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LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

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martes, 20 de junio de 2023

¡La maldad de los franceses!


 Publica el diario ABC un artículo de Israel Viana cerca de cómo maltrataron los franceses a los republicanos españoles. Es un texto modélico acerca de cómo se crean o mantienen las leyendas negras, en este caso la leyenda negra antifrancesa en España. Debiera publicarse en papel amarillo, como la bilis.
En primer lugar, hay que englobar a todos los franceses en una etiqueta negativa y adjudicarles un prejuicio antiespañol. El titular es ejemplar al respecto: "Así trataron los franceses a los refugiados españoles en la posguerra: «Son tribus primitivas y sucias»".
No recuerdo haber oído en Francia hablar de España como de tribus primitivas y sucias, pero es posible que algún chiflado tuviese problemas con España igual que un tal Luis Zahera recogió un Goya diciendo que "siempre había querido matar un francés". Imagínate si algún periodista francés toma la noticia y publica en Le Figaro que los españoles quieren matar franceses... Es lo que pasa cuando se convierte alguna afirmación particular en categoría general, para denigrar.
El periodista nos aclara que "Los exiliados que cruzaron los Pirineos al final de la Guerra Civil, lejos [de] encontrarse una acogida cariñosa, fueron hacinados en campos de internamientos y tratados como «animales invasores, escoria y vándalos peligrosos»".
El artículo no insiste acerca de qué huía ese medio millón de españoles. ¿Por qué tantísimas personas lo dejaron todo, sus propiedades, sus tierras, su familia, metieron cuatro enseres en una maleta de cartón y se lanzaron sobre malos caminos a cruzar el Pirineo en pleno invierno? Hombre, a lo mejor les parecía mejor el vinagre franchute que las mieles de Franco, la gente es así de rara, se informa mal, se asusta sin necesidad, no entienden bromas como las ingeniosas intervenciones de Queipo de Llano en Radio Sevilla, aquello de que "Nuestros valientes legionarios han enseñado a los rojos lo que es ser hombres. De paso también a las mujeres de los rojos que ahora, por fin, han conocido hombres de verdad y no a castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará".
Fueron tan malos malísimos los pérfidos gabachos con los "republicanos" españoles, que el 98% del exilio español, terminada la II Guerra Mundial, se encontraba no en Gran Bretaña, ni en Estados Unidos ni en Suiza, sino en Francia, fijateee. Qué pésimo gusto tenían esos españoles, de verdad, que pudiendo volver a España con su familia, sus bienes y recuperar su trabajo, preferían la precariedad del transterrado, vivir en el infierno francés en lugar del paraíso español...
Quizá es que Franco dio una pista cristalina acerca de sus intenciones alentando que su amigo Adolf asesinara a miles de compatriotas españoles en Mauthausen y otros campos. No existen precedentes de que un Estado permita que sus aliados exterminen a sus compatriotas.
Ah, claro, que los rojos no eran españoles, siempre se me olvida...

lunes, 12 de abril de 2021

Nuestra deuda con la II República


En breve, se cumplen noventa años de la proclamación de la II República. Albergo un inmenso respeto por quienes quisieron ver en la II República una esperanza de cambio. Y desde luego que hubo un cambio: cinco años y medio después de proclamarse, estallaba la más traumática de las guerras civiles. Un fracaso inmenso, que no permitían presagiar el talento y la energía de quienes, como Clara Campoamor, quisieron construir una república liberal y libre.
Hace unos años, vísperas de otro 14 de abril, tuve el honor de acompañar en el plató de la Hora Cultural a Carmen Martínez Pineda, autora del más extraordinario estudio sobre la Censura durante la II República, y resumí la verdadera aportación de aquel régimen a nuestro acervo político: nos enseñó lo que NO había que hacer y, en ese sentido, iluminó a los padres de la Transición.
Durante la II República:
-no hubo libertad de prensa.
-no hubo limpieza electoral.
-algunos partidos políticos estaban armados hasta los dientes, y la violencia "política" más sanguinaria no tuvo una respuesta adecuada.
No pensé en añadir que, además, no existió la libertad de culto; que se persiguió la religión católica durante la "revolución de Asturias" y que a raíz de la nada clara victoria del Frente Popular, se asesinaba a curas y monjas o se pegaba fuego a iglesias y conventos. El resultado de todo ello fueron la guerra civil y la interminable dictadura del general Franco.
Durante la Transición se garantizaron la libertad de culto, la libertad de prensa, la limpieza electoral -no creo que existan muchos países con más limpieza electoral que España- y los únicos violentos que tuvimos desde 1978 han sido los terroristas de Grapo y de la ETA -el FRAP se autodisolvió antes- unos grupúsculos de extrema derecha responsables de asesinatos como la matanza de Atocha y que se multiplicaron por cero tras el fracasado 23-F y otros grupos terroristas menores de corte nazionanista y de extrema izquierda como Terra Lliure o Resistenza Galega.
En consecuencia, podemos afirmar que debemos a la II República el habernos vacunado contra el extremismo y la violencia, contra la ausencia de libertad de prensa, contra los pucherazos electorales, contra la falta de libertad religiosa, contra la impunidad de los asesinos... El tiempo dirá si esa vacuna nos inmuniza para siempre.

martes, 8 de marzo de 2011

Los Reyes y Clara Campoamor, unidos por una moneda

Se emite una moneda que tiene a los reyes de España en el anverso y a la muy republicana Clara Campoamor en el reverso.

La asombrosa trayectoria de Clara Campoamor suscitará siempre la simpatía de los buenos: a los diez años perdió a su padre, poco después tuvo que dejar los estudios para empezar a ayudar a su madre, y trabajó de modistilla y de empleada de una tienda; ganó más tarde una plaza de auxiliar de telégrafos y luego otra de enseñanza de adultos. Finalmente, rebasados los 32 años, decidió retomar sus estudios abandonados. Obtuvo el bachillerato y cumplidos los 36 había concluido la carrera de Derecho, convirtiéndose poco después en reconocida y prestigiosa jurista.

Su caso recuerda el de otro estudiante tardío, Iñigo de Loyola, quien con 33 años cumplidos regresó a la escuela y aprendió en Barcelona, en compañía de niños pequeños, el latín que abría la llave de la Universidad y del mundo de las ideas.

La II República que nuestro personaje contribuyó a traer, con entusiasmo, vivió la apoteosis de una Clara Campoamor que, contra la opinión de otras supuestas feministas como Victoria Kent, y enfrentándose a su propio partido, defendió el derecho de la mujer a votar.

Víctima de las dos Españas terribles

Clara Campoamor representa los valores de la España liberal, la tercera España exterminada en su día por las dos Españas terribles, la roja y la azul. Se fue de Madrid en el verano del 36, para evitar que la apiolaran en el Madrid milicianado; en el barco que la sacó de España, unos falangistas planearon asesinarla y el régimen de los vencedores le impidió regresar a su patria: murió en el exilio.

Relató en La revolución española vista por una republicana los sucesos que dieron pie a la guerra civil y a la revolución en la zona republicana. A su testimonio añadió su análisis de lo que fue el conflicto español, abundando en sus orígenes y atreviéndose incluso a augurar el probable final que tendría. Ese análisis podrían asumirlo como verdadero diagnóstico tanto militares como historiadores profesionales.

El debate acerca de una moneda

En junio de 2007 me pronuncié públicamente a favor de la iniciativa de acuñar euros con el rostro de Clara Campoamor, iniciativa que —todavía no sé por qué— molestó a determinadas personas sin duda mal informadas acerca de la trayectoria de la gran feminista española, suscitando el comentario de Juan Manuel de Prada.

Hace una semana surgió la noticia de que ya está disponible una nueva moneda con el rostro de doña Clara, pero se trata de una moneda de plata de veinte euros producida para coleccionistas por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y no de la moneda de uno o dos euros corriente que permitía esperar la proposición aprobada en el Congreso, que suponemos que todavía habrá que esperar. De hecho la disposición que da lugar a la moneda de lujo no cita la resolución aprobada por las Cortes el 12 de junio de 2007, lo cual indica que su acuñación obedece a otro móvil que no es otro que el de conmemorar el centenario del Día Internacional de la Mujer, centenario que coincide con el trigésimo aniversario de la biografía que sobre Clara Campoamor publicaron Concha Fagoaga y Paloma Saavedra, extraordinario trabajo sin el cual quizá hoy día nadie recordaría la trayectoria de doña Clara.
Una moneda simbólica

La moneda es extraña porque no tiene “cruz”; lleva caras en ambos lados: “Juan Carlos I y Sofía” en el anverso, y "Clara Campoamor" en el reverso. Un reverso muy republicano para un anverso tan monárquico.

En el fondo, la referida moneda es un símbolo de los aciertos y contradicciones de nuestra Historia y la superación de obsesiones seculares: Clara representaba la España liberal e inteligente, asesinada por las otras dos, igual de fanáticas, esa España que perdió la guerra por partida doble pero que al final ha ganado la paz. ¿Quién hubiera augurado, en 1975, que la democracia que nadie permitió que se consolidara bajo la II República, acabaría asentándose bajo Juan Carlos I, el sucesor del Invicto Caudillo?

Republicana a machamartillo

Doña Clara era republicana, hija de republicano, hermana de republicano. Y posiblemente, de haber tenido niños, los habría criado como republicanitos. Por cierto, los niños le encantaban: llevó a los tribunales penales a señores que habían obligado a abortar a “su” chica, y presidió una institución, La Cuna y el Madrinazgo del Niño, que se dedicaba a regalar cunas a las mamás menos afortunadas.

De niña su padre les contaba a ella y a sus hermanos que los regalos no se los traían los Reyes Magos sino la República, “que era más buena”. Don Manuel Campoamor era empleado de La Correspondencia de España, y sabemos poco de él, salvo que sus sentimientos republicanos eran inequívocos y que fue bibliotecario del círculo de los republicanos federales en Madrid. De tal padre, tal astilla. Su hermano Ignacio Eduardo fue gobernador civil de Santander y Cuenca, también bajo la II República.

Doña Clara no sabemos si contaba bien los chistes y chascarrillos; pero a la luz de sus escritos no parece dudoso que rebosaba de sentido del humor, y nos gustaría, ahora, mandarle una paloma mensajera al Cielo, donde comparte nube con Sor Juana Inés de la Cruz —a la que dedicó una biografía en clave— y preguntarle: “Doña Clara, a usted que le parece eso de salir en una moneda con los Reyes de España?” No sabemos lo que contestaría, pero sí que se sonreiría pensando, vaya Vd. a saber qué…. ¡Si las cenizas hablaran!

martes, 6 de noviembre de 2007

¿Republicanos o españoles?

El otoño de 2007 será recordado por la más intensa campaña antimonárquica vivida en España desde el advenimiento de don Juan Carlos.

Cuando la prima tuerta de Alicia, cruzó al otro lado del Espejo, se encontró con Sadim, el reflejo de Midas. Con solo tocarlo, Sadim convertía el oro en barro. Hay mucho Sadim por el mundo, reduciendo a desperdicios las ideas más brillantes y valiosas. Y es que en el fondo, todos somos un poco Sadim, porque uno es siempre su peor enemigo y practica, quién más, quién menos, el autosabotaje. Así, los genuinos representantes de un credo o de un sistema suelen desacreditarlo, y los que alardean de sus convicciones son los primeros en desprestigiarlas. Los Papas han sido los peores enemigos del catolicismo y nadie ha asesinado tantos comunistas como Stalin o Mao

El enemigo de la monarquía, son los reyes

¿Quien acabó con las dos Repúblicas españolas, sino las divisiones entre los partidos republicanos? Franco y Queipo se alzaron bajo la bandera tricolor y entonando vivas a la República. Simétricamente, el único enemigo serio que ha tenido la monarquía en España han sido los propios monarcas y príncipes españoles: Fernando VII contra Carlos IV, Isabel II atacada por su tío y sus primos carlistas, y luego por su cuñado Montpensier. Finalmente Alfonso XIII liquidó la Restauración y puso fin a su propio reinado. Las únicas amenazas concretas sobre la opción de don Juan Carlos desde que Franco lo eligió como sucesor “a título de Rey” no se debía tanto a la oposición de Falange, ni de unos exiliados republicanos, sino a la existencia de otros candidatos: el duque de Cádiz, casado con la propia nieta del dictador, los carlistas Borbón Parma (Hugo y Sixto) y… el propio padre del Rey: don Juan. No sabemos si la experiencia del pasado permite hacer previsiones en este ámbito, pero lo más probable es que si en el futuro algo truncara el porvenir de nuestro Monarquía no se deberá a la agitación externa sino que será el producto de asuntos tan internos como los derechos que la Constitución otorga a los hijos naturales, por ejemplo.
En este mismo orden de ideas, o más bien de contradicciones esenciales, hay que subrayar que el franquismo, que se pretendía patriota, sólo ha conseguido desacreditar al patriotismo, identificándolo con el pensamiento antidemocrático. De ahí, sin duda, la timidez de nuestros políticos, a la hora de defender nuestra patria, nuestra casa común.

Republicanos contra la unidad de España

Desde hace una temporada se atacan los símbolos de la unidad: la bandera y la figura del Rey. El continente no puede ser más importante que el contenido, y no creo que destruir el símbolo sea más grave que aniquilar aquello que simboliza. No se puede esperar de nuestro Rey ni de nuestra bandera que representen lo que cada día existe menos, una unidad evanescente. Durante treinta años hemos entregado al separatismo todo el poder y las competencias del Estado, empezando por la educación. España, como nación, existe, sí, pero apenas subsiste.
Si alguien pretende apuntillar nuestra Constitución y acabar con el sistema monárquico no serán desde luego esa caterva de agitadores incendiarios, quemando fotos del Rey y banderas españolas. Lo de castigar en efigie y quemar los símbolos es algo típico de ese mundo viejo, viejísimo, al que pertenecen los separatistas, obsesionados con su particular visión de la Edad Media y sus reinos peninsulares: son tan progresistas que acaban de inventarse la quema del Judas y del Pero Palo, mira tú qué bien. Mañana inventarán el real de vellón, la arroba y el portazgo. No han cambiado. Son los mismos que aplaudían a Fernando VII y gritaban “¡Vivan las caenas!”, no sabían leer, pero, eso sí, quemaban ejemplares de la Constitución. Su programa es el de siempre, el del imbécil vocacional: Lejos de nosotros, Señor, la funesta manía de pensar... Quienes incendian la foto de don Juan Carlos ¿qué sabrán de nuestra historia? ¿Qué sabrán de la Transición y del histórico papel de don Juan Carlos como piloto del cambio? ¡A quemar! Plagiando a Heine, podríamos decir que quienes queman fotografías, acabarán quemando gente, y si no, al tiempo.
Más grave es que una institución como el parlamento catalán haya autorizado ese triste espectáculo al negarse a condenarlo de un modo expreso. Roma no pagaba a los traidores; España, más generosa, le pone a los próceres desleales un coche oficial y un sueldo para toda la vida.

Bandera roja, bandera tricolor

En España nos ponen muy difícil ser republicanos, porque la imagen del republicano no puede ser más lamentable: gente que arranca la bandera española —la de todos— del mástil de un edificio público; gente que se baña en la piscina ajena; gente que quema, insulta y ofende... Plagiando ahora a Cánovas, podríamos decir que republicano en España es el que ya no puede ser otra cosa, el desahuciado intelectual. Y la verdad es que es una pena, porque la idea republicana es perfectamente respetable y algunas de nuestras más distinguidas figuras fueron republicanas a machamartillo: Clara Campoamor, Óscar Esplá, Ortega y Gasset, Sánchez Albornoz, Gumersindo de Azcárate, Castelar, Esquerdo... Al lado de esos gigantes, los tarados que incendian fotos no pasan del nivel de hooligans, de gamberros fascistoides.
No se está debatiendo una idea, no se está hablando ni reflexionando acerca de la bondad o inoportunidad de un sistema político; de lo que se trata es de organizar jaleo y si puede ser de mal gusto, mejor.
El rupturismo es la política más insensata que se pueda imaginar: los que ostentan enormes banderas tricolores en las manifestaciones, ¿nos permitirían a los monárquicos usar una distinta a la oficial si hubiera una III República? Los que no consideran propia la bandera de todos, ¿pretenderán que algún día todos acatemos la suya?
Ese rupturismo es, precisamente, lo que se llevó por delante la II República. Por si lo hubiéramos olvidado, todavía hay quien nos lo recuerda colocando banderas rojas junto a la tricolor, dando a entender que una República, en lo que a ellos respecta, sólo puede ser revolucionaria. Esos le hacen un flaco favor al principio republicano, y en ocasiones nos preguntamos si no los financiará en secreto algún amigo de la Zarzuela. En el fondo es la estrategia más eficaz para garantizar la perennidad de la Monarquía: si los antisistema están contra el Rey, entonces los prosistema estaremos siempre con el Rey. Así de sencillo.

Confusión entre separatismo y republicanismo

La actual campaña antimonárquica es el producto de la confusión de dos fenómenos que no tienen, en rigor, nada que ver, como son el separatismo y el republicanismo.
Desde el punto de vista del separatismo, esa identificación es lógica: ¿cómo va a creer en la Monarquía Española quien quiere separarse de España? El separatista quiere cambiar el Estado del modo más radical: rompiéndolo. Quien pretende romper el Estado ¿por qué va a preocuparse de conservar sus símbolos? Sólo una fracción de los separatistas podría imaginar una especie de Reino Unido de ni se sabe cuántos reinos hispánicos, que a su vez se fragmentarían en nuevas taifas.
En cambio, desde el punto de vista republicano, no hay ningún motivo que justifique la identificación con el separatismo. Eso es tan cierto que algunos de los más destacados republicanos españoles han sido modelos de patriotismo.

Blasco Ibáñez, republicano y patriota
Blasco Ibáñez, por A. Cabeza
Por ejemplo, un hombre profundamente antimonárquico como Vicente Blasco Ibáñez, en su día valencianista. Blasco utilizó, antes incluso que Julián Juderías, la expresión “leyenda negra” refiriéndose a la de España y podía ser tan objetivo que escribía: “Los españoles somos un pueblo dividido allí, en España, por divergencias de ideas, monárquicas y republicanas; pero dentro de esta división del pensamiento, nos encontramos en una situación económica buena”. Y es que el republicanismo no tiene por qué estar reñido con la verdad. Ante su auditorio argentino, Blasco defendía el papel de España en la Historia con estas palabras: “Hemos sido los españoles objeto de odios concitados, y no han faltado pueblos que durante tres siglos se han dedicado con empeño a hablar mal de España y a mentir acerca de ella. En parte puede explicarse la razón de ser de estas cosas teniendo presente que España ha sido un pueblo dominador, y los pueblos dominados no siempre olvidan la venganza que de la servidumbre nace. [...] Y es de advertir —para hacer resaltar toda la injusticia de esta última frase— que los pueblos que más han mortificado a sus pueblos son los que con más tesón nos tildan de crueles. Inglaterra ha exterminado razas al extremo de que poco tiempo hace moría el último tasmán. Las razas de los pueblos subyugados por España subsisten aún, porque dejó en sus dominios lo que en ellos encontró”.

Blasco era republicano, sí, y españolísimo. Representaba la ilusión de una República posible en un país imposible. Mientras no oigamos a los republicanos de hoy gritar ¡Viva España!, la Monarquía seguirá representando la unidad y la continuidad de nuestra nación, como estamos viendo hoy mismo en Ceuta y Melilla. Por muchos años.

Luis Español Bouché

Publicado el 6.11.2007 en Asturias Liberal