Vuelvo a ocuparme de mi blog

De paso recupero artículos míos en los desaparecidos portales suite101.net y asturiasliberal.org o artículos borrados de la versión electrónica de abc, preservados por archive.org o por la memoria caché de google.

LA CITA DEL MES: Cyrano de Bergerac

"Mais on ne se bat pas dans l'espoir du succès ! Non, non ! C'est bien plus beau lorsque c'est inutile ! "

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domingo, 8 de enero de 2012

En Enero, apúntate al cejing

El universo es esférico y se expande. La prueba, mi tripa; antes sólo parecía que estaba de siete meses y ahora diríase que el parto es inminente, que voy a dar a luz a trillizos oncemesinos... ¡Ya dan pataditas! Terribles, las Navidades. Me encantan, me pongo morado, hasta arriba, para celebrar el cumple del niño Jesús, su onomástica y la Epifanía. Jo, qué bueno estaba el roscón que me casqué ayer; y no te digo el que me aticé anteayer, ¡que era 6 de enero! En esa gloriosa fecha, hasta mis más conspicuos amigos republicanos se vuelven monárquicos por unas horas y gritan que viva Melchor, viva Gaspar y viva Baltasar, que además de reyes majos no tienen yerno. Una pena que las Navidades no duren seis meses más, pero bueno, todo tiene un final y ahora toca guardar el Nacimiento y las bolitas del árbol, medirse el colesterol, quitar las guirnaldas, en fin, el final de fiesta.

La verdad es que evito pesarme, porque la vida ya es  bastante dura y casposa como para llevarme más disgustos. Todos los años, el mismo rollo: llegan los primeros días de enero y la balanza del cuarto de baño me mira de reojo, aterrada y acongojada: "Noooo, noooooo, piedaaad". Al final me subo encima, ¡schcroinch! El pobre cacharro sufre lo suyo y el agujazo es brutal, boiinnng, hasta arriba. Un pensamiento cientifico me consuela una miaja, la balanza del cuarto de baño es en realidad un dinamómetro que no mide masas sino fuerzas, es decir, mi peso; si me alejo del centro de la Tierra, peso algo menos, y si me acerco algo más. Una suerte que Madrid sea, tras Andorra la Vieja, la capital más alta de Europa, que en España tenemos palacios en la región de las nubes.

Groucho; campeón de cejing
Este año, pásate al cejing
Resolución de año nuevo, ¡voy a cambiar de vida! ¡Que sí!
Esta mañana inicié mi sesión de deporte de alto riesgo con  una sesión de cepilling. Levanté el cepillo de dientes con la mano derecha, uno-dos, uno-dos, así tres series de diez. Y luego con la otra mano. ¡Puf!
A mediodía no comí a dos carrillos, sino que alterné: mastico con la derecha, y luego con la izquierda.
También separo los dedos de las manos, uno-dos, uno-dos...
Pero lo más difícil es el cejing. Levantar las cejas, uno-dos, uno-dos, diez veces. A Groucho le salía muy bien, mejor que a mí. ¡Estoy reventado! Me voy a comer un perolo callos para reponerme. Mañana empiezo los abdominales. ¡Que sí!

miércoles, 1 de junio de 2011

La aspirina ¿con gas o sin gas?

Noche de insomnio, releo mi ejemplar de Los que tapan el Sol, de Jorge Dotta:

Siempre hay un bar en el que alguien espera. Hay veces en que quienes esperan son varios y el ambiente está cargado por la tensión y la incertidumbre. Hasta los camareros están incomodados por esa vibración a pesar de estar acostumbrados a ver esperar y a consolar a algunos desgraciados que ven que se irán de allí con una soledad mayor de la que traían al entrar.

Siempre hay un bar en el que alguien espera... siempre hay alguien a la espera de un bar. Tiene razón el maestro Dotta, los bares son propicios, allí esperamos, al amor o al amigo; son templos de la esperanza y del desesperar, cuando ya toda espera es vana pero la mente se empecina en recrear los eslabones pulverizados por un capricho.
Toda nuestra cultura se teje con los hilos invisibles de bares, cafés y terrazas, esos espacios libérrimos pero reglados, remansos en el gran río de la vida en el que durante un instante, saboreas la amistad, el amor o una conversación. Ya no podré montar el Churro Alegre -han prohibido el tabaco- y los Siniestros han ganado la partida. En lo que va de año, creo que sólo he ido a un bar cinco veces -o cuatro- porque me proporciona una indecible tristeza respirar ese ambiente tan saludable y tan coñazo. Algún día ya no habrá bares en Madrid donde tomarte unos callos o una oreja a la plancha, todo será light a la medida de nuestras anoréxicas ministras. Veo espacios acristalados, con camareros en bata blanca distribuyendo pildoritas a la concurrencia.
- ¿Me pone una clara de limón?
- No, no es posible, todavía estamos en la Hora Sana, hasta las once de la noche no podemos servir alcol.
- Empezamos bien... ¿Y lal limonada a secas, o una Cola-Loca?
- Le recuerdo, señor, que las bebidas gaseosas están prohibidas porque el azúcar es malo para los dientes y la sacarina da cancer.
- ¿Y unas croquetitas?
- Nos han prohibido freír, por el tema del aceite.
- ¿Unas patatitas al alioli?
- Patatas hay, pero no podemos añadir salsas que incorporen huevo, aunque esté liofilizado, por la salmonelosis.
- ¿Un chorizo a la cazuela?
- Pero bueno, ¿Vd. quiere matarse? ¿Sabe Vd. la cantidad de nitratos y colesterol de la que hablamos?
- Oiga, no quiero ofenderle, pero... ¿Vd. es camarero, verdad? Y no un piiip médico de los piiiip.
- Pues no señor. Ya no hay camareros. Ahora somos Técnicos en Atención Pública Alimentaria (T.A.P.A.). Para llegar a este puesto tuve que formalizar dos años de preparación profesional y superar la correspondiente oposición.
- (Murmullos indescifrables)
-¿El señor desea?
-La verdad es que desear, el señor desearía arrancarle a usté el hígado, y freírlo encebollado, con sus toxinas y todo y luego me lo comería con las piiiip patatas fritas en la piiip de aceite de motor, piiiip, pero como no es culpa suya sino del piiip del Zapa y sus Siniestros, le rogaré que me traiga una aspirina bien gorda y una empalmicina forte.
-La aspirina, ¿con gas o sin gas?
- Al natural.
- ¿La empalmicina, con ginseng?
-Sí, con efecto turbo-visagra de endurecimiento reforzado.
Tiempo al tiempo, estas líneas se estudiarán en las facultades y manicomios como La Gran Profecía. Al final, siempre viene alguien a taparnos el sol, y Diógenes en su barril, revienta de rabia.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Imaginar a Dios, imaginar el Cielo

¿Cómo os imagináis a Dios? ¿Y el Cielo?

Todas las culturas han tratado de pintar la Trascendencia, al Dios Único o a los diez millones de dioses de la India. Dioses con cara de Mono o de Elefante, Dioses griegos atléticos marcando chocolatina en el mármol, Dioses nórdicos armados de la cabeza a los pies y haciendo el bestia.
A Dios hay quien incluso se lo imagina como un monstruo de espagueti volador, pero bueno, es que hay gente muy rara a la que le gusta la cerveza tibia o conducir por Madrid. Mirameba me confesaba que él creía haber visto a Dios entre dos electroshoks, y que le parecía un gran conejo rosa con un tambor, pero yo creo más bien que justo antes de que le soltaran los voltios vio un anuncio de Duracell.
Yo no consigo ponerle cara a Dios, aparte de la de Jesús, y a veces me complace imaginarlo como un Gran Tahur muy parecido a Juan Tamariz, con una inmensa chistera barajando cartas, seiscientas a la vez; Dios me guiña el ojo y me pide que me siente a su mesa, y siempre hace trampas a mi favor, y me sirve ases y reyes de los muchos que se le caen de las mangas o se le derraman del sombrero. ¡Anda, pero si tengo póker y escalera de color! ¡Qué mano más rara! En el fondo la vida consiste en saber jugar las cartas que te tocan y darte cuenta de cuándo tienes un par de ases.
Decía Julián Marías que uno de los problemas del cristianismo consiste en la gran imaginación de los artistas para pintar el Infierno pero la escasa creatividad para imaginar el Cielo. Te vas al museo del Prado y ves unos demonios muy vistosos, como marisco de colores a los pies del San Miguel del Maestro de Zafra.
En cambio los cielos de los artistas son terriblemente tediosos -con la excepción de El Bosco- y suelen mostrar un Dios normalmente barbudo -por lo visto Dios no sabe que existen las maquinillas de afeitar- sentado todo el día en un trono entre nubes rodeado de Ángeles silenciosos y santos tocando el arpa, francamente, no parece muy atractivo.
De hecho, Ramón Menéndez Pidal le preguntó a Julián Marías si a su juicio, llegaría a ver en el Cielo los juglares. Yo estoy seguro de que don Ramón está ahora mismo pasándoselo pipa en un Cielo medieval, tomando nota de las vocales deformadas de un trovador y hablando con el mismísimo Campeador. Y don Julián, con su Lolita, y con el chiquito que se le murió, vaya Vd. a saber lo que estará planeando, tras esa discusión con Unamuno y Plotino en el Ágora celeste.
Sin duda el Cielo debe ser maravilloso y como tal un lugar divertido y lo que aquí es pecado allá estará autorizado. A la monjita nonagenaria que entrega el alma le sorprenderá sin duda renacer como un bombón quinceañero vestido sólo de espuma y saliendo como Venus de una gran almeja. Los que sean castos en este mundo quizá en el otro se divertirán mucho, a calzón quitado; además en el Cielo no hay SIDA ni enfermedades raras.
No te digo la alegría de los ateos contumaces que tras cerrar los ojos para siempre, pensando en su aniquilación y en la Eterna Nada que les aguarda, de repente ven a San Pedro, sonriente, con un pedazo de llave en la mano y a su Ángel de la Guarda que les coge de la mano y se los lleva a descubrir las maravillas de la Eternidad.
En el Cielo tiene que haber perros, lógicamente, porque todos los perros van al Cielo -de los gatos no estoy tan seguro- y también hay extraordinarias bibliotecas con kilométricas estanterías cargadas de libros, y cines en que las películas no estén cortadas, y la verdad es que el Cielo se tiene que parecer mucho al Retiro cuando te paseas con la chica de la que estás tonto perdido; se tiene que parecer a un amanecer entre sábanas, cuando tienes todavía las neuronas en standby y sientes a tu lado la tibia presencia de tu amor.
Tengo días en mi memoria que no me importaría repetir una y otra vez, y supongo que a los demás os pasará algo parecido. Pues el Cielo son mil millones de trillones de días parecidos, y las sábanas están siempre como recién hechas, siempre huelen a limpio y con un toque de lavanda.
El Cielo tiene que ser como si tuvieras un Billete para Cualquier Vuelo en  régimen de Gratis Total por Europa y por el Mundo, en que puedas visitar Praga, Florencia o París sin tener que hacer cola ni despelotarte bajo el arco detector ni problemas de delayed, ni las butacas son para enanos anoréxicos, ni te dan ganas de hacer pis justo en el momento del despegue. En el Cielo sobra tiempo y no envejeces, así que puedes estudiar lo que te dé la gana y ser fontanero durante diez años, vulcanólogo otros treinta, y si te apetece le pides al Jefe que te haga ángel durante un par de millones de años y te vas de galaxia en galaxia visitando mundos y ayudando al personal.
Y, sobre todo, puedes comer lo que quieras, cuando quieras y cuanto quieras, y no te pones malo ni engordas; y puedes fumar lo que té la gana sin que nadie te dé el coñazo.
O quizá es mejor no tratar de imaginar cómo será el Cielo y esperar aquel deseado principio tras el seguro final, y que sea Dios quien nos dé la sorpresa. Seguro que vale la pena.

domingo, 24 de enero de 2010

El churro alegre


La mayor amenaza sobre España pudiera ser el aburrimiento.

Si alguna vez llegara a tener un duro -posibilidad puramente matemática que Alá nunca ha contemplado- montaría un pedazo de bar/cafetería y la llamaría El Churro Alegre. Sería una cafetería estupenda y sin borrachos, que son muy pesados, oiga; y no me armes bronca, Manolo, o te pongo de patitas en la calle.
Por la mañana serviría calentitos, como llaman a los churros en Sevilla, y porras, y bollos y madalenas que para qué te quiero contar, y océanos de café con leche, café bombón, carajillo y todo lo que haga falta para la felicidad humana; y mis pinchos, como en Donosti, pinchos enormes, de atún, de tortilla, de bacalao, pimientos, panceta y longaniza, ¡pero sin etarra, eh!, y hasta mi cazuelita de chorizos náufragos en un aceite milenario,  como dice Gastón Segura. El aire carecería de oxígeno -elemento muy aburrido que no sirve para nada- así que la atmósfera ambiental consistiría en una mezcla de morcilla sublimada, residuos de mil fritangas, aroma a café y todas las variantes de humo posibles, desde el Faria al Partagás pasando por el Malboro y los Ducados.
Sería el hogar de todos los desarrapados hijos de la gleba, todos los escritores frustrados, todos los fracasados de la vida, que irían a lamerse las heridas del ego a mi cafetería y a soñar... En El Churro Alegre el bedel sueña que es ministro y el pelmazo se imagina que sabe contar chistes...
Sería un bar de verdad en el que poder decir cualquier barbaridad, tosiendo humo, los tíos poniéndose el uniforme machista, hablando mal de las mujeres -“la mejor, colgá”- y subrayando los encantos de ese bombón que nos gusta tanto y -como es lógico, justo y razonable- no nos hace ni caso; las señoras dedicándose a despellejar y poniendo a caldo a sus novios y a sus maridos, ¡y disfrutando de lo lindo, y poniéndose moradas de setas a la plancha y tortilla de jamón! Y habría mucho ruido; no me refiero a las voces y berridos de los horteras sino a ese runrún de españoles hablando alto, que es como se habla en España de toda la vida de Dios y por eso tenemos magníficos cantantes...
Y no habría hilo musical -¡sufre esgae!- sólo una pantalla gigante para los momentos importantes y trascendentales de la vida: un Madrid-Barsa, la final de la Champions y tal.
Qué maravilla poder arreglar el país durante unos minutos degustando un cafetín bien cargado, o una copa coñá, insultar al gobierno y a la oposición, ofrecer a nuestros contertulios soluciones evidentes para la crisis que los grandes expertos mundiales no han sabido ver -omnisciente que es uno- y regodearse pensando que los que mandan son unos descerebrados, perversos y que huelen a pis... El pensamiento de que todos son idiotas, luego yo debo ser listísimo, no sé si es muy maduro, pero consuela cantidad.
Y también tendría a un Cipriano o a una Venancia vendiendo puros, cigarrillos, chicles, sellos, memorias ubs, y productos femeninos para las señoras que se olvidaron de la visita del Nuncio; lo que haga falta para la vida moderna, que en El Churro Alegre no tenemos prejuicios.
Y no te quiero decir los campeonatos de mus ni las locas partidas de dominó con viejos pellejos; todo el barrio me traería a sus abuelos en lugar de tenerlos encerrados acumulando horas y perdiendo el tiempo; y estarían encantados allí, fumando como bestias y con su copita de Campari; y caerían fulminados, felices e intoxicados entre dos sillas. Una buena muerte, si señor, y no las tristezas residenciales ni las torturas hospitalarias. Hasta los adoptaría legalmente. Si dos señores pueden adoptar niños, y suponemos que los tratarán bien ¿por qué una cafetería no va a poder adoptar a un viejo, eh? Y digo viejo, que no mayor, porque en El Churro Alegre, un cartel en la puerta pondría en letras bien gordas “Prohibidos los cursis y el hablar correcto” y los ciegos no serían invidentes, ni los gordos gruesos ni los negros de color...
¡Y qué baños tendría! ¡Como los chorros del oro!
Pero sé que mi sueño no se va a cumplir y que no se trata más que de melancolía por un pasado imaginado más que recordado. Sé que los sicóticos de la Administración, esos que fingen que curran a base de molestar, conseguirían al final tocarme las narices: el inspector de sanidad, el de alimentos hidrogenados, el de la inquisición antitabaco y el observador de libertades liofilizadas. Me pondrían multas y acabarían clausurando el chiringuito, en el supuesto de que me permitieran abrirlo, que lo dudo.
En verdad en verdad os digo, que el mayor problema de España no es el paro, ni el terrorismo, ni la corrupción, ni la desintegración territorial ni todo eso que aparece en la Prensa según las modas; el mayor problema es que nos estamos convirtiendo en un país aburrido. Y eso sí que es grave.
Luis Español Bouché