Vuelvo a ocuparme de mi blog

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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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viernes, 27 de mayo de 2011

Autoayuda para caníbales

¿Debe un sicólogo ayudar a que un caníbal sea feliz?

No vayáis a pensar que la pregunta es ociosa. Imaginemos un caso, un ejemplo chorra.
Rosario y Manolo se llevan mal, son la pareja tipicalespanich que amanece a voces y se acuesta a gritos. Supongamos, por suponer, que Rosario un día se levanta de malas, asesina a su marido de un certero estacazo, lo corta luego en pedazos y lo asa con la salsa agriculce que sobró de los rollitos de primavera del domingo pasado. Al  dente queda el hombre... Luego Rosario invita a sus amigos a cenar y les sirve los restos bien churruscaditos de su churri convenientemente aderezados de piña y de pimientos.

-"A ver qué os parece este cerdo a la vietnamita; no es fácil conseguirlo pero me lo ha regalado un amigo diplomático".
- "Y Manolo ¿no come con nosotros?".
- "No puede, os pide mil perdones, pero algo me dice que de algún modo estará con nosotros" contesta ella con una gran sonrisa cachonda y llena de dientes justo antes de zamparse lo que debio ser parte de una nalga.

Afortunadamente, a la buena de Rosario acaban pillándola porque alguien tiene la idea de abrir la nevera donde está, rodeada de rabanitos, la cabeza de Manolo con una manzana en la boca y perejil en las orejas.
Gritos, llamadas telefónicas, intervención policial, lavados de estómago para varios comensales y muchas píldoritas de tranxilium para los demás; a la bromista asesina le caerán unos días de cárcel porque la jueza, antiguo miembro del TC apreciará seguramente circunstancias atenuantes: ¡la salsa estaba buena, y la chicha en su punto! Finalmente, después de ganar millones concediendo entrevistas, Rosario acabará por ser elegida concejal en San Sebastián y colorín colorado. Fin del ejemplo chorra.

¿Se puede educar sin culpabilizar?
Mi duda: imaginaos que sóis sicólogos y tenéis que tratar a la ínclita Rosario o al todavía más famoso Doctor Lecter. ¿Debe el sicólogo pensar en el bien social -es decir, en las posibles víctimas- o sólo en el estado mental de su paciente? ¿Debe tratar de hacerle entender que matar es malo, eso no se hace, ¡caca! -aún a costa de culpabilizarlo y por lo tanto de hacer que no se sienta bien- o debe procurar quitarle de encima la pesada losa del remordimiento? En otros términos: ¿debe el comecocos seguir hasta su último extremo el buenrollismo de base y tratar de que el caníbal sea feliz matando y comiéndose al personal? En nuestra fantasía, el terapeuta acabará publicando con gran éxito un manual de autoayuda: "Canibalismo sin complejos" y su secuela: "Cómo legalizar a Bildu y dormir bien por las noches".

Ayudar a que los abortistas superen su trauma

Si eres, como yo, uno de esos carcas fascistas falócratas de mierda (C.F.F.M.) que siguen pensando que matar niños en la tripa de sus madres no es mejor ni más guay que matarlos cuando ya han nacido, comprenderás mejor mis dudas, y es que leyendo un libro de un distinguido sicólogo acerca de la forma de abordar el síndrome post-aborto, me surgió un océano de dudas.
Obviamente, el sicólogo no puede atender a la víctima. La víctima ya no está, así que no sufre...
Ah, me diréis, pero es que en el aborto hay dos víctimas. Muchas veces es cierto: chicas inseguras se someten al diktat de sus parejas, obedecen un código que ellas no eligieron, se inmolan a las ideas de moda, qué sé yo... Hay países en que te obligan a abortar, como China. Pero otras veces no; yo he conocido señoras que habían abortado de jóvenes porque "era demasiado joven" y otras que abortaron más añosas "porque era demasiado vieja"; también está la que abortó porque le venían mal las fechas para no se qué vacaciones. Y no es que sean malas, en absoluto; es que para ellas, el ser humano en gestación es poco menos que un grano. Ellas pueden pensar en el tema mientras se toman un café. En cambio el chiquito o chiquita -a ese estadio de desarrollo vete tú a saber- no tiene la oportunidad de dudar puesto que ni siquiera se le ha permitido existir. Y sigo dudando... ¿me estaré acostumbrando a pensar? ¡Eso duele! No os preocupéis ahora mismo enciendo la tele, entro en estado de abducción y se me pasa...

Nota: Sé que  esta entrada no me va a granjear mucha popularidad, ni me va a dar un premio el alcalde de Getafe, pero la verdad, es que a estas alturas de la feria, me la trae más bien pendulona.

viernes, 6 de mayo de 2011

Los payasos son gente respetable

No sé por qué se empeñan en llamar payasos a los magistrados del Tribunal Constitucional.

Los payasos son gente respetable, sobre todo los que tienen gracia. El buen payaso practica un humor blanco, elemental, muy accesible, de golpes, gritos y bofetadas, sorprende y emociona y a los niños les encanta porque lo entienden. Y no sólo a los pequeños, también a los que peinamos canas. Son impresionantes las imágenes del beato Karol tronchándose delante del payaso Japo. Tengo un inmenso afecto por Charlie Rivel, que me hacía reír a carcajadas; conservo un gran cariño por la familia Aragón y los grandes Fofó y Miliki; me encantan las pelis cortas de Charlot -las largas son más cansinas- y todavía más las de Harold Lloyd. El Gordo y el Flaco me han hecho sonreír, y casi reviento de risa la primera vez que vi a Mister Bean preparándose una ensalada, tumbado en el sillón del dentista o subiéndose a un trampolín. Y no os cuento los excelentes ratos que me han hecho pasar doña Rogelia, Eugenio, o Juan Tamariz.
Por eso me fastidia tanto que llamen payasos a esos sapientísimos, doctísimos y excelentísimos señores magistrados del Tribunal Constitucional -que Dios guarde- cimas de la Ciencia Jurídica, castálida fuente de inmarcesible doctrina, alfa y omega de toda justicia,  tan majos ellos que bendicen el regreso de ETA a las instituciones permitiendo que se presente a las elecciones, para que puedan recibir jugosas subvenciones y acceder a los censos electorales. Vale tíos, ¡os habéis lucido! Y por más que lo intento, la verdad, no consigo verle la gracia al asunto.