado día 25, mientras la España oficial hacía una ofrenda al Señor Santiago en Compostela —no se sabe bien a santo de qué, si pretendemos ser un estado laico y aconfesional— la misma España oficial anunciaba que se autorizaba el uso de embriones congelados "sobrantes" para la investigación. Cada día parece más claro que Satanás no tiene cuernos ni rabo sino que ha tomado el apacible aspecto de un sabio biólogo a las órdenes de la simpática doctora Pandora, siempre tan curiosa. "Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas, porque el día en que de él comieres, ciertamente morirás", dijo no se qué viejo en una famosa ocasión. Pero la ciencia moderna no está para chocheces, avanza a golpe de probeta y son tales sus progresos que pronto no quedarán frutos en el árbol, y lloverá, por fin, café en el campo. Mientras, considerablemente deprimido, reflexiono sobre estas cuestiones, caigo en la cuenta de que Balduino de Bélgica falleció en Motril, hace justo diez años, el 31 de julio de 1993. Diez años sin Balduino, el honor de Bélgica.

El rey de un país singular


Bélgica es un país pequeño con una historia grande y una cultura fascinante. Allí han nacido personajes como Maigret y los pitufos y allí viven todavía, en su castillo de Moulinsart el intrépido Tintín, con su perrito Milú, el capitán Haddock —siempre tan cascarrabias— y el profesor Tornasol. Bélgica ha dado grandes artistas, como Jacques Brel, y grandes pesimistas como Maurice Maeterlinck; y también ha producido unos cuantos premios Nobel, estupendos cocineros y un rey santo: Balduino de Bélgica. El caso de Balduino es algo raro en la historia de la Monarquía dónde los reyes santos solían manejar mejor la espada que la devoción y entendían que servir a Dios consistía básicamente en matar moros y quemar herejes.

Leopoldo III, un rey desprestigiado

A Balduino le pusieron al nacer un nombre que en español suena muy bien pero en francés fatal. Alto, tímido, marcado por aquel nombre absurdo de conde de Flandes medieval, la infancia de Balduino no fue un camino de rosas. Tenía cinco años, en 1935, cuando perdió a su madre, la reina Astrid, y diez cuando su patria fue derrotada y ocupada por los alemanes. La cruz de Balduino fue su padre, el rey Leopoldo III, que hizo todo lo que en su mano estuvo para desprestigiar la institución monárquica. En junio de 1940 la orden de Leopoldo III de rendición incondicional de las tropas belgas abrió una brecha en el frente por la que se precipitaron los alemanes. El parlamento belga en el exilio intentó destituirle y el gobierno belga, refugiado en París, proclamó que "había dejado de reinar". En 1941 Leopoldo se volvió a casar, con Liliane Baels, (foto a la izquierda) lo cual fue ocultado durante meses a los belgas que idolatraban el recuerdo de su primera mujer, la reina Astrid. Leopoldo, tras la guerra, se mantuvo prudentemente en un dorado exilio y al regresar a Bélgica, en julio de 1950, fueron tales las protestas y manifestaciones —hubo muertos en Bruselas— que se avino a una semiabdicación vergonzante. Resignaba privadamente sus prerrogativas en el joven Balduino, el 31 de julio de aquel año, pero conservaba el título de Rey. El 11 de agosto Balduino fue jurado como "Príncipe Real" y Lugarteniente del Reino por el Parlamento. Durante esa jura el secretario del Partido Comunista belga, Julien Lahaut, dio vivas a la República: fue asesinado siete días después. Leopoldo siguió molestando hasta que, por fin, en julio de 1951 abdicó totalmente en Balduino.

Todo esto dará una idea del desprestigio al que había llegado la monarquía belga en el momento en que un joven y tímido Balduino, con veinte años, tomó las riendas de aquella hermosa nación.

Un reinado de cambios

Bajo su reinado Bélgica cambió mucho: perdió el Congo, fue cofundadora de la Comunidad Europea y en 1993 se dio una estructura federal dividiéndose el país en tres comunidades: Flandes, Valonia y Bruselas. Con tacto, paciencia e inteligencia, Balduino interpretó su papel de Rey y moderador de la cosa política. Y sin duda hubo cosas que le disgustaron, pero se las calló. Balduino, rey constitucional y respetuoso de la ley disfrutaba de escaso margen de maniobra, a la hora de expresar su voluntad y una de las pocas decisiones que tomó por sí mismo fue la de casarse con quien le dio la real gana. Eligió a la española Fabiola de Mora, que a lo largo de tantas tormentas le apoyó en todo momento. Aquel matrimonio ejemplar y dignísimo no tuvo la dicha de tener hijos, y por eso se dedicó a los niños de los demás, la protección de la infancia y las obras de caridad. El ejemplo de doña Fabiola, 75 años de distinción, es todo un alegato a favor de los matrimonios morganáticos.

Balduino ante el aborto

Balduino mostró siempre su respeto por la ley pero hubo algo con lo que no transigió. El 29 de marzo de 1990 los diputados belgas aprobaron una ley que despenalizaba el aborto en Bélgica. Y aquello a Balduino no le gustó. Se trataba de una ley particularmente odiosa para una pareja real que quiso y no pudo tener hijos... Como en todas partes, en Bélgica el jefe del Estado ha de sancionar las leyes. Balduino dijo que él no firmaba aquella ley, y punto final. Intentaron convencerle pero no hubo forma. Los más acrisolados bonzos de la política belga y sus mejores juristas desfilaron uno tras otro por Palacio, a ver si conseguían que el rey diera su brazo a torcer; se barajaron fórmulas, se hicieron mil quinielas. Al final se adoptó una solución de compromiso: el 4 de abril Balduino dimitía y en virtud del artículo 82 de la Constitución belga el Consejo de Ministros asumía la Regencia y firmaba la ley del aborto. El día 5 se reunió el Parlamento belga y por 245 votos a favor y 93 abstenciones Balduino volvía de nuevo a ser Rey.

Al final Balduino se salió con la suya y consiguió no firmar aquella ley. El trono belga estuvo vacante durante 36 horas, gloriosas horas, si se piensa bien. Podrán todos los juristas de la tierra clamar al cielo y criticar una postura anticonstitucional. Tendrán razón, claro, pero ya se conoce el dicho: el corazón tiene razones que la razón no entiende y por mucho respeto que se le tenga a la Ley, hay momentos en que las personas han de hacer algo, aunque sólo sea un gesto, para marcar su distancia con la maldad del mundo. Balduino quizás no fue un monarca perfecto en el sentido que cabe dar a los textos constitucionales. Quizás hizo mal, a los ojos de la ley, al negarse a asumir su papel de real títere. Se rebeló contra su destino, contra sus obligaciones, contra sus deberes legales. Hizo mal, sin duda, pero tampoco hizo bien Sócrates en beber la cicuta e hizo mal Jesucristo en escandalizar al Sanedrín. ¿O no?

Reyes hay muchos, hombres muy pocos

Lo cierto es que cuando murió Balduino toda Bélgica se sintió conmovida. Y en todo el mundo, las embajadas belgas vieron cómo ciudadanos de a pie que nada teníamos que ver con Bélgica acudíamos en masa a firmar en los libros de pésame. El honor nada sabe de partidos así que los sinceros apologistas del aborto libre y los honestos republicanos belgas tuvieron el buen gusto de saludar en la muerte de Balduino al hombre, que no sólo al Rey, porque reyes hay muchos, pero hombres muy pocos.

Luis Español Bouché
Artículo difundido en la web Corona Española